El estado mental y físico que generalmente se asocia con la adolescencia (tanto con la adolescencia temprana como con la adolescencia propiamente dicha) tiene cualidades muy diferentes a la fase preadolescente. La diferencia se muestra en una vida emocional mucho más rica, en una orientación dirigida a crecer, en un intento invencible para autodefinirse en respuesta a la pregunta: "¿Quién soy yo?" El problema de relaciones de objeto pasa a primer plano, como tema central, y sus variaciones tiñen la totalidad del desarrollo psicológico en las dos fases subsiguientes. Lo que diferencia este periodo de la preadolescencia es, por lo tanto, el cambio meramente cuantitativo de los impulsos. Es muy notorio el abandono de la posición regresiva preadolescente. La pregenitalidad pierde cada vez más el papel de una función satisfactoria siendo relegada a una actividad de iniciación -mental y física-. y da lugar al surgimiento de un nuevo componente instintivo, precisamente la anticipación del placer. Este cambio en la organización jerárquica de los impulsos y de su carácter definitivo e irreversible representa una innovación que influye en forma decisiva al desarrollo del yo. El yo, por así decirlo, toma sus señales de estos cambios en organización instintiva y elabora en su estructura una organización jerárquica en sus funciones y en sus pautas defensivas. Ambos adquieren al final de la adolescencia una fijación irreversible llamada carácter; esta estructura firme, -que emerge de estas fases -que en verdad está construida sobre los logros del periodo de latencia- no se completará sino hasta la fase de postadolescencia.
Mientras que la diferenciación entre preadolescencia y las dos fases que le siguen es bastante clara, es necesaria cierta justificación para presentar a "la adolescencia temprana" y la "adolescencia propiamente tal" como dos entidades separadas. En bases estrictamente observacionales esta definición está justificada, porque después de la preadolescencia se hace muy aparente un periodo de intentos repetidos de separación de los objetos primarios de amor. En la adolescencia temprana hay un resurgimientode amistades idealizadas con miembros del mismo sexo; los intereses sostenidos y la creatividad se mantienen en un nivel bajo y emerge la búsqueda un tanto torpe de valores nuevos -no simplemente de oposición-; en pocas palabras existe una fase de transición, que posee características propias antes de que se afirme la adolescencia.
Durante la adolescencia propiamente dicha, ocurre un cambio decisivo hacia la heterosexualidad y una renunciación final e irreversible del objeto incestuoso; Anny Katan (1937) ha sugerido llamar a este proceso "remover el objeto". Ciertos tipos de defensas, tales como la intelectualización y el ascetismo pertenecen a la fase de la adolescencia propiamente dicha. En general se hace muy notable una tendencia hacia la experiencia interna y al autodescubrimiento; de ahí la experiencia religiosa y el descubrimiento de la belleza en todas sus manifestaciones. Reconocemos que este desarrollo es una forma de sublimación del amor del niño por el padre idealizado y una consecuencia de la renuncia final a los objetos de amor tempranos. El sentimiento de "estar enamorado", y la preocupación por los problemas políticos, filosóficos y sociales es típico de la adolescencia. La ruptura franca con la forma de vida de la niñez ocurre en esta fase; a los años de la adolescencia tardía les corresponde la tarea de probar estos logros nuevos y de gran trascendencia al integrarlos en la experiencia total de la vida.
Al establecer las dos fases de adolescencia temprana y adolescencia propiamente dicha, estoy de acuerdo en la forma en que Helene Deutsch (1994) divide la adolescencia de la mujer, en "pubertad temprana" y "pubertad y adolescencia". En esta última fase, a la cual también llama "pubertad avanzada", son características las tendencias heterosexuales. Hago énfasis en lo característico que las unifica, principalmente al separarse del objeto y la busca de otro, por ejemplo el cambio definitivo hacia una separación de la familia y la organización jerárquica de los impulsos y de las funciones del yo. El ingrediente esencial de ambas fases es el darse cuenta de la situación social con angustia y culpa.
Desde luego que cualquier división en fases continúa siendo una abstracción, ya que en el desarrollo no hay una separación tan nítida. El valor de este tipo de formulación sobre las fases radica en que enfoca nuestra atención en una secuencia ordenada del desarrollo; las modificaciones psicológicas esenciales y las metas que caracterizan a cada fase, a mediada que siguen el principio epinegético del desarrollo. las transiciones son vagas y lentas y están matizadas con movimientos oscilantes. Durante las subsecuentes fases del desarrollo encontramos rastros grandes o pequeños del desarrollo adolescente que al parecer habían sido completadas, y que sin embargo persisten por periodo largos o cortos. Estas irregularidades son capaces de empañar el itinerario del desarrollo si lo aplicásemos un tanto rígida y literalmente.
Durante la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente dicha ocurre una profunda reorganización de la vida emocional con un estado de caos bien reconocido. la elaboración de defensas características con frecuencia extremas y también transitorias, mantiene la integridad del yo algunas maniobras defensivas de la adolescencia prueban tener un valor adaptativo y por consecuencia facilitan la integración de inclinaciones realistas, talentos, capacidades y ambiciones; no hay ninguna duda de que el ensamble estable en todas estas tendencias constituye un prerrequisito para la vía adulta en la sociedad.
El problema central de la adolescencia temprana y de la adolescencia propiamente dicha recae en una serie de predicamentos sobre las relaciones de objeto. La solución de este problema depende de las muchas variaciones por las que este tema atraviesa durante los años; estas variaciones determinan finalmente en forma genuina o espuria la adultez. estas variaciones recuerdan un poco la niñez, sólo tenemos que recordar que la necesidad del niño de ser amado se fusiona solamente en forma gradual con la necesidad de dar; la necesidad de que me hagan las cosas, se transforma en "hacer las cosas para otro". El papel pasivo de ser controlado es reemplazado en forma gradual y parcial por la necesidad del niño de control activo del mundo externo esta polaridad de actividad y pasividad reaparece durante la adolescencia como un problema crucial la ambivalencia tan característica de la adolescencia comprende no solamente las metas instintivas , activas y pasivas esto es igualmente cierto para el hombre y para la mujer. La rebelión en contra del superyo en el hombre adolescente representa con frecuencia la oposición en contra de tendencias pasivas femeninas que fueron parte esencial de la relación edípica del muchacho hacia su padre. Freud (1915) formula este problema en relación a la adolescencia de la manera siguiente: "no es sino hasta la terminación del desarrollo durante la época de la pubertad que la polaridad del sexo coincide con lo masculino y femenino. En lo masculino se concentra la actividad y la posesión del pene; lo femenino lleva como objeto la pasividad. la vagina se valora como un asilo para el pene, es una herencia de la matriz materna".
Antes de que haya una reconciliación y se alcance un equilibrio maduro entre las posesiones de actividad y pasividad, o con frecuencia una oscilación entre ambas, éstas caracterizan la conducta adolescente por algún tiempo. La temprana dependencia en la madre posee una atracción innegable para el adolescente de ambos sexos. Debemos advertir que los muchachos con frecuencia transfieren esta necesidad de dependencia pasiva al padre; en este caso, el muchacho entra en una constelación de impulsos homosexuales, los cuales pueden ser transitorios o duraderos. Cuando esta necesidad pasiva es sentida muy intensamente, por ejemplo ya sea por un muchacho sobreprotegido o severamente privado, más fuerte será la defensa en contra, por medio de fantasías y actos rebeldes y hostiles; las ideas paranoides son frecuentes este conflicto puede conducir a una rendición a los deseos pasivos, a una actitud demandante, dependiente, o la renunciación de los impulsos instintivos. esta última condición semeja muy cercanamente la posición del periodo de latencia. Con frecuencia la regla es una mezcla de todos estos intentos para estabilizar la polaridad activa-pasiva.
El tema de este conflicto refleja la modificación de los impulsos y los intentos de ponerlos en armonía con el yo, el yo ideal, el superyo y la condición somática de la pubertad. la polaridad de los impulsos de actividad y pasividad se ejercita en relación con el yo, con el objeto y con el mundo externo. Esta situación determina en gran mediada la elección de objeto adolescente, así como las pautas fluctuantes en el estado de ánimo de los adolescentes, los cambios en la conducta y los cambios en la capacidad de ver la realidad. Esta inestabilidad e incongruencia ha sido descrita con frecuencia como la característica general más significativa de la adolescencia, y esto en verdad es correcto para las fases de la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente dicha. Polaridades como las siguientes, es bien sabido, aparecen en un mismo individuo: sumisión y rebelión, sensibilidad delicada y torpeza emocional, profundo pesimismo, intensa fidelidad y cambios repentinos de infidelidad, ideas cambiantes y argumentos absurdos, idealismo y materialismo, dedicación e indiferencia, aceptación y rechazo impulsivo, apetito voraz, indulgencia excesiva y gran ascetismo exuberancia física o gran abandono estas pautas de conducta oscilantes reflejan cambios psicológicos los cuales no progresan en línea recta ni tampoco con un ritmo preciso. Los problemas de ambivalencia, narcisismo y fijación juegan un papel muy significativo; sus implicaciones serán discutidos en seguida.
Durante la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente dicha debe lograrse la renunciación de los objetos primarios de amor, los padres como objetos sexuales; los hermanos y substitutos paternos deben ser incluidos en este proceso de renunciación estas fases están relacionadas esencialmente con la renuncia a objetos y a la búsqueda de otros. Estos procesos reverberan en el yo produciendo cambios catécticos que influyen tanto las representaciones de objeto existentes como las autorrepresentaciones. debido a esto el sentido de identidad adquiere de aquí en adelante una desconocida labilidad.
Durante la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente, los impulsos cambian hacia la genitalidad, los objetos libidinales cambian de preedípicos y edípicos a objetos heterosexuales no incestuosos. El yo salvaguarda su integridad por medio de operaciones defensivas; algunas de éstas son de carácter restrictivo para el yo y requieren de una energía catéctica para su mantenimiento mientras que otras muestran ser de carácter adaptativo para permitir la descarga de impulsos inhibidos (sublimación); éstas llegan a ser los reguladorespermanentes de la autoestimación.
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