Prólogo
La carrera del psicoanalista es ardua y no siempre se llega a alcanzar la meta deseada o a alcanzar al paciente que huye sin haber pagado los honorarios. Para facilitarla, los analistas tenemos ciertos recursos técnicos. (Por ejemplo, cerrar el consultorio con llave y hasta que el paciente no nos pague, no se va. Aunque, claro, esta estrategia podría fallar en un agorafóbico que con gusto se quedaría a vivir en el consultorio de su analista, así que mejor volver a los recursos ortodoxos)
Encuadre
Es fundamental tomar las medidas del consultorio antes de ir a comprar el diván, porque puede ocurrir que después no haya sitio para ubicarlo, o lo que es aún peor, que no entre por la puerta. El retrato de Freud no debe estar demasiado cerca del de la madre del analista: algún paciente puede confundirse y pensar que son pareja. Tampoco deben colocarse velas debajo del retrato de Freud, o al menos hay que sacarlas cuando entran los pacientes, ya que el psicoanálisis se caracteriza por ser una ciencia laica.
Otros retratos que deben evitarse son el del abuelo del analista enojado o durmiendo (por más que sea la primera a foto que el analista sacó en su vida y esté orgulloso de ella), ni la del tío esa vez que lo pescaron con la vecina de al lado, ni la del analista en su primera polución nocturna, o en pose napoleónica.
En todo caso, sí se podrá colgar el diploma, en caso de que la madre del analista le permita sacarlo del living de la casa paterna, y si no, siempre queda el recurso de atender en el living de la casa paterna. Quizás un cuadro de autor (todos lo son), y nada más.
Los diez mandamientos de la técnica
UNO: El que paga siempre es el paciente. En ningún caso será el analista, ni el supervisor, ni ningún tercero interesado en los derechos de adaptación teatral o cinematográfica del tratamiento.
DOS: El paciente no sólo paga por las sesiones del tratamiento a las que concurre, sino también por aquellas a las que no concurre, siempre y cuando las mismas formen parte de su propio tratamiento, y no del de terceros.
TRES: Si el analista lo cree conveniente (y al inicio de la carrera es obligatorio), supervisará su material clínico con otro analista más experimentado. No es recomendable, en cambio, que los pacientes supervisen a sus analistas con otros pacientes más experimentados.
CUATRO: El analista atenderá al paciente en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza (en tanto el paciente pueda pagar los honorarios) hasta que el alta los separe.
CINCO: El analista fijará el domicilio del tratamiento y allí lo acompañará el paciente, dentro de ciertos límites, como por ejemplo respetar determinado radio (si se va a otro continente, la cosa se complica y el paciente tiene derecho a solicitar la interrupción del vínculo por "incompatibilidad domiciliaria") y determinado número de mudanzas. Si el analista se mudase después de cada sesión, el paciente podría alegar "demencia".
SEIS: Lo que Freud ha unido, no debe la resistencia separarlo.
SIETE: Todo lo que el paciente diga puede ser utilizado en su contra.
OCHO: Por más que le recen a Freud antes de dormir, comer o salir, eso no les asegura la cura del insomnio, ni la delgadez, ni la erección, llegado el caso.
NUEVE: El analista no debe autodeclararse inefable, ni concurrir a sesión ataviado en un atuendo papal.
DIEZ: Para un buen tratamiento, es útil que el paciente sepa la dirección del consultorio.
Los análisis (Parte 2)
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