4. EL SIGNIFICANTE Y LA LETRA. EL ALGORITMO
En la clase anterior vimos cómo Saussure fundaba la lingüística moderna. Podemos decir que Lacan articula, no decimos comienza, su reflexión sobre el significante interrogando al signa saussureano. Para esta clase tomaremos como referencia el escrito: "La instancia de la letra ... " y algunas reflexiones que aparecen en el libro "El Título de la letra" de Nancy y Lacoue-Labarthe. que es un comentario sobre dicho escrito. De este libro Lacan afirmó en Encore que los autores lo leyeron bien, precisamente porque no Ie suponían un saber, porque no lo amaban. En verdad, escribían para criticarlo. Nuestra referencia a este libro no implica que por nuestra parte, estemos de acuerdo con la totalidad de las ideas allí expuestas. Por ejemplo, pensamos que los autores confunden significante y letra; nosotros habíamos dicho que según sea la teoría del lenguaje será la teoría del sujeto. Por lo tanto creemos que es pertinente marcar esta distinción (entre letra y significante) para entender de que sujeto se trata en Lacan. Al final retomaremos este tópico.
En un comienzo se trata de la destrucción del signo saussureano, que como ustedes recordaran se escribía así:
Lacan, al leer a Saussure desde Freud produce una notación diferente.
Siendo S significante y s significado. Lacan nombra a esta notación algoritmo, esto es, una notación que determina una serie de operaciones ordenadas, un modo de cálculo. Si quieren comprobar cómo una notación es determinante, traten de hacer una multiplicación con números romanos y verán la diferencia con una hecha con números arábigos.
Ahora comparemos las dos formas de notación. En primer lugar encontramos una inversión de los términos y la desaparición del paralelismo: aparecen S y s, señalando una primacía del significante. También desaparece la elipse, que garantizaba la unidad del signo y marcaba la relación positiva que Saussure llamaba significación. Ya no se trata de las dos inseparables caras del signo sino de dos etapas del algoritmo. La barra, entonces, lejos de indicar relación indica separación de dos órdenes diferentes. Debemos agregar, lo que ya es redundar, que se pierde la biunivocidad designada por las flechas.
Acentuemos la importancia de la barra, puesto que esta trastoca la idea saussureana de relación para precipitar la idea de resistencia, que confirma la ruptura del signo y con ello la primacía de un orden: el significante.
Ahora la pregunta es como mantener los conceptos interiores al signo, a saber: significante, significado y significación, si el signo ha sido destruido. En otros terminos, ¿como es posible explicar esos conceptos impidiéndoles funcionar como signo?
Fíjense que cuando comenzamos a hablar del lenguaje reparamos en la cuestión de la representación y dijimos que el lenguaje representaba, según los realistas, o no representaba, según los nominalistas, los objetos. Si postulamos que la barra es relación, como dice Saussure, no salimos del problema de la representación; si bien ya no se trata de la cosa y su nombre, si se trata de un significante que representa a un significado. En cuanto a la representación Lacan escribe: "Estas consideraciones, por muy existentes que sean para el filosofo, nos desvían del lugar desde donde el lenguaje nos interroga sobre su naturaleza. Y nadie dejara de fracasar si sostiene su cuestión, mientras no nos hayamos desprendido de la ilusión de que el significante responde a la función de representar al significado, o digamos mejor: que el significante debe responder de su existencia a titulo de una significación cualquiera."
Veremos ahora cuales son los elementos que sobreviven a la destrucción del signo y que función cumplen. Lacan propone el siguiente esquema:
Este esquema propone por encima de la barra, en el lugar del significante, la inscripción de dos términos: caballeros - damas. Por debajo, dos puertas absolutamente iguales. Observen arriba dos "palabras" diferentes, abajo dos puertas iguales. Esto en Saussure se hubiese sostenido por la teoría del valor que habría consolidado la relación positiva significado-significante, lo que daría por resultado la constitución de dos signos. Pero las puertas deberían haber tenido algo que las diferenciara en cuanto al significado, por ejemplo las siluetas de un hombre y una mujer. Noten que para comparar mejor y de acuerdo con Benveniste y Barthes, invertimos los términos quedando el signo saussureano con el significado abajo.
Lacan plantea que en el piso de arriba hay una pura diferencia, que es la característica fundamental del significante. Si tuviéramos que decir que hay en el piso inferior, en tanto son dos puertas por ahora no diferenciables, diríamos por el momento lo "significable". Que es aquello que por sufrir la impronta del significante se elevara a la categoría del significado. En todo caso la diferencia en el piso inferior no es una diferencia dada sino producida por la diferencia significante. Se habrán dado cuenta que se trata de baños y tratándose de ellos se trata de prohibiciones, esto es, de una ley de segregación urinaria respecto de la diferencia de sexos. Lo importante es que esta ley no podría hacer su entrada en lo indiferenciado si no hubiese significantes que establecieran la diferencia.
Sintéticamente podemos establecer tres pasos lógicamente ordenados:
1) En el lugar del significante se establece una diferencia.
2) Esta diferencia produce un corte en lo real.
3) El significante hace entrada en el campo del significado (ahora efecto del significante).
Entonces, a partir de la diferencia que instituye el significante en lo indiferenciado, los sujetos hablantes encontrarán su lugar. Demos un rodeo, ¿podría decirse que en lo real las cosas tienen un lugar? Supongan que de los tres tomos de Freud tienen dos en la biblioteca y uno prestado; en lo real cada libro esta en el lugar en que esta y, estrictamente, no podría decirse que tengan un lugar. Sólo podríamos decir que uno de los tomos falta, que no esta en su lugar, si partimos de que son tres tomos. Hemos usado adrede la palabra falta en tanto recubre dos matices diferentes. Por un lado alude a una carencia ("me falta algo"), por otro a un aspecto moral ("falté a los preceptos religiosos"). Estos son dos matices de la ley que suponen localización e imperativo. Nuevamente nos encontramos con que esta ley no podría existir sin el significante. Tal vez en el ejemplo de los baños la cuestión de la ley fuera mas clara por tratarse de un pacto social que dice que los hombres y las mujeres no deben compartir los baños públicos; en el ejemplo de los tres tomos también hay una dimensión legal en juego que ordena que deben ser tres. Destaquemos que no es que lo real divida al significante, sino que las diferencias significantes dividen lo real. Que no se va de lo real al significante se puede ejemplificar con la tabla de Mendeleiev que esta construida según una ley que ordena los elementos químicos en función del aumento de una valencia. Esto permitió conjeturar elementos desconocidos y posibilitar su hallazgo, es decir construir elementos a partir de un orden significante.
Ya es evidente entonces que el significante no será mas la otra cara del signo, sino una operación en la que se articula una ley.
Saussure hablaba de significación en términos de relación positiva entre significado y significante y relación negativa entre signos. Lacan hablara de significancia en términos de articulación entre significantes que producirán efectos de significado. Lo importante es la acentuación de la barra que se dirige directamente a privilegiar la función del significante, de manera tal que no se lo pueda tomar como un elemento del signo. Por significante entenderemos un significante sin significación. Aunque sea impensable un significante sin efecto de sentido. No se trata de representación de un significado, digamos por ahora que tendrá una función de representante para otro significante. De hecho el significante se define por la relación y la diferencia con otro significante; desde aquí se puede decir que no necesariamente coincide con la palabra O a del juego del Fort Da (es la madre quien dice que dice) adquieren valor significante por su oposición. El significante no es ni el fonema (rasgo diferencial del sonido), ni la palabra, ni la frase, aunque cualquiera de estos puede jugar como significante en tanto opuesto a otro. El significante no se encuentra aislado sino que hace cadenas con otros que se despliegan en dos órdenes: uno de la simultaneidad y otro de la contigüidad.
Para ir a la cuestión de la letra tomaremos como referencia los seminarios de Lacan: "Encore" y “…ou pire". Pedimos disculpas por tener que ser algo esquemáticos por ahora.
El significante, aunque es una dimensión introducida a partir de la lingüística, no pertenece a su dominio. Lacan decía que la lingüística, como toda ciencia, define su objeto (la lengua , y en la construcción de este objeto se definió al significante) y agregaba que los lingüistas lo acusaron de hacer un uso metafórico de la lingüística porque no podían concebir al significante mas que como ellos lo habían definido. De hecho, su objeto fue construido ejerciendo una operación de dominio sobre el significante, dominio que se hace Amo del significante.
Desde esta perspectiva resultaría inevitable pensar un sujeto que dominara el malentendido. El giro que produce el psicoanálisis consiste en despojar al significante de la arbitrariedad del Amo y restituirlo al registro de la lingüistería (acá tenemos un buen ejemplo de lo que decimos: vean ustedes que lingüistería se puede leer como lengua histérica, lingüística histérica, lingüistería, etc.)
Demos un pequeño rodeo. Ustedes sabrán que el inicio y el desarrollo de la lógica tiene como objetivo suprimir el equivoco del lenguaje ordinario. El resultado es una escritura que no puede ser hablada. Hablar es producir equívocos, cadenas significantes que implican necesariamente el malentendido. La escritura, por el contrario, es hacer letra de lo que se dice, es una operación que evita el malentendido. Si ustedes quieren, podríamos decir que el significado consiste siempre en reducir el equivoco a una sola lectura.
Tendríamos que diferenciar entre decir y leer. Decir es lo que se juega a nivel del significante, mientras que leer es lo que permite que haya significado, o sea, trasponer la barra.
El Amo, se lo llame lingüista o lógico, desconociendo al significante en su verdadera dimensión, cree poder reducir la lectura a una sola; con lo cual, por ejemplo el lingüista, supone al signo unidad significante-significado. De este modo hace del significado una letra muerta, que es lo habitual en el hablar cotidiano.
El psicoanalista no se encuentra en la misma posición de dominio que el Amo, sino que escucha a partir de la letra, es decir que las innumerables lecturas de lo que el analizante dice demuestran que, lejos de ser dominado, el significante domina. Y domina hasta tal punto que sus efectos son indominables. El lapsus, por ejemplo, hace consistente lo que acabamos de decir: allí donde el Amo no puede leer nada, el analista hace una infinidad de lecturas, lo que no quiere decir que la interpretación este abierta a todos los sentidos.
En psicoanálisis, entonces, la letra es el efecto de trasposición de la barra en la producción de sentido. El significante se escucha, el significado se lee. Dicho de otro modo: el significado es la lectura de lo que se escucha de significante. Habitualmente se habla de puntuación; podemos agregar que puntuar es hacer letra del significante. Lacan dice que el retorno de lo reprimido es letra cuando se lo interpreta.
Habíamos dicho que a la concepción saussureana de significación (planteada en términos de signos) Lacan opone la de significancia (planteada en términos de articulación entre significantes que producen efectos de significado); ahora podemos agregar: la significancia supone la letra que allí se escribe. Es imprescindible aclarar que la letra en el análisis no supone la lectura de un sentido oculto, sino la producción de sentido a partir de una cadena inaprensible como tal. Hacer letra es poner de manifiesto el malentendido y de ningún modo domesticarlo.
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jueves, 10 de julio de 2008
Una Introducción a Lacan (Parte 4)
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