lunes, 16 de junio de 2008

Una Introducción a Lacan (Parte 2)

2- El Sujeto
Para empezar vamos a delimitar la concepción del sujeto que hay en Lacan, para lo cual seria pertinente considerar el titulo de uno de sus escritos: "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano". ¿Cuál es el sujeto que subvierte el psicoanálisis en tanto funda el inconsciente, esto es, el inconsciente freudiano? El sujeto subvertido es el sujeto de la concepción clásica, que fue ceñida por el campo de la filosofía.
Tomemos el sesgo que nos ofrece la teoría del conocimiento en el campo de la filosofía para mostrar como aparece articulada la relación sujeto-objeto. La teoría del conocimiento parte de la presuposición del sujeto y el objeto, en tanto no construidos, sino dados. Para ilustrar este punto Lacan recurre a un juego de palabras: connaissance, co-naissance, co-nacimiento de ambos.
Supuesta la connaturalidad, el conocimiento aparece definido por una relación de hecho entre el objeto y el sujeto. El sujeto quiere conocer, el objeto quiere ser conocido. El sujeto solo es sujeto para el objeto y el objeto es solo objeto para el sujeto. Y esto es así porque la relación sujeto-objeto preexiste; no aparece construida sino descripta.
El planteo desde el sujeto es salir de si e ir en busca del objeto, el objeto es arrastrado hacia el sujeto, pero esto no quiere decir que el objeto pasa en su totalidad al campo del sujeto, sino que lo que queda en el sujeto es lo que se llama la representación. Así tenemos tres términos: sujeto - representación - objeto, que definen tres espacios teóricos: psicología - lógica - ontología.
Hemos descripto la relación de conocimiento desde el sujeto; considerada desde el objeto es el pasaje de las propiedades al sujeto. Aquí aparece el problema fundamental de la teoría del conocimiento, que es la cuestión de la verdad. Tenemos: sujeto, representación y objeto; sabemos que la representación es lo que hay del objeto en el sujeto o, dicho de otra manera, es lo que el sujeto puede representarse del objeto. La coincidencia entre la representación y el objeto es la verdad; luego la verdad aparece definida como adecuación representación - objeto, el objeto mismo no puede ser reputado como verdadero o falso.
La verdad es entonces un buen encuentro entre el sujeto y el objeto mediado por una representación adecuada; no es una broma decir que teniendo representaciones adecuadas el sujeto puede copular satisfactoriamente con el objeto. ¿Acaso no les evoca esto las concepciones instintivistas? Tal vez si definiéramos el instinto podríamos ver mejor esta relación. Viaud dice: "Los instintos de los animales son comportamientos que tienen caracteres específicos muy claros, es decir, que pertenecen a tal especie animal y no a tal otra; que solo presentan poca variabilidad de un individuo al otro en el seno de una misma especie; que están formados por acciones mas o menos complicadas que se presentan a menudo en una sucesión, si no irreversible, al menos poco propicia a los desordenes, y que tienden manifiestamente hacia fines cuya importancia es capital para la vida de los organismos." De esta definición se desprende un objeto y un fin invariables; agreguemos que una vez alcanzado el fin el objeto no se conserva hasta tanto no resurja la necesidad. El instinto produce en el organismo una representación imaginaria, queremos decir una imagen, del objeto. Lo que se advierte es que para el animal no se plantea la cuestión de la verdad.
Veamos que pasa con la sexualidad humana. Es tan poco especifica que en lo que atañe al objeto puede simular ser de otra especie. En este sentido las perversiones enseñaron a Freud que sin escapar del campo de la sexualidad se pueden plantear desviaciones respecto al objeto y al fin considerados normales. Mas aún, un caso que parece responder al objeto y al fin normales es el que mas demuestra la falta de adecuación de la sexualidad humana: la necrofilia. Cuando llega a este punto Freud dice: " iBasta ya de horrores!". ¿Acaso un animal podría horrorizarse ante la conducta sexual de un congénere?
Hasta tal punto se subvierte la postura clásica instintivista que Freud, guiado por su experiencia, se ve llevado a preguntarse en "Psicología de las masas y análisis del yo" como es posible que el objeto se conserve. ¿Que es lo que viene a interferir en el encuentro con el objeto? Es lo mismo que preguntar ¿que es lo que distingue al hombre del animal? Seguramente la diferencia la encontraremos referida al campo de la representación. Hemos visto que el animal tiene una representación adecuada del objeto, a diferencia del hombre, a quien se le plantea de continuo el problema de la verdad, precisamente porque puede engañarse.
Dijimos que al animal no se le plantea el problema de la verdad, lo que no implica que no pueda fingir. El hombre puede hasta fingir que finge, puede decir la verdad fingiendo que miente. Observen ustedes que hemos dicho "decir", lo que introduce la verdadera diferencia entre el sujeto humano y el animal: el lenguaje. Se habla de un lenguaje animal cuyo paradigma, el lenguaje de las abejas, fue formulado por Karl Von Frisch. ¿Es similar al lenguaje humano? Masotta, bromeando marcaba la diferencia: ¿han visto alguna vez a una abeja que haga un chiste y envíe a sus compañeras en dirección equivocada?
Comenzando por la concepción clásica del sujeto fuimos a dar en la cuestión del lenguaje. Tal vez sea necesario revisar ahora someramente las teorías del lenguaje que acompañan a dicha concepción, puesto que dogmáticamente podríamos establecer que la teoría que se tiene del sujeto depende de la teoría que se tiene del lenguaje.
Veamos algunas de estas posiciones. Habíamos establecido que la representación mediaba entre el sujeto y el objeto; si el acento cae sobre el objeto se despliega una teoría realista, si el acento cae sobre el sujeto la teoría es nominalista. La posición realista consiste entonces en la identificación de la representación con el referente, de manera tal que el signo queda conceptualizado como el nombre de la cosa. Ustedes ven que de lo que se trata es de la transparencia de la representación, donde se desprecia toda reflexión sobre la estructura de los signos, privilegiándose lo que resulte de su relación con las cosas. La posición opuesta, dijimos el nominalismo, acentúa la representación con relación al sujeto. El acto de representar significa constituir un significado para el sujeto de manera tal que el signo se transforme en opaco respecto de la cosa. Ahora aparece una reflexión sobre la estructura de los signos, cosa que en el realismo no existía. Se ve entonces que el nominalismo considera a la representación como dependiente del sujeto e independiente de la cosa.
Ferdinand de Saussure suspende el problema de la representación privilegiando la cuestión semiológica. Pone entre paréntesis el problema de saber si la representación atañe al sujeto o al objeto y reflexiona sobre el hecho simple y verificable de que cuando la gente habla se entiende. Lo veremos en la próxima clase.

Partes publicadas:

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

Parte 5

Parte 6

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