jueves, 5 de febrero de 2009

Las causas de la Histeria (Parte 6). Juan D. Nasio

6-EL SÍNTOMA DE CONVERSIÓN DESAPARECE SI COBRA UN VALOR SIMBÓLICO, EL QUE PRODUCE LA ESCUCHA DEL PSICOANALISTA
Porque alguien me escucha v quiere descubrir el enigma de los malestares de mi cuerpo, estos malestares cobraran un sentido en mi historia: tal vez así podrán desaparecer alguna vez.
Puesto que la conversión —decíamos— no es la buena solución, ¿cómo tratar el exceso y curar al histérico de lo inconciliable que lo parásita? Partimos de la hipótesis siguiente: la escucha y la interpretación del psicoanalista funcionan como yo simbólico, es decir, como conjunto de representaciones. Se trata de un yo capaz de acoger la representación inconciliable que el yo histérico reprime y de neutralizar así la sobrecarga mórbida, distribuyéndola entre el conjunto de sus propias representaciones. La escucha del analista íntegra y disipa lo que el histérico reprime y concentra. De este modo, el sujeto se cura de lo inconciliable y el síntoma de conversión podrá desaparecer. Estamos formulando estrictamente, en los términos del vocabulario energético, aquel principio general según el cual un síntoma conversivo se desvanece si cobra el valor simbólico que la escucha y la interpretación del psicoanalista le confieren. Que un síntoma cobre un valor simbólico y tenga la posibilidad de desaparecer, significa que la representación inconciliable a la que este síntoma había venido a sustituir pudo ser integrada en el sistema de representaciones de la escucha analítica, y que su sobrecarga pudo ser diseminada. Estamos formulando lo mismo mediante dos expresiones diferentes, una energética y otra simbólica. Decir que la representación inconciliable se integra en el seno del yo de la escucha equivale a decir que la escucha del analista otorga un sentido simbólico al síntoma conversivo y lo hace desaparecer. La escucha analítica actúa, pues, tanto en el registro energético como en el simbólico.
Ahora bien, como es evidente, para que un síntoma conversivo adquiera significación simbólica y desaparezca, tendrá que cumplirse una única condición: que sea dicho por el paciente y recogido por una escucha, no una escucha que revele un sentido oculto y ya existente, sino una escucha generadora de un sentido nuevo. Pero, ¿cómo admitir que la escucha silenciosa de un analista, aparentemente pasiva, es capaz de engendrar sentido por sí sola? ¿Y cómo admitir que el engendramiento de este sentido hace desaparecer el síntoma? Una escucha tendrá efectivamente el poder de engendrar un sentido nuevo si es la escucha de un psicoanalista habitado por un deseo en hueco, preparado para recibir el impacto de un dicho sintomático. Entendámonos: para que el síntoma conversivo cobre sentido, no basta con que el paciente lo nombre y hable de él a otro. Aún es preciso que la escucha que recibe este decir sea una escucha transferencial, esto es, la escucha de un terapeuta que desea entrar en la psique del paciente hasta el punto de encarnar en ella el exceso irreductible, de constituirse en ella como el núcleo del sufrimiento. Si lo consigue, es decir, si su deseo de analista está presente, identificado - con la causa del sufrimiento sufrimiento, entonces el psicoanalista será llevado a decir la interpretación o a hacerla surgir indirectamente en la palabra del analizando. Para que el analista sea llevado a decir la interpretación, habrá hecho falta, ante todo, que se identifique con el exceso inasimilable, esto es, que pase a ser la energía misma. Para encontrar la buena interpretación no hay ninguna necesidad de buscarla en los libros ni en el trabajo del pensamiento; surgirá de improviso si el analista supo colocarse antes en el centro del foco psíquico del exceso. Identifíquense con el núcleo del sufrimiento y la interpretación brotará: y, cuando aparezca, se ofrecerá como un sustituto de la representación intolerable, radicalmente distinto de ese otro sustituto que era el síntoma de conversión.
Antes de la escucha, la representación inconciliable era dicha por el síntoma a través de la conversión, y esto hacía sufrir; con la escucha, la misma representación es dicha por la interpretación y esto disipa el sufrimiento. ¿Por qué? Porque el analista, al decir la representación inconciliable a través de la interpretación, logra que el exceso que pesaba sobre la representación se disemine entre la familia de representaciones que la escucha analítica encarna (yo simbólico). Al yo del histérico extenuado y enfermo por querer reprimir en vano, le inserto como psicoanalista mi deseo de ser el sufrimiento del síntoma: y, gracias a la interpretación, vuelvo conciliable la representación hasta entonces inconciliable. De este modo el síntoma se hará compatible con el resto del cuerpo, es decir, será llevado a desaparecer. Con mi escucha, o sea con mi inconsciente, acepto integrar lo que el yo histérico rechaza. Es suficiente este deseo del analista, aun silencioso y tácito, para que la escucha vivifique al síntoma con un valor simbólico y, en consecuencia..., lo haga desaparecer. Sí, la escucha da un sentido y el sentido mata al síntoma, porque lo "ordinariza", lo trivializa y le hace ocupar un lugar entre otros acontecimientos en la constelación de acontecimientos de la vida psíquica del sujeto. Mientras no ha sido escuchado, el síntoma sigue siendo la espina que, por inasimilable, hace sufrir; pero fue preciso que la escucha lo tornara significante para que el sufrimiento menguase y el síntoma se disolviera.
En resumen, es como si la escucha del psicoanalista funcionara como una familia de representaciones que da acogida a la representación inconciliable, hasta entonces reprimida por el yo histérico. El exceso de sobrecarga se reparte así entre los diferentes miembros de esa familia auxiliar que es el yo simbólico haciendo las veces de escucha. La resolución del exceso de afecto se cumple, pues, gracias a la dispersión y disipación de la energía entre las representaciones de este conjunto que es el yo de la escucha. Por fin, liberada de la sobrecarga y homologada
con otras representaciones hermanas, la representación antaño inconciliable y ahora apaciguada podrá volver a integrarse en el yo que la había repelido. La escucha analítica obraría, pues, como relevo, a través del cual la representación inconciliable se torna conciliable; relevo entre un yo enfermo que reprime y un yo nuevo, antaño histérico, que en lo sucesivo acepta. Estructuralmente hablando, el conjunto de representaciones que reprime —llamado yo histérico—, el conjunto de representaciones que acoge —llamado yo simbólico, es decir, la escucha psicoanalítica— y el conjunto de representaciones de un yo nuevo que ahora acepta, constituyen, dentro del marco de la transferencia, tres conjuntos que se superponen. Estos conjuntos se fundan en una sola y misma estructura llamada lo inconsciente, un inconsciente que no pertenece ni a uno ni a otro de los partenaires analíticos.

Organización del material:

1-Nuestra lectura de la primera teoría de Freud: el origen de la histeria es la huella psíquica de un trauma

2-La histeria es provocada por una defensa inadecuada del yo: la represión

3-La histeria es provocada por el fracaso de la represión la conversión

4-El sufrimiento del síntoma de conversión es el equivalente de una satisfacción masturbatoria

5-La elección de órgano, asiento de la conversión

6-El síntoma de conversión desaparece si cobra un valor simbólico, el que produce la escucha del psicoanalista

7-Nuestra lectura de la segunda teoría de Freud: el origen de la histeria es un fantasma inconsciente

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