martes, 29 de julio de 2008

Las causas de la Histeria (Parte 2). Juan D. Nasio

2-LA HISTERIA ES PROVOCADA POR UNA DEFENSA INADECUADA DEL YO: LA REPRESIÓN
Se nos impone ahora una nueva pregunta: ¿qué destino tendrá la sobrecarga que inviste a la representación errante? ¿Cómo hará el yo para desprenderse de ella? Y sobre todo, ¿por qué decimos que la representación sobrecargada es la fuente mórbida de los trastornos histéricos? Es decisivo responder a estas preguntas para comprender una de las grandes tesis freudianas de la etiología de la histeria. Según Freud, la neurosis histérica es provocada por la torpeza con que el yo pretende neutralizar ese parásito interno que es la representación sexual intolerable. Es curioso observar que la representación intolerable adquiere paradójicamente su verdadero poder patógeno cuando se ve atacada por un yo recalcitrante a ella. Esta representación ya había sido aislada por el peso de su sobrecarga, y el yo va a acentuar su aislamiento hasta llevar la tensión al paroxismo. Cuanto más ataca el yo a la representación, más la aisla. Ahora bien, este sobresalto defensivo del yo es exactamente lo que Freud llama "represión". Tanto insistió Freud en la noción de represión, que solemos olvidar lo siguiente: "reprimir" quiere decir, ante todo, "aislar". Lo que hace a la representación radicalmente intolerable es el hecho de haber quedado fundamentalmente separada de las otras representaciones organizadas de la vida psíquica; y precisamente esto hace que conserve, en el seno del yo, una actividad patógena inextinguible. Mientras esta representación penosa permanezca apartada —es decir, reprimida—, el yo conservará en sí un traumatismo psíquico interno y larvado.
Insisto: lo que enferma a un histérico no es tanto la huella psíquica del trauma como el hecho de que esta huella, bajo la presión de la represión, esté sobrecargada de una demasía de afecto que en vano quisiera fluir. La razón esencial de la histeria es, por lo tanto, el conflicto entre una representación portadora de un exceso de afecto, por un lado, y, por el otro, una defensa desafortunada —la represión— que hace aún más virulenta la representación. La represión, cuanto más se ensaña con la representación, más la aisla y más peligrosa la vuelve. Así, el yo se extenúa y se debilita en un vano combate que genera el efecto inverso al fin perseguido. La represión es una defensa hasta tal punto inadecuada, que bien podemos juzgarla tan malsana para el yo como la representación patógena a la que pretende neutralizar.
Fue tan decisivo para Freud el papel de la defensa en la etiología de la histeria, que llamó a ésta "histeria de defensa'' (pudimos haber dicho también "histeria de represión"). A continuación, veremos que Freud no se conformará, y propondrá una denominación nueva: "histeria de conversión".

Organización del material:

1-Nuestra lectura de la primera teoría de Freud: el origen de la histeria es la huella psíquica de un trauma

2-La histeria es provocada por una defensa inadecuada del yo: la represión

3-La histeria es provocada por el fracaso de la represión la conversión

4-El sufrimiento del síntoma de conversión es el equivalente de una satisfacción masturbatoria

5-La elección de órgano, asiento de la conversión

6-El síntoma de conversión desaparece si cobra un valor simbólico, el que produce la escucha del psicoanalista

7-Nuestra lectura de la segunda teoría de Freud: el origen de la histeria es un fantasma inconsciente

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