viernes, 2 de mayo de 2008

El grafo del deseo

El grafo del deseo debe ser unos de los temas más complejos del psicoanálisis Lacaniano.

Se han escrito libros interesantísimos sobre el tema. Nosotros queremos compartir con ustedes el capítulo 1 del libro “Introducción a la lectura de Lacan” de Joêl Dor en el que nos habla del grafo.

Esperamos les sea útil.


El grafo del deseo 1:
De la puntada al molino de palabras
(Joêl Dor)

La relación del sujeto con su deseo, se basa en la dimensión de la falta, no está fundada de ningún modo sobre una armonía preestablecida, ya que el deseo es deseo de otra cosa, que puede vehicular la demanda. En esto reside la paradoja del deseo: aunque se base en “el mas acá” de la demanda, el deseo encuentra en ella materia significante para articularse y hacer oír, mas allá de ella, una verdad inconsciente del sujeto que se dice sin que él lo sepa.
El deseo, obligado a convertirse en palabra dentro del molde que le impone la demanda, se ve prisionero del proceso del lenguaje. Sin embargo, en realidad el lenguaje queda atrapado en las redes de las determinaciones inconscientes del deseo. La evidencia mas inmediata de la interrelación entre el deseo, el icc. Y el lenguaje es el carácter contingente del sentido. El despliegue del discurso en el ser parlante acarrea como consecuencia que no exista el sentido en sí mismo. Solo hay sentido metafórico. El sentido surge únicamente de la sustitución de un significante por otro significante dentro de la cadena de significante. Se trata de la primacía del significante sobre el significado. Para Lacan, la segmentación significativa (primacía del significante sobre el significado) aparece como la relación inmediata de un flujo de significantes con un flujo de significados; esta segmentación interrumpiría momentáneamente el “deslizamiento indefinido de la significación. La puntada (esquema hecho en clases), constituye esta operación de segmentación que recuerda la función del valor del signo puesto en práctica el proceso de significación. A partir de ésta, introducida por Lacan, se perfila el proceso del discurso en una dimensión de ante-lingüística: la dimensión del deseo. Esta representación topográfica de esta segmentación constituye el elemento de base del grafo del deseo.

En el grafo 1, el vector &$ esquematiza la operación de almohadillado de la cadena de significante materializada por SS´. El vector &$ es el vector de los significados. La metáfora del almohadillado determina así una doble intersección que ilustra la propiedad del discurso según la cual el último termino de una secuencia hablada es el que le otorga su significado primero y a los que le siguen.
Si bien la puntada ilustra claramente el principio del vínculo entre el significado y el significante en el proceso del lenguaje, este vínculo no puede reducirse, sin embargo a una simple intersección, tal como lo deja entender el grafo 1. Es necesario recurrir a una representación mas estructurada. La S y la & constituyen un punto de partida y la S` y la $ un punto de llegada (no pude dibujar por eso lo escribí en palabras).


En esta nueva figura, la cadena de significante está representada por el vector * Y A *`.
Dada la primacía del significante sobre el significado, esta cadena constituye un lugar favorable a posibilidades de operaciones metafóricas y metonímicas ya que, como vimos antes, las metáforas y las metonimias se elaboran a la manera de sustituciones significantes.
Por otra parte ese vector, estará constituido esencialmente por fonemas, es decir, por unidades mas pequeñas desprovistas de sentido, cuya combinación garantizara la producción de significantes. Los fonemas están especificados por el código de cada lengua y por lo tanto los mensajes se distinguen unos de otros gracias a su sistema de oposición. A causa de su estructura fonemática, el vector podrá prestarse potencialmente a la actualización de una pluralidad de efectos de significantes.
Completaremos la representación de la puntada agregando un nuevo circuito: el circuito A BB y .


Este nuevo circuito representa el circuito del discurso, del discurso racional. Designado por Lacan como círculo del discurso. Ese discurso, que no es más que el discurso corriente, el discurso común, está constituido por semantemas, es decir, elementos significativos. Dentro del círculo del discurso se encuentra determinado el empleo de significantes, es decir, lo que en el uso de ese discurso constituye los puntos fijos determinados por el código.
El código se define como el conjunto de signos y de símbolos que permiten no solo representar, sino también transmitir información. El código del discurso no solo autoriza sino que también funda la comunicación intersubjetiva.
En consecuencia, el círculo del discurso es un lugar de discurso relativamente vacío, un lugar de palabra vacía, es decir, el lugar del discurso concreto del ser hablante que se esfuerza por hacerse oír.
El punto A es el lugar del referente simbólico, es decir, eso a lo que se refiere el discurso en tanto que presenta una aptitud intersubjetiva que lo distingue precisamente del discurso delirante, que no se apoya en ese garante simbólico. El lugar del código aparece así como el lugar del Gran Otro, que Lacan denomina por esa razón “tesoro de los significantes” y simultáneamente “compañero del lenguaje”.
El segundo punto de intersección, el punto Y, en donde cierra el aro, es el lugar de encuentro con la cadena significante en donde va a constituirse el sentido a partir del código. Es entonces el lugar del mensaje. El mensaje es una secuencia de señales, de símbolos que corresponden a reglas de combinación estrictamente determinadas por un código. La significación del mensaje solo puede ser captada en función de ese código ya que, finalmente, percibir la significación de un mensaje siempre es decodificar la forma de un mensaje inicialmente codificado. Es también el lugar en donde algo del orden de la verdad de aquel que hable es más susceptible de aparecer bajo la forma de una palabra llena. En general ninguna verdad adviene en el lugar del mensaje por que el discurso no atraviesa verdaderamente la cadena de significantes. Hace cortocircuito en esta cadena en lugar d pasar por el circuito del gran aro AY que va del código al mensaje. Este cortocircuito que esta representado en el grafo por el segmento BB hace que un discurso no pueda decir nada desde el punto de esa verdad por que gira en falso en una inagotable repetición. A través de ese circuito, el ser hablante da lo mejor de si mismo agotándose en el registro de la palabra vacía del molino de palabras (Lacan). El cortocircuito del molino de palabras pasa por esos puntos específicos B y B` en la medida que encarna dos instancias. El punto B` es el lugar donde se sitúa el objeto metonímico, es decir, el que siempre esta metonimicamente delegado en el lugar del objeto de deseo. En cuanto al punto B es el que específica al sujeto, el yo (je), es decir, al lugar, en el discurso, de aquel que habla.

Entonces; en primer lugar queda claro que un mensaje, cualquiera que sea solo puede elaborarse si existe ese dispositivo en su totalidad. Por otra parte, el habla autentica de un sujeto (la palabra plena) solo puede advenir al lugar del mensaje si una cadena de significante se despliega bajo la tutela de un código que gobierna su uso. En consecuencia, todo sujeto que compromete su discurso en el cortocircuito del “molino de palabra” necesariamente hace escuchar mucho más de lo que intenta decir.
Puede ponerse en evidencia el mecanismo constitutivo de esta creación de sentido si examinamos el funcionamiento del conjunto del dispositivo a partir de una formación del icc. En efecto, si bien la articulación del lenguaje es susceptible de crear sentido, puedo hacerlo únicamente basándose en procesos metafóricos y metonímicos. Ahora bien, estos procesos son, los mecanismos preferidos de las producciones icc.





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