miércoles, 11 de junio de 2008

Clínica diferencial de los fenómenos elementales en la melancolía

Clínica diferencial de los fenómenos elementales en la melancolía
Javier L. Aguirre Trabajo publicado en el libro “El malestar en lo cotidiano” Serie conexiones, 2007 Buenos Aires.

Introducción
El presente trabajo se ocupará de un tema fundamental en el campo de la psicopatología, esto es la clínica diferencial de los fenómenos elementales en la melancolía. La noción de fenómeno elemental se considera de primordial importancia para la clínica de la psicosis, ya que condensa un valor clínico esencial para determinar el diagnóstico estructural. Aunque es un concepto importado del saber psiquiátrico, fue reelaborado y adecuado a la teoría psicoanalítica por Lacan. Con este termino Lacan condensa una serie de discusiones y desarrollos de la psiquiatra alemana y francesa, principalmente aquellas que han girado en torno a la alucinación y al delirio (Mazzuca, 2001) . Si bien, existen grandes avances en este tema, la mayoría de los abordajes realizados hasta la fecha se han centrado en localizar dichos fenómenos en la paranoia y en la esquizofrenia. Sin embargo, todavía no se ha investigado en profundidad su estructura en la melancolía. Por lo cual, el presente trabajo busca examinar el estatuto del los fenómenos elementales en la melancolía pretendiendo aproximarse a una posible clasificación.
El interés de localizar estos fenómenos en la practica analítica reside un su importancia diagnóstica y terapéutica. Se encuentra en la enseñanza de Lacan la insistencia de situar estos fenómenos para definir el diagnóstico de psicosis, pues para Lacan la presencia de ellos es consecuencia de la forclusión del significante del Nombre del Padre . En este sentido se puede decir que el fenómeno elemental, es el equivalente en la psicosis del síntoma en la neurosis. ¿Qué son los fenómenos elementales? Lacan en su tesis doctoral manifiesta que bajo este nombre se designan las distintas modalidades de “fenómenos automáticos” que se imponen en el campo subjetivo del sujeto como cuerpos extraños (Lacan, 1932) . Para el psicoanálisis esta categoría condensa diversos registros. Con ella se designan: a) fenómenos pato gnómicos de la psicosis; b) fenómenos iniciales en la psicosis, esto es previo al desencadenamiento; c)fenómenos primarios, a partir de los cuales se desarrollan otros fenómenos considerados secundarios; d) fenómenos fundamentales que no pueden faltar en la psicosis; e) fenómenos ideoscincraticos, es decir que identifican la problemática del sujeto” (Mazzua, 2001:2007).
Desde una clínica fenomenológica es posible localizar fenómenos similares en estructuras diferentes. No es lo mismo, la anorexia en la histeria que en la melancolía. Razón por la cual, el detalle que brinda el fenómeno elemental permite discernir que estructura lo sustenta.
La psiquiatría y la melancolía
La melancolía, durante mucho tiempo, inclusive hasta la fecha, ha sido relacionada con los “trastornos del humor”. Así, la presentación de fenómenos como la tristeza, la abulia, la inmovilidad, entre otros, fueron desde el siglo XVIII signos para el diagnóstico de melancolía. Entre las elaboraciones más usadas de la psiquiatría, podemos citar la clasificación de la sexta edición de Kraepelin, quien habla de la locura maniaco-depresiva. Para este autor la melancolía constituye una enfermedad o entidad, conjuntamente con la paranoia y la demencia precoz. Por otro lado, desde la escuela francesa, sobresalen los desarrollos de Seglas. Dicho autor define a la melancolía como una psiconeurosis, que –aparte de síntomas físicos de una gran importancia– está caracterizada psíquicamente: 1.º por la producción de un estado cenestésico de padecimiento; 2.º por modificaciones en el ejercicio de las operaciones intelectuales; 3.º por un trastorno mórbido de la sensibilidad moral que se traduce en un estado de depresión dolorosa. A estos síntomas fundamentales se les pueden unir trastornos delirantes que resultan directamente de los anteriores, siéndoles secundarios (Seglas). De este modo diferencia la melancolía “simple” de la “delirante”. La melancolía sin delirio (melancolía simple) se caracteriza por la presencia de fenómenos como el estado de pereza, la abulia intelectual y el colapso psíquico. Estas manifestaciones, son vividas por el enfermo de forma consciente y dolorosa (dolor moral). Mientras que la melancolía delirante, se caracteriza por el trastorno del contenido de las ideas»: «ideas de ruina, de humildad, de incapacidad, de autoacusación, de culpabilidad, entre otras.


La Psicopatología Freudiana y la clínica lacaniana de la melancolía
En la obra freudiana se encuentran varias referencias sobre la melancolía. Ya en 1895 en el “Manuscrito G”, Freud dice que “El afecto correspondiente a la melancolía es el del duelo, o sea, la añoranza de algo perdido. Por tanto, acaso se trate en la melancolía de una pérdida, producida dentro de la vida pulsional” (Freud: 240). En 1915, en el trabajo “Duelo y Melancolía”, aborda la cuestión de la melancolía y su relación con el duelo. Compara los fenómenos que se presentan en ambos procesos como así también lo que lo desencadena. “El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de duelo, melancolía (y por eso sospechamos en ellas una disposición enfermiza). Cosa muy digna de notarse, además, es que a pesar de que el duelo trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida, nunca se nos ocurre considerarlo un estado patológico ni remitirlo al médico para su tratamiento. Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará, y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo”. En la melancolía, “como el duelo, es reacción frente a la pérdida real del objeto de amor, pero además depende de una condición que falta al duelo normal o lo convierte, toda vez que se presenta, en un duelo patológico” (Freud:241-2).
La fenomenológica presentada por Freud del melancólico se caracteriza por el desinterés de los sujetos por el mundo exterior, la inhibición de casi toda actividad y por la perturbación del sentimiento de si, que se traduce en autoreproches y autodenigraciones. Este rasgo es fundamental para Freud, ya que es el que lo diferencia del proceso del duelo. El melancólico muestra un enorme empobrecimiento del yo. Se considera “El culpable”, la escoria del mundo. Freud indica que si se escucha con atención los autoreproches, se llega a la impresión que éstos se adecuan a otra persona a quien el enfermo ama, ha amado a amaría. Por lo cual, concluye que los autoreproches son “reproches contra un objeto de amor, que desde este han rebotado sobre el yo propio”. Sus quejas {KIagen} son realmente querellas {Anklagen}.
La melancolía para Freud se relaciona directamente con la identificación y el narcisismo. En la perdida del objeto amado, en vez de libidinizar un nuevo objeto, como es el proceso normal de duelo, la libido libre se retiro hacia el yo, lo cual le sirvió para identificarse al objeto. “La sombra del objeto cayó sobre el yo, quien, en lo sucesivo, pudo ser juzgado por una instancia particular como un objeto, como el objeto abandonado” (Freud:246), produciéndose una elección narcisito del objeto. En la conferencia 31, titulada “La descomposición de la personalidad psíquica” (1933). Freud, nombre el (mal)trato del superyo al yo en la melancolía como el “ataque melancólico”
Continuando con la clínica Freudiana, Lacan ubica a la melancolía como una de las respuesta a la forclusión. En su enseñanza se encuentran varias indicaciones sobre la melancolía. En el Seminario X, señala que el sujeto melancólico se identifica al objeto a en su función de resto. En Kant con Sade, habla del dolor de existir, que si bien no se reduce a la melancolía, en ella toma una dimensión, que será llamada por Lacan como el “dolor en estado puro” del melancólico. En Televisión, Lacan se ocupa de las pasiones y ubica a la tristeza como una falla moral, un pecado, una renuncia al deseo frente al goce. En este sentido, la depresión, para el psicoanálisis, no es una categoría o entidad clínica, sino un afecto caracterizado por la posición del sujeto cuando cede a su deseo. Cuando esto ocurre el sujeto se deprime. El sujeto es feliz en el goce pulsional. Mientras que en la melancolía, la falta moral, se relaciona al rechazo del inconsciente. “Lo que la melancolía acentúa es el retorno real del filo mortal del lenguaje” (Soler, 1999:36), retorno que adquiere la forma del aplanamiento mortífero y de posibles pasajes al acto.
Los fenómenos elementales en la melancolía
¿Es posible establecer una clínica de los fenómenos elementales en la melancolía? Suponemos que si es posible, aunque no por ello sencillo. En primer lugar, si bien, desde la perspectiva diagnóstica el reconocimiento de fenómenos previamente descriptos tiene todo su valor para establecer el diagnóstico diferencial, no se trata para el psicoanálisis de sumar en lista una serie de descripciones morfológicas, ya que cada sujeto puede manifestar fenómenos singulares cuya presentación no siempre coincide con las descripciones ya realizadas. Sin embargo, suponemos que su presentación respeta una estructura cuya forma puede variar.
El fenómeno elemental, se impone en su dimensión de Uno, es decir, aparece como cadena rota exterior al campo del sujeto. En el Seminario III, dedicado a la psicosis, Lacan señala que la noción de elemento no debe ser entendida en este caso de modo distinto que la de estructura, diferenciada, irreductible a todo lo que no sea ella misma, es decir, que por medio del elemento podemos dar cuenta de la estructura que lo ordena.
Ahora bien, ¿cuales son los fenómenos elementales en la melancolía?
Siguiendo las elaboraciones de Seglas, Mazzuca (2006) distingue los siguientes fenómenos elementales en lo que Seglas denomina la melancolía simple. “El dolor moral y la marcada inhibición funcional constituye el fenómeno elemental de la melancolía, y el delirio, en cambio, surge como un fenómeno secundario que puede faltar Por su lado, Colette Soler (1992), distingue dos tipos fenómenos en la melancolía. Los que denomina, Los fenómenos de mortificación y los que pertenecen a la categoría del delirio de indignidad . Los primeros se caracterizan por la identificación del sujeto al objeto perdido. Freud explica el proceso por el repliegue libidinal hacia el Yo. Mientras que los segundos, se relacionan con la responsabilidad delirante del melancólico. El es El culpable. A diferencia del paranoico, quien identifica el goce en lugar del Otro, es el Otro quien goce de él, el melancólico asume el goce, encarnándolo fuera del Otro. Entonces el sentimiento de culpa en la melancolía no se manifiesta como un sentimiento subjetivado, sino como un modo de retorno en lo real. Por lo cual, ubicamos dicha manifestación como un fenómeno elemental, un S1, no ligado a un S2. La culpabilidad adquiere en la melancolía el carácter de certeza psicótica que no da lugar a duda se su culpabilidad.
Por otro lado, suponemos factible localizar la perplejidad en la melancolía en la perdida del objeto. El sujeto melancólico sabe a quien perdió, pero no lo que perdió en él. Perdida que tiene como consecuencia el desencadenamiento de la psicosis. Situamos allí la perplejidad, como efecto de la perdida y el pasaje a la certeza (de su culpa) como modo de localizar el goce.
Si la función imaginaria del falo permite al sujeto identificarse con su ser de vivo, el fracaso de la metáfora paterna, entre los efectos que produce, se encuentra lo que Lacan denomina como la muerte del sujeto. Se trata de la imposibilidad de la identificación al falo imaginario. Lo que se traduce en los fenómenos de crepúsculo del mundo propios de la psicosis. Suponemos que el derrumbe imaginario en la melancolía se circunscribe a la identificación del sujeto a la cosa, es decir, al a en su función de resto. Con relación a ello, consideramos que la estructura que delimita los fenómenos en la melancolía son del orden del vacío de la significación fálica. El falo como significante de vida forcluido en el sujeto melancólico, arrastra el sentimiento de perdida de vida hasta la posibilidad del pasaje al acto (suicidio).
A modo de conclusión
Uno de los obstáculos del estudio de los fenómenos elementales en la melancolía, tiene que ver con lo que podríamos llamar la “premelancolía” o la psicosis no desencadenada. Mientras que en la paranoia y en la esquizofrenia, los fenómenos elementales son más evidentes. En la melancolía no desencadenada la identificación de estos fenómenos se dificulta. Sin embargo, suponemos que la relación del sujeto melancólico con el lenguaje, daría cuanta de una posición frente a sus enunciados caracterizada por lo que se nombró como el vacío de la significación fálica. Si bien, el estallido de los fenómenos se produce una vez desencadenada la psicosis, nuestra hipótesis, sostiene que habría fenómenos no dialectos determinados por la ausencia de la imagen fálica.

Fuente

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias moderadores por su constante subida al delirio. En este sentido, brindo por los fenómenos elementales y por la metáfora delirtante. Saludos
G.H.