martes, 26 de agosto de 2008

La familia. Lacan. Resumen

Publicación realizada por la cátedra de Psicopatología en el aulavirtual

La estructura familiar y la patología. El Complejo de Edipo y el complejo de Castración como estructurante y etiológico. La represión. La renegación. La forclusión.

Consideraciones Generales

El tema de la familia humana que es el objeto de nuestro interés hoy, ha sido abordado a lo largo de la historia desde diferentes perspectivas que abarcan desde su descripción literaria hasta la sistematización de las estructuras del parentesco, consideradas también desde distintos enfoques,
A) Sociológico
B) Antropológico
C) Psicológico.

Y ello ha tenido como consecuencia tanto el valorizar las reglas de la alianza y la filiación, que son sus funciones simbólicas, como también el de establecer por ejemplo, los orígenes míticos del poder paterno, del patriarcado o del matriarcado y sus efectos.
Con la finalidad de aunar criterios podemos definir el concepto de familia en términos generales como: el conjunto de personas unidas entre sí por el matrimonio y el lazo de la filiación.

La relación de implicación existente entre la familia y la sociedad, lo que es lo mismo que decir que: no hay familia sin sociedad, nos da respuesta a las sucesivas transformaciones a las que se ve sujeta.

Así, podemos distinguir 3 grandes periodos en la evolución de la familia:

1) la familia tradicional: sirve ante todo para asegurar la transmisión de un patrimonio; los casamientos se arreglan entre los padres sin tener en cuenta la vida sexual y afectiva de los futuros esposos.
2) La familia moderna: se convierte en el receptáculo de una lógica afectiva, y sanciona a través del matrimonio la reciprocidad de sentimientos y deseos carnales.
3) La familia contemporánea: que une por un período de extensión relativa a 2 individuos en busca de relaciones íntimas o expansión sexual.
Pero esta relación de implicación también nos permite deducir qué sujeto se corresponde con cada período de la evolución de la familia en la historia, homologándolo al inconsciente en tanto que instancia transindividual.

Sin embargo, y aún cuando es posible trazar el cuadro de su recorrido evolutivo, esta estructura se sostiene de los caracteres simbólicos invariantes que señalamos más arriba:
1) la alianza
2) la filiación.

La estructura edípica de la familia

En los inicios del siglo pasado, y a la luz de los grandes mitos, Freud tomó en cuenta no sólo la declinación de la soberanía del padre sino también el principio de lo que podemos designar como “una emancipación de la subjetividad”.
La invención de la familia edípica tuvo gran impacto sobre la aprehensión de las relaciones internas de la familia contemporánea en el siglo XX.
En cierto sentido, esa invención fue el paradigma del advenimiento de la familia afectiva contemporánea, porque al hacer de ésta una estructura psíquica universal, explicaba un modo de relación conyugal entre los hombres y las mujeres que ya no se basaba en la coacción ligada a la voluntad de los padres sino en una elección libremente consentida. La novela familiar freudiana supone que el amor y el deseo, el sexo y la pasión, se inscriben en el núcleo de la institución del matrimonio.
De este modo, la familia afectiva se apoya en una organización de las leyes de la alianza y la filiación que, a la vez que postula la prohibición del incesto como la ley que da origen a las estructuras del parentesco dando lugar a las líneas del linaje, y la organización de las generaciones; también lleva a cada hombre a descubrirse poseedor de un inconsciente, y en consecuencia, distinto de lo que cree ser.
El Complejo de Edipo, tal como fue conceptualizado por Freud, dió cuentas de un sujeto culpable de desear a su madre y querer matar al padre, definiéndolo como el actor de un descentramiento de su subjetividad.
Freud inventa entonces una estructura psíquica del parentesco que inscribe el deseo sexual en el corazón de la doble ley de la alianza y la filiación, privando de este modo a la vida orgánica de su monopolio al diferenciar el deseo sexual de las llamadas prácticas carnales.

La familia según Lacan

En 1938, en el momento en que Freud tomaba a Moisés para demostrar que el monoteísmo debía su poder a la instauración de una ley del padre consecutiva de un asesinato reprimido, Lacan publicó una síntesis del estado de la familia en vísperas de la guerra. En ella mezclaba consideraciones clínicas sobre el complejo de Edipo y la psicopatología de las relaciones entre padres e hijos con un análisis de las distintas teorías psicoanalíticas, antropológicas y sociológicas que permitían entender su status y evolución.
Asociando las tesis de Durkheim y tomando en cuenta los avances kleinianos traza el cuadro de la familia nuclear moderna. Inspirado en una tesis de la biología que sostiene que la pertenencia de un individuo a un medio debe pensarse como la interiorización de éste en la vivencia de aquel, define a la familia en primer término como “un conjunto de relaciones biológicas sublimadas por la relación social”.
Este punto de vista, lejos de ser ajeno al psicoanálisis, es fundamental, puesto que esta reflexión sobre la esencia de lo social, no es otra cosa que lo que luego designará en su álgebra con la letra “A”, y que denomina “gran Otro”, y que es una forma de decir que lo social se anticipa sobre lo que se cree individual.
Así, considera que la familia se organiza de acuerdo a complejos: un conjunto de representaciones inconscientes (imagos) marcadas por los polos de lo paterno o lo materno. Al margen de esta pertenencia, que caracteriza la organicidad social de la familia, no es posible ninguna humanización del individuo.
Lacan pensaba la familia como un todo orgánico considerando que la declinación de la imago paterna daba cuenta del estado de la sociedad europea en vísperas de la guerra. Estaba convencido que la antigua soberanía del padre había desaparecido y que la revalorización del padre sólo podía ser simbólica.
Veía en el interdicto de la madre la forma concreta de una moral “cerrada”. Su expresión era el complejo del destete, porque restablecía, en la forma de una “imago del pecho materno”, la relación nutricia interrumpida. La existencia de esta imago domina el conjunto de la vida humana como una invocación de la nostalgia por el todo; y explica en la mujer la permanencia del sentimiento de maternidad.
Pero cuando esa imago no se sublima para permitir el lazo social, entonces, se vuelve mortífera y puede manifestarse en conductas suicidas en el sujeto.
Así, sitúa la función de apertura del lado de la autoridad paterna, cuya expresión es el Complejo de Edipo, porque introduce una interposición que separa al niño de la madre.
En 1956, en el Escrito “Función y campo de la palabra y el lenguaje”, Lacan da cuenta de la complejidad de la estructura familiar a partir de considerar la importancia del lenguaje en lo que llamamos “el universo humano”. En esta perspectiva relee la invención de Freud y da al funcionamiento del inconsciente una articulación racional.
¿Qué nos enseñan las leyes del lenguaje con respecto a la familia? Teniendo en cuenta los aportes de Levy Strauss y sus estudios sobre las estructuras elementales del parentesco y las leyes que las rigen, Lacan deduce que los intercambios que se producen a nivel de dichas estructuras responden a una combinatoria precisa puesto que responden a las leyes del número.
Entonces, al introducir un principio formal que dice que el parentesco está regido por una ley que responde a la ley del número, deduce la estructura del Complejo de Edipo como una respuesta subjetiva a esa combinatoria simbólica.

El Complejo de Edipo, y el Complejo de Castración.

El complejo de Edipo considerado en principio como una estructura constituida cumple con una función normativa en:
1) la estructura moral del sujeto
2) en la relación con la realidad
3) en la asunción del sexo.

Intentaremos ahora articular el complejo de Edipo al complejo de castración por la puesta en función de la metáfora paterna, al mismo tiempo que vamos a considerarlo según el grafo del deseo, lo que nos permitirá pergeñar una teoría de la constitución del sujeto del inconsciente.
Con esa finalidad vamos a tomar como referencias:
1) “El Seminario V. Las formaciones del inconsciente” en el que Lacan, establece la lógica de la estructura edípica desarrollando su dialéctica, y ordenándola en tres tiempos.
2) El Escrito “Sobre una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis” en el que acuña la fórmula lógica de la “metáfora paterna”.
3) El Escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, en el que desarrolla su “grafo” del sujeto del inconsciente.

Por otra parte hemos ordenado este desarrollo teniendo en cuenta que cada tiempo del Edipo se caracteriza por la “asunción” por parte del sujeto de una determinada posición en su constitución, y en consecuencia es posible articularlo con una determinada etiología psicopatológica, así como a un determinado mecanismo.

Primer tiempo: Asunción del deseo de la madre, DM/ x, ingreso a la dialéctica del “ser”:
En este primer tiempo la operación que se efectiviza es la de la asunción del “deseo de la madre” (DM), por la puesta en función de la “simbolización primordial” cuyo ejemplo princeps es el juego del Fort-Da, en el que se representa que es en la alternancia de la presencia-ausencia como se produce la transmutación de la cosa en la emergencia del significante.
De allí que el “ser”, el objeto primordial que es la madre es elevada al rango de sujeto partiendo del “principio que no hay sujeto si no hay significante que lo funda”.
En esta instancia algo se subjetiviza, se abre una dimensión por la cual “se inscribe virtualmente lo que la madre desea objetivamente”, y esta inscripción virtual que no es otra cosa que una interpretación, aquella que el sujeto hace del deseo del Otro, de ese primer Otro que es la madre en tanto la ha simbolizado, nos reenvía grafo y a la primera ecuación de la metáfora paterna.

Localizamos este primer tiempo en el piso inferior del grafo, en el lugar del código (A) al deseo de la madre (DM), y su respuesta (x) en el lugar del significado al sujeto (s(A))

(Primer tiempo de la metáfora)




A partir de aquí el niño que ingresa en la estructura como profundamente sometido a la ley incontrolable del DM no tiene otra forma de satisfacerlo que ocupando el lugar del objeto de dicho deseo; que no es otro que el falo elevado al rango de significado, como efecto del significante. Esta es la identificación primordial por la que el sujeto asume el DM y que instala al sujeto en la dialéctica del ser, que en lo que concierne al sexo si no se franquea, da origen a la serie de las identificaciones perversas, en las que tanto el fetichismo como el travestismo se convierten en su expresión paradigmática.




Segundo tiempo: Asunción de la privación de la madre, Nodal y negativo. Ingreso a la dialéctica del tener

Esta asunción que se instala como el núcleo de lo que Lacan despliega bajo la rúbrica del segundo tiempo del Edipo, y como la consecuencia de la posición interdictora del padre actúa en diversos planos y articula el Complejo de Edipo al Complejo de Castración.
El complejo de castración cumple en este nivel con su función nodal; pues la amenaza de mutilación que reenvía al sujeto al imaginario del cuerpo toma su valor en la medida en que se anuda al impacto que le produce la percepción visual de la falta de pene de la madre.
La interpretación que el sujeto hace del papel desempeñado por el padre en el hecho de que la madre no tenga falo, es aquí esencial. Si el padre castra a la madre de lo que ella no tiene, entonces se está en el nivel de la privación que eleva al falo al rango de símbolo y lo instala en la dimensión de ser el significante de la falta de pene de la madre. Operación en la que se verifica que el pasaje del falo al simbólico está motivada por su incidencia real, que al mismo tiempo que denuncia la intrusión del goce fálico pone en obra la transformación del falo imaginario en simbólico.
La asunción de esta privación tiene un doble efecto, pues al mismo tiempo que conmueve la posición del niño como súbdito y lo desprende de esta identificación; lo liga a la primera emergencia de la ley, pues el sujeto al interrogar al Otro, se encuentra con el Otro del Otro, en la medida en que la madre ya no depende del objeto de su deseo sino de un objeto que el Otro tiene o no tiene, instaurando la dialéctica del tener en la que el padre se hace preferir a la madre.
En lo que concierne al sexo, la castración así considerada instala una antinomia interna en la que se traduce no solo la aporía freudiana, sino una antinomia estructural que hace que el Hombre en sentido genérico asuma su sexo al precio de una amenaza de mutilación o al precio de una privación.
Este tiempo es correlativo del punto de la metáfora en el que se “anudan” la primera ecuación: (DM/x) con el término metafórico propiamente dicho.
Su importancia, tal como ya lo hemos indicado es la de elevar el falo imaginario (φ) al rango de falo simbólico (Φ), al mismo tiempo que la de hacer ingresar al sujeto en la dialéctica del tener, paso necesario para la efectuación de la metáfora paterna.



Grafo: piso superior, subrayado del punto de articulación de la metáfora. S (A barrado). Φ.


Tercer tiempo: Asunción del sexo. Formación del Ideal del Yo. Normativización de la realidad.

Momento terminal del Edipo que conduce a la formación del ideal del yo, y en el que se constatan los efectos disimétricos del complejo de castración en lo atinente a la identificación sexual, así como en su relación a la realidad.
Este tiempo del Edipo, regido por la puesta en función del significante del Nombre del Padre, es decisivo en la constitución de lo que Lacan designa como “metáfora paterna”.
Pues en el niño nos encontramos en presencia de una hiancia, como efecto de la función interdictora del padre a partir de la cual se ha hecho preferir a la madre. Es aquí que se plantea toda la cuestión del Edipo invertido cuyo resultado supone el pasaje a la categoría de mujer.
La solución que Lacan aporta es la de convertir al padre en una metáfora cuyo efecto es el de desanudar de su conexión léxica el significante de la madre con el significado del falo en su valor metonímico, significante que pasa entonces a la categoría de significado, y simultáneamente el significante del Nombre del Padre entra en posesión del objeto en “forma de falo”.
La potencia del padre se revela entonces en su sentido genital, para dar lo que está en juego en la privación fálica. Se abre aquí para el niño la vía de la asunción del tipo viril en la que el amor al padre se anuda a la identificación ideal por la que encuentra la solución terminal, y lo que ello significa: “que en cuanto viril un hombre es siempre más o menos su propia metáfora”, lo que quiere decir que para el hombre asumir tener un pene significa “ser idéntico a su padre”.
En cuanto a la niña si bien asume sin dificultad la privación por la que el padre se hace preferir a la madre, aún cuando de modo residual siempre queda lo que se llama “penisneid”, que es el modo de la incidencia del falo imaginario como falta, como el objeto del que está privada; el problema se plantea al nivel de la metáfora correlativa de la identificación ideal. La falta de este significante identificatorio decisivo en la asunción del sexo hace que las verdaderas mujeres siempre tengan “algo de extravío”, así como el “acceso a algo más primitivo e instintual” “que la sitúa en una relación directa con el objeto no ya de su deseo sino de su necesidad”. Lo que abre el interrogante en lo que concierne a la asunción del sexo en el sujeto femenino pues algo de lo real escapa a la operación de la significantización.
En cuanto a lo que se refiere a relación con la realidad, a partir de este momento, el sujeto estará provisto de una “significación”, que no es otra que fálica, y que condensada en el algoritmo del fantasma constituye aquello que Freud dió en llamar “realidad psíquica”.
Grafo: completo fórmula del fantasma.




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