viernes, 27 de junio de 2008

Historia del pago en análisis (Rudy) parte 2


Leer parte 1
PROFESOR DOCTOR KARL PSÍQUEMBUM

La Edad Media

Durante la Edad Media, la práctica del psicoanálisis, como la de tantas otras disciplinas, se remitió a los templos. Así, había psicoanalistas regulares, también llamados "ortodoxos", y analistas seculares, algo más mundanos, que rechazaban la utilización del diván al menos hasta que éste fuera inventado; no como los regulares, que obligaban a sus pacientes a levitar acostados sobre divanes imaginarios.

Fueron surgiendo diversos templos y devociones, como la "Basílica de Saint-Jacques de París", cuyos fieles, los "discípulos de Saint-Jacques", se caracterizaban por decir, al final de cada sesión, la siguiente oración: "En el nombre del Padre, del hijo y del significante". Para ellos existía una santa trinidad compuesta por lo real, lo simbólico y lo imaginario. ¿Cómo cobraban las sesiones estos analistas? Sostenían que, desde el inicio de los tiempos se llevaba a cabo una interminable batalla entre el GOCE y el ANÁLISIS. Cada paciente era territorio a ser conquistado, y la única manera de vencer al diabólico Goce era con dinero, pagándole al analista la décima parte de lo que se producía (no en sesión, claro). Este pago se conocía con el nombre de diezmo, y se fue dejando de lado cuando el porcentaje fue elevado mucho más allá del diez por ciento. Según este dogma, cuanto más se pagaba, más cerca se estaba de la Cura Final, de atravesar el objeto "a" que les permitiera alcanzar el cielo del alta.
En su práctica clínica estos analistas estimulaban el culto a unos íconos inconscientes a los que denominaban "Santos Imagos", tal vez como continuación del famoso mito de los "Reyes Imagos", que venían cada 6 de enero trayendo pacientes para todos (hoy en día, sólo los niños se creen esto; los demás ya saben que los Reyes Imagos son los supervisores, docentes, analistas, y demás analistas, que derivan pacientes). En algún momento de la Edad Media surgieron los iconoclastas, que sostenían la teoría significante pero no deseaban subordinarse al poder central. Hubo un cisma, y quedaron divididos. Allí fue cuando el Sumo Pontífice Alain I lanzó las "causas freudianas", conocidas históricamente como Cruzadas, en las cuales los analistas se lanzaron a convertir infieles a la causa de Saint-Jacques.


Pero no fue la de Saint-Jacques de París la única escuela surgida. Hubo otros templos, como "Saint-Anne", en el que se enseñaba al paciente a cuidar de sí mismo y de sus objetos religiosos. Cada uno rezaba por la conservación de su Yo (self). El problema es que, cuanto más fortalecidos estaban los pacientes, mejor se sentían, y más se resistían a pagar, ya que veían en el dinero otro de sus objetos a ser custodiados.


En Gran Bretaña, Melanisbury, hubo una particular experiencia. En el templo psicoanalítico se enseñaba a los pacientes a reparar objetos, y éstos pagaban con sus trabajos y gratitud. Esta armonía provocó la envidia de Robin Cooper Hood, quien encabezó una revolución antipsicoanalítica que les quitaba a los ricos el dinero de los honorarios y se lo daba a los pobres para que éstos también pudiesen acceder al tratamiento.

En la Edad Media se instituyó, además, una peculiar forma de pago del tratamiento. Ocurre que en esta época de feudalismo y vasallaje se estableció el "derecho consuetudinario", vale decir, se le paga al señor feudal el derecho por utilizar un servicio, se utilice o no. La misma práctica se incorpora al psicoanálisis, pagándose las sesiones que se utilizan y las que no. (El derecho consuetudinario ha sido en general abandonado, salvo por el psicoanálisis.)


La Edad Moderna

El Renacimiento de todas las ciencias incluye también al psicoanálisis. El analista deja de ser visto como un Dios todopoderoso al que había que pagarle religiosamente, para ser visto como un genio inventor extraordinario al que hay que pagarle por lo brillante que es. Es ésta la época de Miguel Ángel, Rafael, Leonardo Da Vinci (autor del genial relato de anticipación "Un recuerdo infantil de Sigmund Freud"). Los psicoanalistas dejan los templos y se instalan en las cortes.

Trabajan para reyes, príncipes y señores burgueses, reemplazando a consejeros, primeros ministros y bufones, según el caso. Cobran bien, y el único riesgo que corren es que su paciente pierda la cabeza, literalmente. Los señores escuchan a sus analistas, y todo se intelectualiza. Los príncipes se reúnen a discutir de geopolítica, y uno le dice a otro:

—Deseo la mano de vuestra hija, para unificar nuestros reinos.

—En realidad —le responde el otro—, tenéis un vínculo homosexual reprimido para conmigo, Su Alteza, que se resolvería mediante una transacción entre el deseo y la defensa casándose con mi hija, que tanto se me parece.

—¿Qué os ocurre, Su Majestad? —replica el primero—. ¿Acaso os habéis vuelto loco? ¿No sabéis que toda interpretación fuera de contexto es una agresión?

Y así empezaban las guerras, todo por ahorrar unos pesos y no hacer una buena terapia grupal.
El que se la pasaba cambiando de analista era Enrique VIII de Inglaterra. Cambió seis veces.

Cada vez que lograba separarse o mandaba matar a su mujer, le agarraba una culpa tal que, identificando al analista con la mujer eliminada, no podía volver a tratarse con él. Finalmente, se dio el alta y creó su propia escuela, la del análisis anglicano. Esto trajo problemas para los ingleses, que estaban acostumbrados a otras teorías, y tuvieron que cambiarlas siguiendo la ley de la época: "La teoría del rey es la teoría del país".

La filosofía estaba en constante evolución. La Tierra había dejado de ser considerada el centro del universo narcisista, para ser un planeta más, que gira alrededor del Sol junto a sus planetas hermanos. El descubrimiento de América abre un nuevo mercado y los analistas vienen con la espada y los libros de Freud a interpretarles los sueños a los aborígenes, destruyendo, según la leyenda, una importante cultura "psi" ya existente. El jefe "Nube Simbólica" de la tribu "Psique-Psique" da cuenta de esta situación en su texto, incluido en este volumen, "Acerca de cómo los Curapálidas reprimir a los Catexias". Dice, entre otras cosas: "Algunas culturas, como los incas en Perú, los castratecas en México y los esquizontes en Canadá, habían desarrollado importantes mecanismos de defensa. Otras tribus, en cambio, habían superado esto y ya estaban cerca del alta". [Véase Ello-yo-Popol Vuh: las tres instancias psíquicas, por Psicocatepetl Hurtado Alostoltecas (ed. Tenochtitlán, París). La escisión del yo, el caso Tupac-Amarú, por Gonzalo de Latesta Dadavuelta (Ediciones del Virreinato, Indias Occidentales)].

Los analistas europeos tomaron las riquezas aborígenes a cambio de divancitos de colores (el diván era desconocido en América; se usaban, para los análisis, hamacas paraguayas). Si los aborígenes no aceptaban las interpretaciones por las buenas, los obligaban. Así se fue estableciendo una dependencia que ya lleva cinco siglos.

Pero volvamos a Europa, continente que siempre quise conocer. Es ésta la época en que, en Francia, reinan las catorce escuelas absolutistas. La neurosis del rey era, por ley, la neurosis del pueblo, que sólo podía elaborar sus síntomas si el monarca los iba elaborando a su vez. Eran tiempos duros para los analistas, más de uno perdió la cabeza. Además, el pueblo era muy pobre y no podía pagar las sesiones, lo que, por otro lado, no tenía sentido hacer ya que estaba prohibido curarse si el rey no se curaba. Así fue naciendo la resistencia, movimiento partidario de la república que sostenía la igualdad de todos los ciudadanos ante la neurosis, y organizaba atentados para que el monarca no llegase a sesión, la tuviese que pagar igual y terminase con culpa. Cuentan que, durante la toma de la Bastilla, varios analistas formaron parte de las tropas atacantes, al grito de "Oralité, analité, genitalité!" [Esta consigna tiene aún hoy gran popularidad entre los analistas franceses, que la siguen utilizando cuando tienen que decir algo], exigiendo a los defensores el pago de las sesiones adeudadas por la Corte.

La Reforma Protestante también afectó el pago de las sesiones analíticas. Ahora los honorarios no los indicaba Dios, sino que se ajustaban según el costo de la vida. Esto, lejos de perjudicarlos, favoreció a los analistas, ya que eran épocas de muchas guerras, y vivir costaba carísimo.


Los prefreudianos

A fines de la Edad Moderna se empezó a difundir por todo el mundo la teoría de que estaba próximo a ocurrir un acontecimiento que cambiaría, de allí en más, la historia del psicoanálisis. Muchos tomaban este rumor con escepticismo, otros lo negaban, otros ironizaban, y un grupo de filósofos comentó: "Que cambie la historia a nadie le importa, mientras que no cambie la teoría". Pero hubo un conjunto de hombres que se dedicaron a esparcir la noticia a lo largo y a lo ancho del planeta: "El Creador del psicoanálisis está próximo a nacer", decían, para luego continuar:

"Y vendrá él, y todo cambiará, y se recostarán el rico y el de clase media, y buscarán alivio para su angustia, y él se los proporcionará". Estos analistas no cobraban las sesiones, aceptando lo que el paciente quisiera pagarles, y por tal motivo fueron muy perseguidos por los ortodoxos de la época. Sin embargo, tan complacientes con el pago no eran estos "prefreudianos", ya que antes de percibir sus honorarios solían advertir: "Dad y se os dará, pagad y se os interpretará"; "El que esté libre de resistencias, que tire la primera asociación"; "Bienaventurados los neuróticos, porque de ellos será el reino del psicoanálisis"; "Antes pasará una representación de un camello por el símbolo de una aguja que obtendrá el alta un obsesivo-retentivo". Con estos manejos recorrían las instituciones psiquiátricas, filosóficas y teológicas, no obteniendo respuesta en las dos primeras, pero recibiendo la mayor de las atenciones en las últimas, donde varios de sus miembros decidieron seguir a estos analistas, con el objeto de matarlos por herejes y sacrílegos. Difícil era la vida para los prefreudianos del siglo I a. F., también llamado "siglo XIX de la civilización occidental".

Fue ésta una época de grandes avances y de retrocesos mayores aún en filosofía, psicología y biología. Uno de los métodos en boga era el de la introspección, o sea la investigación del interior de uno mismo. Este método tenía la ventaja de ser muy accesible, ya que nadie se proponía a sí mismo honorarios que no pudiese pagarse.

De este punto parte la discusión, ya en el campo psicoanalítico, acerca de lo beneficioso o no del autoanálisis. Los detractores sostienen, entre otros argumentos, que, si creemos que el psicoanálisis debe ser caro, es fácil darse cuenta de lo inútil de esta modalidad. Los defensores, por su parte, sostienen que esto es una falacia, ya que uno mismo puede aumentarse los honorarios hasta límites increíbles, sabiendo, además, que se los va a pagar puntualmente o va a ser pasible del autorreproche, que es la peor forma que se conoce del reproche.

También comenzó a difundirse la reflexología, que impulsaba un nuevo y revolucionario concepto en el pago de honorarios: una vez por mes el analista hace sonar un timbre, y el paciente, por acto reflejo, mete la mano en su billetera (la del paciente, claro), y saca los billetes adecuados para pagar el tratamiento.

La escuela de la Gestalt, por su parte, también hace su aporte a la cuestión del pago en psicoanálisis. Su consigna fundamental: "El todo es más que la suma de la partes", es repetida y utilizada por muchos analistas para explicarles a sus pacientes por qué deben pagar todas las sesiones correspondientes al mes y no sólo aquellas a las que concurrieron efectivamente. Vemos así cómo una escuela muchas veces vilipendiada en círculos posfreudianos, hizo un importante aporte.

En filosotía, como sabemos, se había superado la teoría de Descartes, que, basado en la duda metódica, hacía que el analista se interrogase acerca de la existencia misma del paciente y lo resolviese con la frase: "Paga, luego existe". Kant propone el pago como imperativo categórico del tratamiento, a partir del siguiente pensamiento:

"Si todos los terapeutas atendiesen gratuitamente a todos sus pacientes, deberían buscarse otro trabajo como medio de vida", lo que evidentemente contraría las leyes sociales, al menos.

Llegamos luego a Hegel y la dialéctica. El analista propone honorarios (tesis), el paciente explica por qué no puede pagarlos (antítesis) y luego llegan a un acuerdo (síntesis) igual a la tesis inicial. Es Hegel quien sostiene que "un paciente paga como asocia", lo que será luego modificado por Marx con su célebre formulación: "un paciente asocia como paga".

Y hablando de Marx, es menester destacar el aporte que este pensador realiza al pago del psicoanálisis. Sus detractores dicen que Marx no aportó nada al psicoanálisis, ya que, al no haberse analizado, jamás pagó honorario alguno. Sin embargo, fue él quien acuñó la frase

"Un fantasma recorre Europa" en relación con la fantasía inconsciente acerca de un próximo movimiento revolucionario que tanto preocupaba a los habitantes del Viejo Continente, llevándolos a tomar decisiones desesperadas, como la de analizarse. O sea que el aporte de Marx fue crucial. Él es también quien explica cómo, frente a una asociación del paciente, el analista extrae un plus de sentidos al que llama "plusvalía".

En un trabajo más extenso se podría comprender el especial contexto teórico, histórico y hermenéutico que rodeaba a los prefreudianos del siglo XIX. Tal vez algún analista actual vea en estos predecesores de Freud la semilla de la posterior dogmatización del psicoanálisis. Es posible que alguno pesquise en Jung, Adler, o aun en Alain Supositoire alguna influencia de "Juan el Hermeneuta", aquel que recorriera Europa interpretando sueños y perdiera su cabeza allá por la Revolución francesa. En tal caso, recomiendo a estos investigadores una lectura más profunda antes de decidirse a dar a conocer semejantes disparates.


Freud y después

De Freud para acá, es todo historia conocida. Y si usted ignora esta parte del relato, lo espero en mi consultorio. Acepto tarjetas de crédito, dólares y valores varios.






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