martes, 30 de septiembre de 2008

Las causas de la Histeria (Parte 5). Juan D. Nasio

5-LA ELECCIÓN DE ÓRGANO, ASIENTO DE LA CONVERSIÓN
Ya quedó entendido que para desbaratar y sortear la presión de la represión, la sobrecarga tuvo que hallar esa salida conversiva en lo corporal e investir un órgano preciso. Ahora bien, ¿en qué forma se elige este órgano? ¿Cómo se explica que la carga irrumpa en una determinada zona corporal y no en otra? Precisamente, la región somática afectada por el síntoma de conversión corresponde a aquella parte del cuerpo alcanzada antaño por el trauma, y que pasó a constituir asi una imagen determinada. En la conversión, la carga energética abandona la imagen inconsciente para ir a "energizar" el órgano cuyo reflejo es esta imagen. La elección del asiento somático de la conversión se explica entonces, esquemáticamente, por la secuencia siguiente: parte del cuerpo percibida en la escena traumática (por ejemplo, el brazo) —> imagen inconsciente de un brazo —> parálisis conversiva del brazo. Por supuesto, estos tres estados sucesivos del cuerpo —cuerpo percibido, cuerpo en imagen y cuerpo sufriente— no siempre se refieren al cuerpo de una misma persona. La zona corporal percibida en ocasión del trauma puede pertenecer tanto al cuerpo del niño como del adulto seductor, y hasta al de un testigo de la escena. Pues lo importante no es saber a quién pertenece el cuerpo, sino qué parte del cuerpo percibió el niño más intensamente en el momento del trauma, es decir, con más pregnancia. Por ejemplo, si durante la escena traumática de seducción se escuchan los gritos indignados de un testigo —pongamos por caso, una madre horrorizada que sorprende al padrastro tocando el cuerpo de su hija—, entonces el síntoma somático de conversión adoptará la forma de una inhibición en la voz (afonía) que años después afectará a la hija, convertida en mujer histérica. Los gritos de la madre, percibidos e inscritos en el inconsciente de la niña, resurgirán ulteriormente en ésta como pérdida de su propia voz. El histérico actualiza en su cuerpo (afonía) la señal psíquica impresa por el cuerpo del otro (gritos de la madre).
Si resumimos los dos aspectos esenciales de la conversión, que acabamos de examinar, la constancia del exceso de energía al pasar del estado sexual-psíquico al estado de sufrimiento somático, y la persistencia de una zona del cuerpo al pasar del estado de imagen inconsciente al estado de órgano conversivo, comprenderemos hasta qué punto la solución conversiva es una solución mala e inapropiada. La energía cambió sin duda de sistema, pero el sujeto sigue sufriendo porque el motivo de su sufrimiento no ha variado. Sea en el plano psíquico o en el plano del cuerpo, el sujeto sufre de estar habitado por un exceso inasimilable e irreductible. La conversión es una mala solución porque no resuelve la dificultad principal causante de la histeria, a saber: el encierro del exceso de carga energética en un elemento aislado y desconectado del conjunto, tanto se trate de una representación psíquica como de una zona corporal conversiva. La salida conversiva es, en efecto, una mala solución, porque el problema de la incompatibilidad permanece intacto: lo que antes fue incompatibilidad de la representación con el conjunto de representaciones constitutivas del yo del histérico, es ahora incompatibilidad de un sufrimiento somático que no obedece a las leyes del cuerpo real.
Pero surge de inmediato este interrogante: si la conversión no es la buena solución, ¿habría una manera más adecuada de tratar el exceso?, ¿una solución que no fuese este cambio de estado en el que, como hemos visto, el exceso sigue siendo un exceso? Sí, empezar de nuevo y distribuir este exceso en una multiplicidad de representaciones, colectivizar el exceso; en síntesis: diseminarlo y, de este modo, desactivarlo. Pero, ¿de qué manera? Este es el punto en que debemos introducir la escucha del psicoanalista, considerada justamente como una diseminación del exceso y como una vía posible para curar al sujeto de lo inconciliable.

Organización del material:

1-Nuestra lectura de la primera teoría de Freud: el origen de la histeria es la huella psíquica de un trauma

2-La histeria es provocada por una defensa inadecuada del yo: la represión

3-La histeria es provocada por el fracaso de la represión la conversión

4-El sufrimiento del síntoma de conversión es el equivalente de una satisfacción masturbatoria

5-La elección de órgano, asiento de la conversión

6-El síntoma de conversión desaparece si cobra un valor simbólico, el que produce la escucha del psicoanalista

7-Nuestra lectura de la segunda teoría de Freud: el origen de la histeria es un fantasma inconsciente


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lunes, 29 de septiembre de 2008

Entrevista al Dr. Sigmund Freud “El valor de la vida” [1]

Por George Sylvester Viereck [2]

S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos. Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.

(Freud se rehusa a admitir que el destino le reserva algo especial).

S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

George Sylvester Viereck: El señor tiene una fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

S. Freud: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.
George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?
S. Freud: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.
(Estabamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía).

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, el señor es, al final, un profundo pesimista?

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria?. No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. Él encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: “Más allá del principio del placer”. En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la “fiebre llamada vivir”. El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.

George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.

S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.
(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).
George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor Freud?
S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?

S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.

George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?

S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver...

(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas)

George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.

George Sylvester Viereck: Mi impresión es de que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. “Tout comprendre c’est tout pardonner”.

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.

(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, por qué él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización, es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.

(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. Pero debido precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)

George Sylvester Viereck: ¡Me pone contento, Herr Profesor, de que también el señor tenga sus complejos, de que también el señor Freud demuestre que es un mortal!.

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.
George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!
S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida a la “caza de los leones”. Usted procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, Georg Bernard Shaw....

George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.

S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.
(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mí, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él).

George Sylvester Viereck: Me gustaría, observé después de un momento, poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o tentaría anticipar sus intenciones.

S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.

(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión).

George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más agradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.

George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡Él sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis no sabíamos que nuestra personalidad es dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel.
O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.

S. Freud: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría del “desplazamiento”, de la “sexualidad infantil”, de los “simbolismos de los sueños”, etc.- parecen permanentes.

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los substratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?

S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: “Más todo faltaría si faltase el sexo” (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está “más allá” del placer -la muerte, la negociación de la vida. ¡Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a:
Whatever gods there be,
That no life lives forever
And even the weariest river
Wind somewhere safe to sea.
“Cualesquiera dioses que existan
Que la vida ninguna viva para siempre
Que los muertos jamás se levanten
Y también el río más cansado
Desagüe tranquilo en el mar”

George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas que emanan de sus piezas, el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.
George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. En Zaratustra dice: “El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad”. El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es solo un poeta, es también un científico.

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O’Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O’Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. “The Silver Cord” por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.
La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.
Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.
¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio!. El no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos donde están la mayoría de sus seguidores. A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. Él oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. ¡Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!
Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. Él me pareció cansado y triste al darme el adiós.
“No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. Yo no tengo desprecio por el mundo.
Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.
¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores!
No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros”.
El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me conducía rápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramente curvado y la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen en la distancia...


1926 Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los Alpes suizos.

Se creía perdida pero en realidad se encontró que había sido publicada en el volumen de “Psychoanalysis and the Fut”, en New York en 1957.
Fue traducida del inglés al portugués por Paulo César Souza y al castellano por Miguel Ángel Arce.

Notas
1- Año1926. Publicada en New York en 1957.
2
- Periodista del “Journal of Psychology”.
Fuente: www.eol.org.ar/virtualia





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jueves, 25 de septiembre de 2008

Conceptos claves para leer a Vigotsky

Material de la cátedra de Sanitaria A
Psicología
Instrumental: naturaleza mediacional de los procesos psicológicos.
Cultural: maneras estructuradas socialmente para proporcionar instrumentos.

Histórica: nuevas herramientas de pensamiento dan lugar a nuevas estructuras mentales.

Interaccionista: la conciencia y los procesos psicológicos superiores tienen su raiz en la relación con objetos y condiciones objetivas de la vida social.

Procesos psicológicos superiores

Internalización de prácticas sociales. El desarrollo es visto como un proceso socialmente organizado y dependerá de las situaciones sociales en las que el sujeto participa.

Procesos psicológicos elementales
Se relacionan con mecanismos biológicos (memoria, sensopercepción, etc).
Se emparenta con la maduración y el crecimiento.
Los procesos psicológicos elementales se reorganizan y transforman en virtud de los instrumentos de mediación interiorizados.

Zona de desarrollo próxima
El nivel de desarrollo potencial estaría constituido por lo que el sujeto podría llegar a hacer con ayuda de instrumentos proporcionados externamente. La zdp sería la diferencia entre el desarrollo efectivo y el potencial.

Fuente: aula virtual


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miércoles, 24 de septiembre de 2008

Quilmes Rock Córdoba 2008

27 y 28 de setiembre en la cancha auxiliar del estadio Chateau Carreras

Programa:
Primera noche - Sabado 27 de Septiembre:
Las Pelotas
Los Cafres
Cultura Profética
Amparanoia.
Banda Ganadora Concurso Quilmes Rock 2008

Segunda noche - Domingo 28 de Septiembre:

Los Piojos
Los Auténticos Decadentes
Los Caligaris
Los Tipitos.
Banda Ganadora Concurso Quilmes Rock 2008

Apertura de puertas 16:00 hs

Venta de entradas

DISQUERIA EDEN
Obispo Trejo 15

LOCURAS
9 de julio 447

Venta telefónica e internet a través del sistema TICKETEK

Precio de las entradas: 45 pesos General.






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martes, 23 de septiembre de 2008

El mago sin magia Selvini Palazzoli y otros

Cómo cambiar la situación paradójica del psicólogo en la escuela
Prefasio
Quien decide publicar un libro debe sobreponerse a una serie de dudas, a menudo muy razonables. Piensa que con algo más de elaboración podría mejorarlo, suprimir determinados desniveles, dar el debido realce a conceptos importantes formulados con excesivo sigilo, suavizar algunas ampulosidades extemporáneas... dudas especialmente razonables en el caso de la presente obra.
Es por demás evidente que en este libro se narra de manera implícita la historia de un grupo surgido de la alianza, un tanto heterogénea, de psicólogos que actúan en grandes establecimientos educacionales -escuelas, institutos para recuperación de menores discapacitados, etcétera- con un líder terapeuta de la familia, profesionalmente ajeno a los problemas de la escuela. La confluencia del descontento crónico de los psicólogos con el entusiasmo suscitado por el líder respecto de los modelos conceptuales sistémicos aplicados a la familia, fomentó ilusiones que hubo que redimensionar después en el trabajo de campo, en función de la lección extraída de los errores cometidos. Estos errores, examinados a distancia y con un juicio ya formado, revelan ser de una magnitud tal que hasta cuesta admitirlos. Ejemplo de ello es que el grupo, aunque desde el principio tuvo el pleno convencimiento de que había una diferencia radical entre la posición del psicólogo en la escuela y la del terapeuta en la familia, fue incapaz por largo tiempo de conceptualizar en términos no fragmentarios, claros y exhaustivos en qué consistía esa diferencia. Se obstinó por ejemplo, en realizar intervenciones propias de las terapias familiares. Por último llegó a comprender que los modelos conceptuales adoptados, antes que servir de instrumento a reivindicaciones precipitadas, debían ser útiles para indagar las causas de la disfunción interaccional entre el psicólogo y la escuela. Se pudo aclarar así -y en mi opinión éste es el aporte más válido de nuestro trabajo- que el psicólogo, tanto si su presencia había sido requerida por el establecimiento como en el caso contrario, se sentía en él totalmente descalificado, del mismo modo como se sentiría descalificado por su paciente el psicoanalista de poca valía que omitiese aplicar la norma básica, que en lo esencial consiste en definir la relación con el paciente y dictar las reglas tendientes a asegurar los medios para controlarla.

Pero en el caso del psicólogo, una vez aclarado este punto fundamental surgía una nueva dificultad: la de imaginar de qué manera podría definir por anticipado, en el establecimiento educacional, la relación con los usuarios de sus servicios y estructurar así el contexto adecuado a su profesionalismo. Dificultad nada despreciable si se tiene en cuenta que ni siquiera estaba en claro quiénes serían, en definitiva, esos usuarios.

Es interesante destacar que esa operación, la difícil etapa de las negociaciones con los directivos de la escuela, que por fuerza debe ser la operación preliminar, fue en realidad la última que el grupo encaró. He dado ex profeso el calificativo de difícil a la etapa de las tratativas para que se advierta toda su complejidad. No basta con que el psicólogo entregue a la escuela o establecimiento educacional un programa escrito. En el capítulo final de la tercera parte y también en los puntos tercero y sexto de la ejemplificación de los casos, se indica en qué forma se, debe buscar el consenso en los distintos niveles jerárquicos para que, en los hechos, no resulte sólo aparente.

En la segunda parte, dedicada a las reflexiones teóricas, intentamos presentar el enfoque sistémico, no en términos genéricos, sino aplicado al ámbito educacional específico. En algunos casos lo logramos; véase, por ejemplo, el punto quinto, donde se explica cómo logró el grupo liberarse de determinadas exigencias -incuestionables en teoría pero ilusorias en la práctica- mediante la delimitación, dentro del sistema educacional amplio, de subsistemas operativarnennte accesibles. Otros, puntos, en cambio, dejan traslucir aún la transferencia de modelos teóricos abstractos. "La comunidad escolar como sistema", por ejemplo, requiere de una mayor profundización, aunque más no fuera porque los educadores, sobre todo en la coyuntura actual, no son por cierto figuras cuya perdurabilidad sea comparable a la de los progenitores. Sobre este tema nos remitimos a la reciente investigación de B. Z. Tucker, la cual demuestra que los alumnos [B. Z. Tucker: "The family and the school: Utilizing human resources to promote leaming", Family process. 1976, 5, 1, págs. 97-142.] transfieren con frecuencia al aula los comportamientos familiares, así como los educadores, por su parte, reproducen los modos de comportamiento de los padres. En este sentido cabe señalar que la tan recomendada colaboración entre la familia y la escuela, tal como hoy se la enfoca, es decir, sin el control de oportunas investigaciones, a menudo facilita, en vez de obstaculizada, la transferencia a la escuela (que podríamos llamar "contagio") de algunas disfunciones y mitos familiares que afectan no sólo a los "fracasados", sino también a los inevitables "primeros de la clase". Nuestra investigación aportó múltiples pruebas al respecto.

Los casos ejemplificados en la cuarta parte hacen necesario un comentario explicativo. Creo que no pocos psicólogos con alguna versación en la materia acotarán que no se necesitaba tanto esfuerzo para llegar a intervenciones que muchos efectúan por instinto o por experiencia. El comentario es pertinente. Prueba de ello son las soluciones geniales de situaciones complejas, citadas por Watzlawick en Change o en su reciente obra La realtà della realtà [P.Watzlawick: la realta de la realta, Roma, Astrolabio, 1976], a las que en tiempos cronológicamente lejanos llegó alguien que nada podía saber de parámetros sistémicos ni de acumulaciones retroactivas. En cuanto nos concierne, nos esforzamos por conceptualizar y analizar de modo formalista las metodologías empleadas para que puedan transmitirse -libres de los "carismas" naturales- y ser susceptibles de crítica, discusión y perfeccionamiento.

Por eso, este libro se presenta tal como es, con todas las limitaciones propias de un primer experimento y como propuesta sujeta a nuevas tentativas. El conocimiento de los errores más burdos en que incurrió un equipo de pioneros podrá facilitar a otros un comienzo menos desfavorable.

Por nuestra parte seguimos estudiando y profundizando problemas individuales. Lucio D' Ettorre, miembro de nuestro grupo, está a punto de publicar un ensayo muy sutil concerniente al problema de definir la relación y la discrepancia de las jerarquías lógicas en la interacción entre psicólogos y educadores.

Confiamos en que también en otras latitudes haya quien se interese por indagar estas cuestiones y esperamos que su aporte sea más amplio y valioso que éste.

Nos preguntamos, por último, en el supuesto de que algunos de nuestros lectores sean docentes, cuál será su reacción. A nuestro entender opinarán que la obra está "del lado de los psicólogos". ¡Y tendrán sus razones! Si ya es bastante difícil que nuestro intelecto acepte el modelo sistémico, donde las dicotomías entre "buenos" y "malos" son inadmisibles, mucho más difícil resulta liberarse emocionalmente de determinados condicionamientos. Aun cuando en la nota de la página 28 que se refiere a los profesores "diabólicos", aclaramos nuestra posición conceptual, en no pocas ocasiones, aquí y allá, se entrevé la inseguridad, la desconfianza y la ironía que invalidan las relaciones de los psicólogos escolares con los rectores y docentes. Y sin embargo, o mejor dicho justamente por ese motivo, esta obra es un primer paso para ir al fondo del asunto: tomar nota de las dicotomías existentes para superarlas y establecer auténticos contextos de colaboración.

Se trata, sin duda, de una tarea penosa, equiparable a la que debimos sobrellevar junto con los colegas terapeutas de la familia, cayendo en los mismos errores, para llegar a convencemos de una buena vez del conocimiento sistémico según el cual resulta evidente que dentro de un determinado juego interaccional nosotros, los terapeutas, no hubiéramos sido en absoluto mejores padres que aquellos a quienes nos sentíamos inclinados a criticar.
Mara Selvini Palazzoli




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viernes, 19 de septiembre de 2008

El caso Gustavito Rudy (Parte 1)

También llamado "el pequeño Gustavo".

Profesor Doctor Karl Psíquembaum.

Introducción.

La técnica creada y desarrollada por el profesor Freud nos ha permitido a los analistas llegar a los más profundos recovecos inconscientes donde se esconden los fantasmas que acechan, acosan y rodean al ser humano.

Como el mismo creador [Freud, no Dios] lo señalara, el psicoanálisis es un camino abierto, y por ese camino se debe andar para seguir cuestionando, porque, como dijera el poeta [No olvidemos que el poeta muchas veces se adelanta al psicoanalista, mal que nos pese]: "Analista, no hay camino: se hace camino al andar"[Antonio Machado y Ballesteros, poeta y psicoanalista español, traductor de Psíquembaum. (N. del editor español.)]. Estos versos nos señalan, de alguna manera, cuestiones que ya habían sido interrogantes de Freud, quien con toda claridad expuso que sus seguidores iban a seguir formulando recursos técnicos que, de alguna manera, enriquecerían la teoría [Y la técnica, claro]

Todo ese párrafo viene al caso para señalar que, en ciertas ocasiones, el analista se ve obligado a replantear la modalidad del tratamiento, a recrearlo, a buscar e implementar nuevos recursos que, no por no ser ortodoxos, dejan de ser válidos.[ Con excepciones extremas, como la del sádico de Badén Badén, que les pegaba a los pacientes que no asociaban]

Es en casos como el que presento a continuación donde, de alguna manera, se pone a prueba al analista, la técnica, la teoría, etc. Es en estos casos donde se ve la gama de recursos que un analista inteligente (yo mismo, en esta ocasión) despliega frente al desconcierto que le producen las peculiaridades a las que se ve enfrentado.
Realmente, a veces ser analista constituye una verdadera aventura.


Primeras aproximaciones

La primera vez que tuve frente a mí al pequeño Gustavo, el encuentro estuvo marcado, como tantos otros avatares del psicoanálisis, por el azar.

Estaba yo en mi consultorio disfrutando de la extraña casualidad de disponer de un horario libre, cuando de pronto golpearon a la puerta. Fui a atender un poco intrigado, preguntándome cuál de mis pacientes habría cometido el acto fallido de equivocarse de horario en algo tan importante como su análisis. Aposté conmigo mismo que se trataba del "Hombre de los relojes" ["El hombre de los relojes", grave caso de neurosis obsesiva que atendí. Mi paciente controlaba las décimas de segundo que duraba la sesión, llegando a reprocharme amargamente cuando me demoraba más de medio segundo en atenderlo. Podía decir cuántas horas había vivido y, aproximadamente, qué había hecho en cada una, lo que no era tan complicado porque no había podido hacer casi nada, ocupado como estaba en controlar el tiempo. Este caso será próximamente publicado, por lo que mi relato del mismo se detiene acá. Espero que el lector haya quedado interesado en la continuación y lo busque con ahínco o con desesperación en las librerías] y perdí. No era. Ni tampoco se trataba de otro paciente. Era una joven que sostenía un niñito en brazos.

Recordé en ese momento toda la tradición fílmica y cuentística acerca de jóvenes que llevan niñitos en cestas para dejarlos al cuidado de otras personas, y tuve una sensación pesadillesca. Luego recordé que en todos esos casos la joven permanecía en el anonimato, al menos hasta la mitad del cuento, y recobré la tranquilidad. Permití a la joven que entrase.

Se presentó como una vecina de mi edificio y, antes de que yo pudiese pedirle asociación alguna con la palabra "vecino", me solicitó que cuidara por un rato a su pequeño Gustavo (ella lo llamó "Gustavito"); ella tenía que salir por un rato a realizar un trabajo y la niñera había faltado. Como el azar reunía a la falta de la niñera y la falta de ocupación de mi horario, acepté, no sin antes solicitarle que volviera antes de que transcurrieran cincuenta minutos, ya que esperaba a un paciente.

La joven se retiró y el pequeño Gustavo y yo quedamos a solas. Los primeros momentos permaneció en silencio, a lo que respondí quedándome en silencio yo también.
Comprendí que el recurso era efectivo, ya que, si el pequeño Gustavo no despertaba, yo no tendría que preocuparme.

Pero, al rato, Gustav irrumpió en llanto.
—¿Qué te ocurre, pequeño Gustav? —le pregunté.
Pero él siguió llorando, sin responder o, en todo caso respondiendo con su llanto. Pensé que tal vez meciéndolo conmovería su estructura y provocada una regresión que lo devolviera a la situación narcisista de la que parecía haber salido. Pero no resultó.


Decidí entonces recostarlo en mi diván para que estuviera más cómodo y, a mi vez, sentarme en el sillón para poder escucharlo mejor y descifrar eventualmente su demanda.


"Tal vez se haya hecho caca", hipoteticé. Pero al disolver el nudo de su chiripá no hubo señales ni huellas mnémicas, olfatorias o escatológicas que confirmaran mi presunción. Descarté momentáneamente la hipótesis.

¿Qué se había puesto en juego en el pequeño Gustav? ¿Cómo jugaría yo, a nivel transferencial, ocupando el lugar de su babysitter mientras su madre se hallaba ausente? ¿Serían los pañales representantes de la represión que frenaban la irrupción de su contenido interno en el exterior inundando así mi consultorio? ¿Pensaría el pequeño Gustav que su madre lo había abandonado? ¿Pensaría yo que la madre del pequeño Gustav había abandonado a su hijo? ¿Pensaría mi propia madre abandonarme? ¿Qué le ocurría al pequeño? Tal vez era demasiado pequeño como para pensar cosa alguna. Hasta podría estar realizan¬do la ecuación "pecho = pecho".

—Te estás comportando como un bebé que reclama el pecho mientras su madre se halla ausente —le interpreté.

El pequeño Gustav lloró más fuerte aún, confirmando lo acertado de mi interpretación. La reacción del pequeño Gustav tuvo, de alguna manera, un efecto doble, podríamos decir un doble sentido, como tantas veces ocurre en el devenir analítico. Por un lado, Gustav lloraba confirmando mi interpretación, pero, a la vez, la negaba con su propio llanto, ya que, lejos de aliviarse, parecía estar más angustiado aún. Por lo menos, yo lo estaba. No soporto oír llorar a un bebé.
Para calmar su angustia (y la mía) decidí tomarlo en brazos y acunarlo. Lo tomé, le dije: "Yo no soy tu madre ni soy mujer, luego, no puedo darte pecho, Gustavito". Al disolver tan bruscamente la transferencia, Gustavito casi se me cae al suelo.
En ese momento llegó la madre y se lo llevó, luego de agradecerme por haberlo cuidado. Habían transcurrido exactamente cincuenta minutos.

Pocos días más tarde, hallándome en mi consultorio, casualmente solo, buscando material sobre el tema "Analidad y analizabilidad", oí que llamaban a la puerta. Se trataba nuevamente de la joven madre que traía a Gustavito para que lo cuidara por un breve lapso. La niñera había vuelto a fallar provocando una fractura que sólo yo podía reparar. [El tema de las fracturas es, por cierto, motivo de amplia discusión clínica. Hay quienes aducen que las fracturas no son del terreno psicoanalítico y prefieren derivarlas a un traumatólogo, pero terminan cayendo en una trampa, en la trampa lingüística que tiende la misma traumatología. ¿O no toman acaso los psicoanalistas a los hechos traumáticos como valioso material? Es necesario, pues, discriminar claramente los campos, para evitarlos extremos de una derivación inadecuada, o de un psicoanálisis encorsetado. ]

Me hice cargo de la situación, dejando para otro momento mis estudios e investigaciones teóricas. La práctica me llamaba. Le pregunté a la joven qué debería yo hacer si a Gustavito se le ocurría tener hambre mientras estaba a mi cuidado. Ella me respondió que esto difícilmente ocurriría, ya que recién acababa de amamantarlo, pero que, de todas maneras, en el bolsito que me dejaba había una mamadera preparada. Evidentemente, la mamadera había sido erigida por la madre en objeto transicional. Ahora había que ver si el pequeño Gustav la aceptaba como tal. La madre, en todo caso, demostraba no ser abandónica.

El pequeño Gustav seguía dormido, transitando su narcisismo, por lo que llegué a la conclusión de que cualquier interpretación sería rechazada. Más aun, ni siquiera sería tomada en cuenta.

"Parece que está cómodo así", proyecté. El que estaba cómodo era yo. Hasta pensé en seguir con la investigación que estaba realizando previamente a su llegada. Pero no. La práctica irrumpe en el contexto suspendiendo a la teoría. El pequeño Gustav se puso a llorar y un extraño aroma comenzó a invadir el ámbito de mi consultorio. De alguna manera, lo anal se hacía presente. La tensión flotaba en mi consultorio. Era necesario cambiar los pañales de Gustavito.

"Esta no es tarea fácil para un analista", pensé. Tenía que abandonar mi lugar de analista en el que tan cómodo me sentía, para pasar al acto, al temido acto. Me vi comportándome como la madre o el padre del pequeño Gustav, actuando la transferencia como en mis peores pesadillas de principiante. Luego, lo real del cuerpo, más precisamente de los olores provenientes del cuerpo, me reclamó. Era necesario cambiar los pañales del pequeño Gustav, y rápido.

El cambio de pañales resultaba más complejo de lo que pensaba y decidí supervisarlo. "Una supervisión de vez en cuando no viene mal, ni siquiera a un analista avezado como yo", pensé. Pero el caso era: ¿con quién? Sin duda, tendría que ser un analista con vasta experiencia clínica y, en lo posible, que tuviera hijos pequeños.

Llamé finalmente a mi colega la doctora Anafreudiana Traumengarten, que había trabajado durante más de dieciocho años en psicoanálisis de niños, y además había criado a diecisiete sobrinos, por lo que obviamente sabría cómo cambiar pañales.

La doctora se sintió muy complacida ante mi pedido de supervisión, a pesar de que mi llamada había interrumpido la elaboración de un sueño (propio), dado que se hallaba durmiendo. Ella me explicó que la técnica psicoanalítica ortodoxa no había elaborado exhaustivamente el método para cambiar pañales, por lo que no existía mucha bibliografía al respecto, pero que, de todas maneras, ella misma podía darme alguna ayuda. Me previno sobre el especial cuidado que hay que tener con el material que se exterioriza al cambiar pañales, para evitar un posible desborde que podría llevar a graves ataques histéricos al analista.


Me comentó finalmente que cierta vez tuvo que cambiar cuatro pañales en una misma sesión y casi se psicotiza. "Evidentemente, la catarsis nos sigue sorprendiendo", siguió.

Le agradecí su invalorable ayuda y corté.
Estaba como al principio, o peor, pues la urgencia seguía siendo tal. En casos como éste hay que dejar de lado la ortodoxia, concluí, y llamé a mi mujer, la que, sin ser psicoanalista, sabe cambiar pañales. Lo hizo rápidamente, el pequeño Gustav se calmó y volvió a su estado narcisista, durmiéndose plácidamente.

Mi mujer permaneció un rato contemplándolo.

—Qué lindo bebé —dijo.
—His majesty, the baby —le contesté.
—¿A quién se parece más: a la mamá o al papá? —preguntó.
—Desconozco aún su juego de identificaciones —le respondí.
Odio que interfieran en mi tarea, me molesta muchísimo que alguien venga a interrumpirme, aun si yo mismo lo llamo, como ocurrió en este caso. Son las contradicciones del deseo y la defensa, qué voy a hacer.
Tomando conciencia de que me molestaba la presencia de mi mujer a pesar de que yo la había llamado, le pedí que se retirase. Lo hizo. En el camino, se encontró con la madre del pequeño Gustav, que venía a buscarlo.

—Qué hermoso bebé —le dijo mi mujer.
—Gracias, señora —le respondió la mamá de Gustavito mientras acariciaba al niño, tratando de reparar su abandono parcial.
—¿Cómo se portó Gustavito? —me preguntó.
Yo no suelo informar a los parientes sobre la conducta o material de mis pacientes, pero entendí que en ese caso sí cabía la información, considerando la edad del bebé y que en realidad no era paciente mío. No aún, por lo menos. No había pronunciado la regla fundamental del psicoanálisis. Así que le hice a la madre un breve comentario acerca de lo que había ocurrido.


—Veo que con usted se comporta mucho mejor que con la niñera —me confió—. ¿No aceptaría cuidarlo dos veces por semana?
De esta manera establecimos el contrato, fijamos horarios y honorarios. Gustavito sería mi paciente.


El tratamiento (Parte 2)



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jueves, 18 de septiembre de 2008

La célula

Encontramos un video que explica la función, localización y estructura de las distintas partes de la célula. El audio es malo pero explica lo básico de la célula, para principiantes puede resultar interesante.





Habla de:
Membrana celular
Mitocondria
Cromatina
Ribosoma
Centríolo
Retículo endoplasmático
Citoplasma
Organelas, etc,

Duración: 00:07:45
Idioma: español

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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Otro Preguntero para Psicobiologia y van...

Preguntero de ejercicio para alumnos de Psicobiología Experimental 08.

1) Según los criterios del DSM IV ¿Cuál de los siguientes fármacos induce trastornos en el estado de ánimo?
a) Cafeína
b) Cannabis
c) Nicotina
d) Alucinógenos

2) ¿Cuál, de estos pares de psicofármacos, estaría integrado por dos compuestos químicamente homólogos?
a) Cafeína - Nicotina
b) Fenciclidina – Ketamina
c) LSD – Marihuana
d) IMAO – Clozapina

3) ¿Cuál, de éstos psicofármacos, tiene un efecto combinado sobre los receptores de dopamina (DA), serotonina (5HT), y/o norepinefrina (NE)?
a) Morfina
b) Ketamina
c) Barbitúrico
d) Cocaína

4) ¿Cuál, de los psicofármacos siguientes, NO actúa sobre las vías dopaminérgicas (DA)?
a) Inhibidor de la recaptación de norepinefrina y dopamina (IRND)
b) Morfina
c) Inhibidor de la MAO
d) Antipsicóticos atípicos

5) ¿Qué psicofármaco tiene acción bloqueante sobre la recaptación de neurotransmisores?
a) Nicotina
b) Ansiolíticos
c) Anfetamina
d) Antipsicóticos clásicos

6) ¿Qué psicofármaco es un “antagonista post-sináptico” de su vía específica?
a) Inhibidor reversible de la MAO A (IRMA)
b) Antidepresivos Tricíclicos (ATC)
c) Fencilcidina (PCP)
d) Benzodiacepinas

7) ¿Qué psicofármaco NO actúa como modulador alostérico de la actividad GABAérgica?
a) Nicotina
b) Barbitúricos
c) Alcohol
d) Benzodiacepinas

8) ¿Cuál de los siguientes fármacos tiene propiedades antihistamínicas?
a) Morfina
b) Clozapina
c) Fenciclidina (PCP)
d) Alucinógenos

9) Un estado melancólico, podría ser atenuado o revertido con:
a) Antagonistas de serotonina y dopamina (ASD)
b) Benzodiacepinas
c) Heroína
d) Inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS)

10) Que la fenciclidina (PCP) induzca un cuadro psicótico tan completo, implicaría que en esquizofrenia:
a) Hay aumento de histamina
b) Hay un déficit dopaminérgico
c) Hay un déficit glutamatérgico
d) Hay incremento en la actividad glicinérgica




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martes, 16 de septiembre de 2008

Psicoanálisis de la Adolescencia. Peter Blos. (Parte 3)

3. La elección de objeto adolescente
El estado mental y físico que generalmente se asocia con la adolescencia (tanto con la adolescencia temprana como con la adolescencia propiamente dicha) tiene cualidades muy diferentes a la fase preadolescente. La diferencia se muestra en una vida emocional mucho más rica, en una orientación dirigida a crecer, en un intento invencible para autodefinirse en respuesta a la pregunta: "¿Quién soy yo?" El problema de relaciones de objeto pasa a primer plano, como tema central, y sus variaciones tiñen la totalidad del desarrollo psicológico en las dos fases subsiguientes. Lo que diferencia este periodo de la preadolescencia es, por lo tanto, el cambio meramente cuantitativo de los impulsos. Es muy notorio el abandono de la posición regresiva preadolescente. La pregenitalidad pierde cada vez más el papel de una función satisfactoria siendo relegada a una actividad de iniciación -mental y física-. y da lugar al surgimiento de un nuevo componente instintivo, precisamente la anticipación del placer. Este cambio en la organización jerárquica de los impulsos y de su carácter definitivo e irreversible representa una innovación que influye en forma decisiva al desarrollo del yo. El yo, por así decirlo, toma sus señales de estos cambios en organización instintiva y elabora en su estructura una organización jerárquica en sus funciones y en sus pautas defensivas. Ambos adquieren al final de la adolescencia una fijación irreversible llamada carácter; esta estructura firme, -que emerge de estas fases -que en verdad está construida sobre los logros del periodo de latencia- no se completará sino hasta la fase de postadolescencia.

Mientras que la diferenciación entre preadolescencia y las dos fases que le siguen es bastante clara, es necesaria cierta justificación para presentar a "la adolescencia temprana" y la "adolescencia propiamente tal" como dos entidades separadas. En bases estrictamente observacionales esta definición está justificada, porque después de la preadolescencia se hace muy aparente un periodo de intentos repetidos de separación de los objetos primarios de amor. En la adolescencia temprana hay un resurgimientode amistades idealizadas con miembros del mismo sexo; los intereses sostenidos y la creatividad se mantienen en un nivel bajo y emerge la búsqueda un tanto torpe de valores nuevos -no simplemente de oposición-; en pocas palabras existe una fase de transición, que posee características propias antes de que se afirme la adolescencia.

Durante la adolescencia propiamente dicha, ocurre un cambio decisivo hacia la heterosexualidad y una renunciación final e irreversible del objeto incestuoso; Anny Katan (1937) ha sugerido llamar a este proceso "remover el objeto". Ciertos tipos de defensas, tales como la intelectualización y el ascetismo pertenecen a la fase de la adolescencia propiamente dicha. En general se hace muy notable una tendencia hacia la experiencia interna y al autodescubrimiento; de ahí la experiencia religiosa y el descubrimiento de la belleza en todas sus manifestaciones. Reconocemos que este desarrollo es una forma de sublimación del amor del niño por el padre idealizado y una consecuencia de la renuncia final a los objetos de amor tempranos. El sentimiento de "estar enamorado", y la preocupación por los problemas políticos, filosóficos y sociales es típico de la adolescencia. La ruptura franca con la forma de vida de la niñez ocurre en esta fase; a los años de la adolescencia tardía les corresponde la tarea de probar estos logros nuevos y de gran trascendencia al integrarlos en la experiencia total de la vida.

Al establecer las dos fases de adolescencia temprana y adolescencia propiamente dicha, estoy de acuerdo en la forma en que Helene Deutsch (1994) divide la adolescencia de la mujer, en "pubertad temprana" y "pubertad y adolescencia". En esta última fase, a la cual también llama "pubertad avanzada", son características las tendencias heterosexuales. Hago énfasis en lo característico que las unifica, principalmente al separarse del objeto y la busca de otro, por ejemplo el cambio definitivo hacia una separación de la familia y la organización jerárquica de los impulsos y de las funciones del yo. El ingrediente esencial de ambas fases es el darse cuenta de la situación social con angustia y culpa.

Desde luego que cualquier división en fases continúa siendo una abstracción, ya que en el desarrollo no hay una separación tan nítida. El valor de este tipo de formulación sobre las fases radica en que enfoca nuestra atención en una secuencia ordenada del desarrollo; las modificaciones psicológicas esenciales y las metas que caracterizan a cada fase, a mediada que siguen el principio epinegético del desarrollo. las transiciones son vagas y lentas y están matizadas con movimientos oscilantes. Durante las subsecuentes fases del desarrollo encontramos rastros grandes o pequeños del desarrollo adolescente que al parecer habían sido completadas, y que sin embargo persisten por periodo largos o cortos. Estas irregularidades son capaces de empañar el itinerario del desarrollo si lo aplicásemos un tanto rígida y literalmente.

Durante la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente dicha ocurre una profunda reorganización de la vida emocional con un estado de caos bien reconocido. la elaboración de defensas características con frecuencia extremas y también transitorias, mantiene la integridad del yo algunas maniobras defensivas de la adolescencia prueban tener un valor adaptativo y por consecuencia facilitan la integración de inclinaciones realistas, talentos, capacidades y ambiciones; no hay ninguna duda de que el ensamble estable en todas estas tendencias constituye un prerrequisito para la vía adulta en la sociedad.

El problema central de la adolescencia temprana y de la adolescencia propiamente dicha recae en una serie de predicamentos sobre las relaciones de objeto. La solución de este problema depende de las muchas variaciones por las que este tema atraviesa durante los años; estas variaciones determinan finalmente en forma genuina o espuria la adultez. estas variaciones recuerdan un poco la niñez, sólo tenemos que recordar que la necesidad del niño de ser amado se fusiona solamente en forma gradual con la necesidad de dar; la necesidad de que me hagan las cosas, se transforma en "hacer las cosas para otro". El papel pasivo de ser controlado es reemplazado en forma gradual y parcial por la necesidad del niño de control activo del mundo externo esta polaridad de actividad y pasividad reaparece durante la adolescencia como un problema crucial la ambivalencia tan característica de la adolescencia comprende no solamente las metas instintivas , activas y pasivas esto es igualmente cierto para el hombre y para la mujer. La rebelión en contra del superyo en el hombre adolescente representa con frecuencia la oposición en contra de tendencias pasivas femeninas que fueron parte esencial de la relación edípica del muchacho hacia su padre. Freud (1915) formula este problema en relación a la adolescencia de la manera siguiente: "no es sino hasta la terminación del desarrollo durante la época de la pubertad que la polaridad del sexo coincide con lo masculino y femenino. En lo masculino se concentra la actividad y la posesión del pene; lo femenino lleva como objeto la pasividad. la vagina se valora como un asilo para el pene, es una herencia de la matriz materna".

Antes de que haya una reconciliación y se alcance un equilibrio maduro entre las posesiones de actividad y pasividad, o con frecuencia una oscilación entre ambas, éstas caracterizan la conducta adolescente por algún tiempo. La temprana dependencia en la madre posee una atracción innegable para el adolescente de ambos sexos. Debemos advertir que los muchachos con frecuencia transfieren esta necesidad de dependencia pasiva al padre; en este caso, el muchacho entra en una constelación de impulsos homosexuales, los cuales pueden ser transitorios o duraderos. Cuando esta necesidad pasiva es sentida muy intensamente, por ejemplo ya sea por un muchacho sobreprotegido o severamente privado, más fuerte será la defensa en contra, por medio de fantasías y actos rebeldes y hostiles; las ideas paranoides son frecuentes este conflicto puede conducir a una rendición a los deseos pasivos, a una actitud demandante, dependiente, o la renunciación de los impulsos instintivos. esta última condición semeja muy cercanamente la posición del periodo de latencia. Con frecuencia la regla es una mezcla de todos estos intentos para estabilizar la polaridad activa-pasiva.

El tema de este conflicto refleja la modificación de los impulsos y los intentos de ponerlos en armonía con el yo, el yo ideal, el superyo y la condición somática de la pubertad. la polaridad de los impulsos de actividad y pasividad se ejercita en relación con el yo, con el objeto y con el mundo externo. Esta situación determina en gran mediada la elección de objeto adolescente, así como las pautas fluctuantes en el estado de ánimo de los adolescentes, los cambios en la conducta y los cambios en la capacidad de ver la realidad. Esta inestabilidad e incongruencia ha sido descrita con frecuencia como la característica general más significativa de la adolescencia, y esto en verdad es correcto para las fases de la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente dicha. Polaridades como las siguientes, es bien sabido, aparecen en un mismo individuo: sumisión y rebelión, sensibilidad delicada y torpeza emocional, profundo pesimismo, intensa fidelidad y cambios repentinos de infidelidad, ideas cambiantes y argumentos absurdos, idealismo y materialismo, dedicación e indiferencia, aceptación y rechazo impulsivo, apetito voraz, indulgencia excesiva y gran ascetismo exuberancia física o gran abandono estas pautas de conducta oscilantes reflejan cambios psicológicos los cuales no progresan en línea recta ni tampoco con un ritmo preciso. Los problemas de ambivalencia, narcisismo y fijación juegan un papel muy significativo; sus implicaciones serán discutidos en seguida.

Durante la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente dicha debe lograrse la renunciación de los objetos primarios de amor, los padres como objetos sexuales; los hermanos y substitutos paternos deben ser incluidos en este proceso de renunciación estas fases están relacionadas esencialmente con la renuncia a objetos y a la búsqueda de otros. Estos procesos reverberan en el yo produciendo cambios catécticos que influyen tanto las representaciones de objeto existentes como las autorrepresentaciones. debido a esto el sentido de identidad adquiere de aquí en adelante una desconocida labilidad.

Durante la adolescencia temprana y la adolescencia propiamente, los impulsos cambian hacia la genitalidad, los objetos libidinales cambian de preedípicos y edípicos a objetos heterosexuales no incestuosos. El yo salvaguarda su integridad por medio de operaciones defensivas; algunas de éstas son de carácter restrictivo para el yo y requieren de una energía catéctica para su mantenimiento mientras que otras muestran ser de carácter adaptativo para permitir la descarga de impulsos inhibidos (sublimación); éstas llegan a ser los reguladorespermanentes de la autoestimación.

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6

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viernes, 12 de septiembre de 2008

Spring Jazz Festival Patio Olmos 08



Durante los meses de Septiembre y Octubre, podés disfrutar del mejor jazz de Córdoba en el SPRING JAZZ FESTIVAL OLMOS 08. Seis encuentros en Patio Olmos con la presentación de las más destacadas bandas y solistas cordobeses de género.


Septiembre
Martes 9: Swing 69
Martes 16: Horacio Burgos Trío
Martes 30: María Fernanda Altamirano

Octubre
Martes 7: Gabriel Juncos Cuarteto
Martes 14: Guadalupe Gómez Trío
Martes 21: Ensamble Metropolitano

La cita es los días martes a las 20 hs. en Big Center de Patio Olmos.
Las invitaciones son sin cargo, y podés retirarlas en el stand de servicios al cliente del shopping a partir del miércoles anterior al show, de lunes a domingo de 10 a 22 hs.


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jueves, 11 de septiembre de 2008

Cocina básica para estudiantes


En nuestra primer entrada les transmitíamos cómo hacer lo que se llama “arroz blanco”, o sea sólo hervido. Les decíamos también que este servía para acompañar otras comidas que, si querés sacrificar el cuerpo puede ser una hamburguesa o un par de salchichas o una milanesa frita, pero si querés disfrutar del resto del día te recomendamos lo uses para acompañar un bife a la plancha o una milanesa al horno o una hamburguesa de soja (en otro momento vamos a pasarle la receta). También podés mezclarlo con otros ingredientes y hacer un solo plato (y ganar tiempo) que es lo que en esta entrada les vamos a comentar cómo hacerlo. La idea es mezclar el arroz blanco con huevo duro, arvejas y mayonesa. Recuerden que las recetas son siempre para dos personas.

Para hacer esto debemos aprender cómo hervir un huevo.

1- Buscar un recipiente pequeño. (Por supuesto de metal para poner al fuego)
2- Con el recipiente vacío, poner el huevo dentro y cubrirlo de agua fría hasta el doble de la altura del huevo. (No poner a hervir el agua y luego poner el huevo porque se puede romper)
3- Si el huevo estaba en la heladera colocarle al agua una pizca de sal (por si se rompe la cáscara no se filtra la clara), si el huevo está a temperatura ambiente no hace falta
4- Colocar el recipiente a fuego mediano o mínimo (depende de la presión con que llegue el gas a tu hornalla)
5- A partir de que el agua comience a hervir calcular diez (10) minutos y apagar el fuego
6- Inmediatamente escurrir el agua caliente y colocar el huevo debajo de la corriente fría
7- Después de un momento de pasarlo por agua fría, tomar el huevo, darle unos golpecitos en una superficie dura y quitarle la cáscara

Una vez hecho esto, cortamos el huevo en trozos pequeños y lo unimos al arroz (que les contamos cómo hacerlo en el entrada anterior) y a dos cucharadas de arvejas.

Salamos a gusto y le agregamos una cucharada de mayonesa. Mezclamos todo y listo.

Opciones: si te gusta picante podés ponerle un poquito de pimienta o jengibre.

También le da un toque muy interesante al paladar si le agregamos (siempre que te guste) un para de aceitunas negras picadas.
Aceptamos pedidos y sugerencias, solo tenés que comunicárnoslo a delirate@gmail.com
Buen apetito





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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Biografía de Melanie Klein

Klein Melanie, Nacida Reizes (1882-1960) Psicoanalista inglesa
Melanie Klein fue la principal guía intelectual de la segunda generación psicoanalítica mundial. Ella dio origen a una de las grandes corrientes del freudismo (el kleinismo) y, gracias a Ernest Jones, que la llevó a Gran Bretaña, contribuyó a la expansión considerable de la escuela inglesa de psicoanálisis. Transformó profundamente la doctrina freudiana clásica, y no sólo creó el psicoanálisis de niños, sino también una nueva técnica de la cura y del análisis didáctico, lo cual la convirtió en jefa de escuela. Su obra, compuesta esencialmente por una cincuentena de artículos y un libro (El psicoanálisis de niños), ha sido traducida a unos quince idiomas y reunida en cuatro volúmenes. A ellos se suma una autobiografía inédita y una importante correspondencia. La traducción francesa realizada en parte por Marguerite Derrida es de una calidad excepcional. A Melanie Klein se le han dedicado numerosas obras, entre ellas las de Harmah Segal, su principal comentadora, y la de Phyllis Grosskurth, su biógrafa. En 1991, R. D. Hinshelwood realizó un diccionario de los conceptos kleinianos.
Melanie Klein nació en Viena el 30 de marzo de 1882, hija de un judío polaco originario de Lemberg, Galitzia, que se convirtió en médico clínico al precio de una ruptura con padres tradicionalistas, y de una judía eslovaca, cuya familia, erudita y cultivada, era dominada por un linaje de mujeres. Melanie fue el cuarto vástago, poco deseado, de esa pareja que se entendía poco. Cuando a su vez se convirtió en madre, siguió sufriendo en su vida privada las intrusiones de Libussa, su propia madre, personalidad tiránica, posesiva y destructora.
La juventud de Melanie Klein estuvo marcada por una serie de duelos, muy probablemente responsables del sentimiento de culpa cuyas huellas se encuentran en su obra teórica.
Melanie tenía 4 años cuando su hermana Sidonie murió de tuberculosis a la edad de 8; tenía 18 años cuando desapareció el padre, físicamente disminuido desde mucho antes, dejándola sola frente a la madre; tenía finalmente 20 años cuando murió, agotado por la enfermedad, las drogas y la desesperación, su hermano Emmanuel, quien ejercía una fuerte influencia sobre ella y al cual estaba ligada por una relación de acentos incestuosos. Phyllis Grosskurth observa que Melanie se casó poco después de ese deceso, del que se sentía culpable, lo cual, añade la biógrafa, "fue probablemente el objetivo de Emmanuel".
Las dificultades económicas que siguieron a la muerte del padre parecen haber sido la causa de su renuncia a los estudios de medicina, que había decidido realizar para convertirse en psiquiatra. Esas mismas dificultades explican también su matrimonio precipitado, en 1903, con Arthur Klein, un ingeniero de carácter desconfiado que había conocido dos años antes, y del que se divorció en 1922. En 1910, por insistencia de Melanie, crónicamente depresiva, la pareja, cuyas esaveniencias eran mantenidas por las incensantes intervenciones de Libussa, se estableció en Budapest. En 1914 murió la madre y nació el tercer vástago, Erich Klein (futuro Eric Chyne), a quien Melanie analizaría, lo mismo que a Hans y Melitta, el hermano y la hermana mayores. Pero ese año de 1914 fue también el de su primera lectura de un texto de Sigmund Freud, Sobre el sueño, y de su primera entrada en análisis con Sandor Ferenczi.
Muy pronto Melanie Klein comenzó a participar en las actividades de la Sociedad Psicoanalítica de Budapest, de la que se convirtió en miembro en 1919. Antes, el 28 y 29 de septiembre de 1918, bajo la presidencia de Karl Abraham, en esa ciudad, que Freud consideraba el centro del movimiento psicoanalítico, se había reunido el V Congreso de la International Psychoanalytical Association (IPA). Ésa fue la primera vez que Melanie Klein vio a Freud: lo escuchó leer en la tribuna su comunicación "Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica" y, fuertemente impresionada, tomó conciencia de su deseo de dedicarse al psicoanálisis. En 1919, impulsada por Ferenczi, presentó en la Sociedad Psicoanalítica de Budapest su primer estudio de un caso, dedicado al análisis de un niño de 5 años, que en realidad era su propio hijo Erich. Una versión refundida de esa intervención, en la cual enmascaró la identidad del joven paciente llamándolo Fritz, se convirtió en su primer escrito, publicado en el Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse. Un año después, una tercera versión de ese mismo trabajo apareció en lmago: "El niño del que se trata, Fritz, es hijo de miembros de mi familia que habitan en mi vecindad inmediata. Esto me ha permitido encontrarme a menudo, de modo natural, cerca de él. Además, como la madre sigue todas mis recomendaciones, puedo ejercer una gran influencia sobre la educación de su hijo."
El terror blanco y la ola de antisemitismo que se abatieron sobre Budapest después del fracaso de la dictadura comunista de Bela Kun (1886-1937) obligaron a los Klein a dejar la capital, y después a exiliarse. En 1920 Melanie Klein participó en La Haya en el Congreso Internacional de la IPA. Allí conoció a Hermine von Hug-Hellmuth y, sobre todo gracias a la recomendación de Ferenczi, a Karl Abraham. Éste, con la ayuda de Max Eitingon, acababa de fundar el famoso Policlínico del Berliner Psychoanalytisches Institut (BPI), donde se atendía a numerosos pacientes traumatizados por la guerra. Atraída por la personalidad de Abraham y la vitalidad del grupo de analistas que lo rodeaba, Melanie Klein se instaló en 1921 en la capital alemana. Un año después pasó a ser miembro de la Deutsche Psychoanalytische Geselischaft (DPG) y, en septiembre de 1922, asistió al VII Congreso de la IPA, en cuyo transcurso participó en las primeras escaramuzas sobre la cuestión de la sexualidad femenina, después de la impugnación de las tesis freudianas por Karen Horney.
A principios de 1924, Melanie Klein emprendió un segundo análisis con Karl Abraham, de quien iba a tomar algunas ideas para desarrollar su propia perspectiva sobre la organización del desarrollo sexual. En abril, en el VIII Congreso de la IPA en Salzburgo, presentó una comunicación muy discutida sobre el psicoanálisis de niños pequeños, en la cual comenzó a cuestionar ciertos aspectos del complejo de Edipo. Respaldada por Abraham, también contó con el apoyo de Ernest Jones, el cual, seducido por ese discurso contestatario, llegó incluso a intervenir ante Freud para que éste prestara atención a esas declaraciones de acentos heréticos. El 17 de diciembre del mismo año, Melanie viajó a Viena para leer una comunicación sobre el psicoanálisis de niños en la Wiener Psychoanalytisches Vereinigung (WPV): allí enfrentó directamente a Anna Freud. A partir de ese momento se abrió el debate sobre qué debía ser el psicoanálisis del niño: una forma nueva y mejorada de pedagogía (posición defendida por Anna Freud), o (como lo sostenía Melanie Klein) el lugar de la exploración psicoanalítica del funcionamiento psíquico desde el nacimiento.
En Berlín, Melanie Klein se hizo amiga de Alix Strachey, que también estaba en análisis con Abraham. Con la ayuda de su esposo, James Strachey, que se había quedado en Londres, Alix introdujo a Melanie en la British Psychoanalytical Society (BPS). Gracias también al apoyo de Ernest Jones, Melanie pudo dar una serie de conferencias en Londres, en julio de 1925. Esa estada en Inglaterra le encantó, al punto de despertar en ella el deseo de establecerse al otro lado de la Mancha, deseo que iba a realizarse mucho antes de lo que ella imaginaba, en razón de la muerte de Karl Abraham en diciembre de 1925. Por pedido de Jones, que la invitó a pasar un año en Inglaterra, Melanie Klein dejó Berlín en septiembre de 1926. Esa instalación londinense marcó de hecho el inicio de las hostilidades entre la escuela vienesa y la escuela inglesa: a pesar de los esfuerzos de Jones para convencerlo de que las tesis kleinianas se inscribían en la lógica de las suyas, Freud, que quería respaldar a Anna, puso de manifiesto un descontento creciente.
En Londres, Melanie Klein experimentó con sus teorías tomando en análisis a los hijos perturbados de algunos de sus colegas: por ejemplo el hijo y la hija de Jones. Su personalidad invasiva suscitaba pasiones y rechazos a su alrededor. En marzo de 1927 Anna Freud leyó una comunicación ante el grupo berlinés de la DPG: se trataba en realidad de un ataque en regla contra las tesis kleinianas en materia de análisis de niños. En mayo de ese mismo año, las ideas de Anna fueron discutidas en Londres en el marco de un simposio sobre el psicoanálisis de niños. Hubo críticas, y Freud se irritó. El diferendo entre las dos mujeres no cesó de intensificarse; se refería sobre todo a la oportunidad del análisis del niño: parte integrante de la educación general de toda criatura, según Melanie Klein, o sólo necesario si manifestaba una neurosis, a juicio de Anna, quien además circunscribía ese análisis a la expresión del malestar de los padres, mientras que Melanie Klein autonomizaba a la criatura, tanto en su demanda como en la cura.
En septiembre de 1927, en el X Congreso Internacional organizado en Innsbruck, el conflicto adquirió amplitud: Klein presentó una comunicación, "Los estadios precoces del conflicto edípico", en la cual expuso sus desacuerdos con Freud sobre la ubicación en el tiempo del complejo de Edipo, acerca de sus elementos constitutivos, y en cuanto al desarrollo psicosexual diferenciado de varones y niñas. En octubre, con el apoyo y la confianza renovados de Jones, Melanie fue aceptada como miembro de la BPS.
En enero de 1929 tomó en análisis a un niño autista de 4 años, hijo de uno de sus colegas de la BPS, al cual denominó Dick. Muy pronto advirtió que Dick presentaba síntomas desconocidos para ella. No expresaba ninguna emoción, ningún apego, y no se interesaba en el juego. Para entrar en contacto con él, puso dos trenes lado a lado, y designó al más grande como "tren-papá", y al pequeño como "tren-Dick". Dick hizo deslizar el tren que llevaba su nombre, y le dijo a Melanie: "¡Corta!" Ella desenganchó la vagoneta del carbón, y el niño la guardó entonces en un cajón, exclamando: "¡Se fue!" El historial se hizo tanto más célebre cuanto que demostraba que los propios psicoanalistas podían no brindar a sus hijos el amor que éstos esperaban de ellos.
Dick siguió en análisis con Melanie Klein hasta 1946, a pesar de una interrupción durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando lo conoció Phyllis Grosskurth, él ya tenía unos 50 años, y nada que ver con el niño encerrado en sí mismo de antaño. Era incluso francamente hablador.
En 1932 Melanie Klein publicó su primera obra de síntesis, El psicoanálisis de niños, en la cual expuso el armazón de sus futuros desarrollos teóricos, sobre todo el concepto de posición (posición esquizo-paranoide/posición depresiva), así como su concepción ampliada de la pulsión de muerte. Pero ese mismo año, que aparentemente iniciaba para ella un período de calma institucional, su vida privada se vio perturbada por conflictos que, unos años más tarde, tendrían graves repercusiones en su vida profesional. Su hija Melitta Schmideberg, casada con Walter Schmideberg, un pariente de los Freud y de Ferenczi, se convirtió en analista. Sin advertirlo, Melanie había repetido con su propia hija el comportamiento de Libussa. Melitta tomó distancia respecto de Melanie en el curso de su reanálisis con Edward Glover. Muy pronto sería públicamente respaldada en esa actitud por su analista, quien no vaciló en aprovechar las tensiones familiares para reforzar sus propias posiciones teóricas frente a Melanie.
A partir de 1933, Melanie Klein, que sufría los ataques incesantes de Glover y Melitta, vio con terror la llegada a Londres de los analistas vieneses y berlineses que huían del nazismo. Le confió a Donald Woods Winnicott que, en la instalación de esos refugiados que eran en su mayoría hostiles, presentía la inminencia de un "desastre". Unos meses después del arribo de los Freud a Londres, las hostilidades estallaron efectivamente. En julio de 1942, la tensión en el seno de la BPS llegó a un punto crítico. Mientras Londres estaba siendo bombardeada, se tomó la decisión de realizar reuniones para discutir los puntos de desacuerdo científico y clínico. Así se inició el período de las Grandes Controversias, inaugurado por un ataque en regla de Edward Glover contra la teoría y la práctica de los kleinianos. Ernest Jones, en quien Melanie Klein creía tener un aliado fiel, se eclipsó a menudo de un escenario en el que los actores eran esencialmente mujeres, unas agrupadas alrededor de Melanie, y las otras en torno a Anna Freud. Los enfrentamientos fueron de tal intensidad que Donald Woods Winnicott, partidario de Melanie, una noche tuvo que interrumpir los debates para señalar que estaban en medio de un bombardeo, y era urgente ponerse a resguardo.
En noviembre de 1946, después de interminables negociaciones marcadas sobre todo por la renuncia de Edwar Glover, se llegó a un ladys agreement -no siempre respetado-, como resultado del cual se institucionalizó una partición de la BPS entre kleinianos, annafreudianos e Independientes.
En 1955, Melanie Klein, que no había perdido nada de su dinamismo y su agresividad, intervino de una manera también estruendosa en el Congreso de la IPA en Ginebra, presentando una comunicación titulada "Un estudio sobre la envidia y la gratitud", en la cual desarrollaba el concepto de envidia, articulado como extensión de la pulsión de muerte, a la cual ella le daba un fundamento constitucional. De tal modo establecía el vínculo con quien ella siempre había considerado su maestro, Karl Abraham. Y ponía en marcha una nueva controversia que, si bien no tuvo la amplitud de las anteriores, la llevó a una ruptura con Winnicott y con Paula Heimann (que había sido el más inteligente y feroz de los adversarios de Glover en 1943).
Nunca reconciliada con su hija Melitta, dejando inconclusa una autobiografía fragmentaria y selectiva, Melanie Klein murió de un cáncer de colon en Londres, el 22 de septiembre de 1960.


Diccionario de Psicoanálisis. Elisabeth Roudinesco y Michel Plon

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martes, 9 de septiembre de 2008

Las causas de la Histeria (Parte 4). Juan D. Nasio

4-EL SUFRIMIENTO DEL SÍNTOMA DE CONVERSIÓN ES EL EQUIVALENTE DE UNA SATISFACCIÓN MASTURBATORIA
Conversión
El tercer desenlace de la lucha con la represión, el que aquí nos interesa, consiste en la transformación de la carga sexual excesiva en influjo nervioso igualmente excesivo que, actuando como excitante o como inhibidor, provoca un sufrimiento somático. Así pues, la conversión se define, desde el punto de vista económico, como la transformación de un exceso constante de energía que pasa del estado psíquico al estado somático.. Este salto de lo psíquico a lo somático, que es aún hoy un interrogante abierto, podría describirse así: la sobrecarga energética se suelta del collar de la representación intolerable, conserva su naturaleza de exceso y resurge transformada en sufrimiento corporal, sea en forma de hipersensibilidad dolorosa o, por el contrario, en forma de inhibición sensorial o motriz. Puesto que en el paso de lo psíquico a lo físico el exceso de energía permanece constante —es decir, siempre desmedido—, podemos admitir que el sufrimiento de un síntoma somático es una energía equivalente a la energía de excitación del trauma inicial o, para ser más exactos, a aquel exceso de afecto sexual que comparábamos con un orgasmo.
Esta permanencia de un mismo exceso de energía justificaría la impresión del psicoanalista cuando, ante manifestaciones somáticas de carácter histérico, acaba reconociendo en ellas la expresión sustitutiva de un orgasmo sexual. Para ser más precisos, de un orgasmo obtenido por masturbación, pues no olvidemos que la sexualidad del histérico es esencialmente una sexualidad infantil. Una repentina mancha roja en el cuello de un paciente histérico al final de una sesión puede ser considerada, desde el punto de vista psicoanalítico, como el equivalente cutáneo de un orgasmo. Vómitos atípicos, enuresis en un niño, una crisis de llanto, una afonía o una parálisis histérica de la marcha constituirán, en definitiva, la manera irregular y neurótica de que se vale el histérico para vivir su sexualidad infantil. Así pues, los síntomas de conversión han de ser tenidos por equivalentes corporales de satisfacciones masturbatorias infantiles.
En consecuencia, de los tres fracasos de la represión fracaso por desplazamiento de la sobrecarga de una representación a una idea en la neurosis obsesiva, fracaso por proyección de la sobrecarga del interior psíquico al mundo exterior en la neurosis fóbica, y fracaso por conversión de la sobrecarga en el síntoma somático, este ultimo constituye el mecanismo específico de la histeria. De aquí en más, Freud sustituirá la antigua denominación de "histeria de defensa" por la expresión "histeria de conversión".

Organización del material:

1-Nuestra lectura de la primera teoría de Freud: el origen de la histeria es la huella psíquica de un trauma

2-La histeria es provocada por una defensa inadecuada del yo: la represión

3-La histeria es provocada por el fracaso de la represión la conversión

4-El sufrimiento del síntoma de conversión es el equivalente de una satisfacción masturbatoria

5-La elección de órgano, asiento de la conversión

6-El síntoma de conversión desaparece si cobra un valor simbólico, el que produce la escucha del psicoanalista

7-Nuestra lectura de la segunda teoría de Freud: el origen de la histeria es un fantasma inconsciente

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lunes, 8 de septiembre de 2008

Paro de ADIUC

10 de septiembre: paro nacional de docentes universitarios

Fue dispuesto por el Plenario de Secretarios Generales de CONADU, ante la negativa del Ministerio de Educación de abrir nuevamente la Mesa Nacional de Negociación Salarial, para discutir una actualización de haberes que permita cubrir el desfasaje provocado por la inflación.



Ante la negativa de las autoridades del Ministerio de


Educación de la Nación de realizar la reapertura de la Mesa Nacional de Negociación Salarial, el Plenario de Secretarios Generales de la Federación Nacional de Docentes Universitarios (CONADU), resolvió iniciar un plan de lucha en las Universidades Nacionales que contempla la realización de paros progresivos y rotativos.
Las medidas comenzarán el día 10 de septiembre con un paro de 24 horas y afectarán las actividades en las Universidades de San Luis, Mar del Plata, La Plata, Santiago del Estero, Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Formosa, Río Cuarto, Entre Ríos, Chilecito, UBA y Rosario.

Durante la jornada de paro, CONADU prevé la realización de un nuevo Plenario de Secretarios Generales para evaluar los alcances de la medida de fuerza y definir las acciones futuras.

Al mismo tiempo la conducción de la Federación remarcó que “la medida de fuerza, prevista para la semana que viene, se inscribe en el marco del reclamo de la pronta aprobación de la ley de jubilación del 82% móvil que cuenta con media sanción del Senado Nacional desde hace 9 meses y que “inexplicablemente” ha sido demorada en las Comisiones de Previsión, de Educación y de Presupuesto de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación”.



Construyendo una alternativa democrática distinta que unifique la lucha docente universitaria

Compañeros: tal y como preveíamos la respuesta del gobierno a las posiciones genuflexas de algunos dirigentes de CONADU ha sido (una ves más) cerrar las puerta a la dignificación del trabajo y de la jubilación de las y los docentes universitarios.

Desde hace mucho tiempo venimos impulsando la necesidad de consolidar nuestro plan de lucha, en primer lugar junto a los compañeros de Río Cuarto y Rosario intentando también sumar a otros gremios hermanos para seguir, desde las bases, construyendo una alternativa democrática distinta que unifique la lucha docente universitaria.

Nuevamente quedan demostradas las razones de nuestras sospechas: un gobierno que no ha variado la inversión en Educación Superior (sigue siendo el 0,6 del PBI desde el 2005) muy lejos está de resolver la problemática del salario docente universitario por la vía del diálogo sin lucha.

Nuevamente queda demostrado que debemos abrir esta posibilidad desde la lucha que ha sido el único camino que nos permitió conquistar reivindicaciones.

En comunicación con los compañeros de Rosario y Río Cuarto estimamos que debemos garantizar el paro del día 10 de septiembre y sumar una jornada nacional de duelo para los días 11 y 16 de septiembre (días del maestro y del profesor universitario respectivamente) por la situación docente universitaria y de la Educación Pública en general.

También se propuso que a la reunión del Plenario de Secretarios Generales del día 10, solo debemos concurrir si hay una propuesta concreta y por escrito por parte del gobierno, de no ser así, convocar a un paro de 48 hs. la semana siguiente.



En Córdoba

Invitamos a delegados (as) de ADIUC a discutir sobre la modalidad y la continuidad del plan de lucha. Las y los docentes de la UNC debemos profundizar los reclamos locales y proponer al movimiento estudiantil actividades de movilización.

Desde ADIUC convocamos a delegados y delegadas para evaluar la situación, el próximo lunes 8 de septiembre a las 19 hs. en sede de gremial. Es necesario posibilitar el mandato por cada unidad académica, e importante nuevamente contar con la presencia de todos y todas.

La continuidad y la profundización de la lucha docente es la única garantía de defender nuestra dignidad.

Un abrazo solidario

David Dib
Secretario General de ADIUC

Eduardo Maturano
Secretario Gremial de ADIUC

Fuente: ADIUC
servotros

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