miércoles, 2 de julio de 2008

El deseo y el síntoma en la neurosis obsesiva

Publicación realizada por la cátedra de Psicopatología en el aulavirtual
Javier L. Aguirre, Trabajo publicado en el libro “Modernidad, tecnología y síntomas contemporáneos”, Serie Conexiones, 2008, Buenos Aires.

La interrogación sobre la neurosis obsesiva como “entidad clínica” ha sido una constante en el campo del Psicoanálisis, no obstante, los avances de la ciencia y el pliegue de la psiquiatría a ésta, han intentado por cualquier medio callar lo distintivo de la obsesión. Por ejemplo, en Estados Unidos la novedad es que la obsesión estaría en el tálamo nupcial, por lo cual, la microcirugía es la terapéutica actualmente utilizada –claro, “solo” en algunos casos-. Por el lado de la psiquiatría, los manuales diagnósticos han reducido su nominación a los llamados trastornos, en este caso, el TOC, trastorno obsesivo compulsivo, ubicándolo en la categoría de los trastornos de ansiedad. Mientras que la clínica psicoanalítica insiste en lo específico de este “tipo clínico”, alejándose de las posiciones que pretendes silenciarla. En este sentido, en el presente trabajo pretendemos extraer, desde los desarrollos de Freud y Lacan, algunas consecuencias sobre la particularidad de la neurosis obsesiva, fundamentalmente con respecto a dos dimensiones: el síntoma y el deseo; ya que ambas adoptan en dicho tipo clínico un modo particular. El trabajo busca enfatizar lo singular de éstas dos dimensiones en la neurosis obsesiva, con la finalidad de establecer algunas coordenadas para la dirección de la cura.
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Desde Freud
La neurosis obsesiva, al decir de Freud, “es el objeto más fecundo y más interesante de la investigación analítica”. Esta afirmación la expresa en 1926, en el trabajo “Inhibición, síntoma y angustia”. Aunque la psiquiatría clásica, ya hablaba de la neurosis obsesiva, sea como una monomanía, en el caso de Esquirol, o como la Locura de Duda, por el lado de Falret, fue Freud el primero en aportar una hipótesis etiológica novedosa de la neurosis obsesiva. Ya en “Neuropsicosis de defensa” (1894), Freud separa la neurosis obsesiva de la histeria y comienza a asignarle mecanismos particulares en la constitución del síntoma. En este momento la causa de la neurosis es una vivencia sexual temprana y traumática. El carácter de este suceso tiene su forma tanto en la histeria como en la obsesión. En la histeria es soportado de manera pasiva y acompañada de displacer. Mientras que en la neurosis obsesiva estuvo acompañada de placer y fue activa. El mecanismo de respuesta a dicha experiencia es la defensa. En la neurosis histérica, para defenderse de una representación inconciliable, se desprende el afecto de la representación, este último se reprime y el afecto se dirige al cuerpo. En cambio, en la obsesión, se produce lo que Freud denomina, un “falso enlace”. El afecto que acompaña a la representación es libreado y enlazado a una representación anodina. De esta forma la representación “debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia”, y el afecto al ligarse con otras representaciones que no son inconciliables produce las representaciones obsesivas. Ubica el desencadenamiento de la enfermedad por el fracaso de la represión y propone la siguiente trayectoria: recuerdo de la vivencia infantil acompañada de reproches, represión de la vivencia infantil, síntoma defensivo primario (conciencia de culpa, vergüenza, y otros), retorno de lo reprimido y enfermedad propiamente dicha. Se produce lo que llamará el “carácter obsesivo”, representado por la compulsión de pensar, la duda, los ceremoniales, entre otros.
En “Acciones obsesivas y practicas religiosas” (1907) Freud señala que las acciones obsesivas que aparentan ser insignificantes, en realidad poseen pleno sentido. Ahora bien, existen fenómenos de esta clase que no necesariamente pertenecen a la neurosis obsesiva. Esta última presenta una “unidad clínica” especifica. En la comparación de la obsesión con las prácticas religiosas, Freud dice que el obsesivo se encuentra bajo el imperio de una conciencia de culpa inconsciente. En esta época abandona la teoría del trauma y propone una nueva lectura del síntoma En adelante el síntoma se anuda a una fantasía y no a la vivencia real, especificando que lo decisivo es la realidad psíquica.
En su trabajo paradigmático, “El hombre de las ratas”, (1909) recurre a la pulsión para explicar los síntomas . ¿Cuál es la propuesta de Freud? En la obsesión habría la “temprana emergencia y la represión prematura de la pulsión sexual del ver y del saber”. Mientras la pulsión de saber predomina en el obsesivo, “el cavilar se convertirá en el síntoma principal” (Freud, 1909: 191).
Asimismo, en este trabajo Freud hace referencias sobre el deseo en la obsesión, al cual lo relaciona con la triangulación edípica. El parricidio y el incesto son los ejes del análisis del deseo obsesivo. La hostilidad contra el padre obtiene su fuente por haber sentido al mismo como perturbador de los apetitos sexuales, idea que desarrolla nuevamente en “Tótem y tabú” (1913).
En el texto, “Predisposiciones para la neurosis obsesiva” (1913), apela a los estadios libidinales para comprender los síntomas obsesivos. En el neurótico obsesivo habría una regresión de la libidio hacia la fase sádico anal, producto de una fijación en ese estadio, de esta forma deduce las formaciones reactivas. En el año 1916 en el trabajo “El sentido de los síntomas”, manifiesta que la neurosis obsesiva se porta como un asunto privado del enfermo, el síntoma obsesivo “renuncia casi por completo a manifestarse en el cuerpo y crea todos sus síntomas en el ámbito del alma (Freud, 1916: 236). El sentido de los síntomas se vincula con la historia del enfermo. Se trata de enlazar una idea sin sentido o una acción carente de fin con la historia del sujeto, entonces, la idea y la acción aparecen ahora justificadas.
En “Inhibición, síntoma y angustia” (1926) define al síntoma como sustituto de la satisfacción pulsional resultado del proceso represivo. Plantea que en la neurosis obsesiva los síntomas son de dos clases, o son prohibiciones, es decir, síntomas de naturaleza negativa o por el contrario, son satisfacciones sustitutivas. El triunfo de la formación del síntoma es cuando se une la satisfacción con la prohibición. Además manifiesta que el síntoma suele ser de dos tiempos: a determinada acción le continúa otra que la cancela. Ubica al Yo del obsesivo como el principal escenario de la formación del síntoma, mientras que el super yo se erigirá como un imperativo de goce.

Una aproximación desde Lacan
Hay múltiples referencias y aportes de Lacan a la teoría de la neurosis obsesiva. No obstante, solo tomaremos algunos de ellos referidos a nuestras dos dimensiones.
Nos atrevemos a decir que Lacan introduce en el análisis de la obsesión la dimensión de la particularidad del modo que asume el deseo en ella y su relación con el síntoma. En sus trabajos influidos por el estructuralismo (en el cual podemos ubicar, el análisis sobre Hamlet (1958), su Seminario de las “Formaciones del inconsciente”, “La dirección de la cura” y el Seminario “El deseo y su interpretación”, entre otros), Lacan articula el síntoma con la estructura y lo define como metáfora. El síntoma neurótico es una lengua que expresa la represión (Lacan, Seminario 3. 1955-6). Describe al síntoma obsesivo como un dialogo interior en sus relaciones con el narcisismo (J. Gorog, G.Miller, M. Susini, 1987).
Ahora bien, al igual que el síntoma el deseo del obsesivo adquiere un modo particular, diferente al de la histeria. ¿Cuál es su forma? Si en la histeria existe la pregunta sobre el deseo, en la obsesión, en cambio, hay lo que Lacan formula como deseo cero. Así como la histeria necesita de un deseo insatisfecho más allá de la demanda, el obsesivo también lo necesita, y lo hace produciendo un deseo prohibido. La obsesión, dice Lacan, se caracteriza por la función de un “deseo imposible” (Lacan, Seminario 6, 1958-9). ¿Cuáles son los argumentos de Lacan para explicar estas proposiciones? El vinculo del obsesivo con su deseo esta determinado por el hecho de que ante al primer acceso a su deseo y el paso por el deseo del Otro, su deseo fue destruido, anulado. Por lo cual, experimenta el deseo como algo que se destruye, lo que implica que en todo acercamiento a su deseo éste se desvanece. Es imperioso que se mantenga a distancia de su deseo para hacerlo subsistir. Además, su deseo implica la destrucción del deseo del Otro y su estrategia para realizarlo es degradando al Otro al lugar de objeto, pero al mismo tiempo retrocede para conservarlo. El obsesivo no quiere saber nada del deseo del Otro, por lo cual, reduce el deseo del Otro a la demanda, mortificándose por el pedido del Otro.
La duda y la procastinación, figuran la dificultad del obsesivo para realizar su deseo, él se anticipa siempre demasiado tarde y sufre por ello, protegiéndose de esta manera de poner en juego su deseo. “Debe” realizar proezas, hazañas, ubicando al Otro como espectador, buscando de esta manera el permiso del Otro, “pedir permiso es ponerse en la más extrema dependencia con respecto a él” (Lacan, Seminario 5, 1957-8: 420).
En el Seminario 10 (1962-3) ya con la introducción del objeto a, Lacan hablará del deseo anal del obsesivo, en tanto deseo de retención. Es al rededor de la demanda del Otro, de la madre, que entra el excremento en la subjetivación. Al niño se le pide retener y soltar las heces. Él podrá reconocerse en un objeto alrededor del cual gira la demanda de la madre. “Lo que está allí en esa primera relación con la demanda del Otro, es a la vez él y no debe ser él; por lo menos, e incluso más allá: no es de él. (Lacan, Seminario 10: 314). Este es el origen de las ambivalencias del obsesivo”, el objeto a excremencial es la causa de la ambivalencia, de ese si y no; es de mi —síntoma— pero sin embargo no es de mi “(Lacan, Seminario 10: 315). Es en función del objeto cesible, del objeto anal causa del deseo que se podrá concebir el mecanismo del deseo del neurótico obsesivo.

Algunas coordenadas para la dirección de la cura
Si el síntoma y el deseo en la neurosis obsesiva adquieren una forma particular, es posible extraer algunas coordenadas para la dirección de la cura. Esta va, dice Lacan, de las rectificaciones del sujeto con lo real hacia la transferencia y de ella hacia la interpretación (Lacan, La dirección de la cura, 1958).
En primer lugar, tanto Freud como Lacan, parten de la idea de que el síntoma queda constituido solo cuando el sujeto de percata de él. Ahora bien, ¿qué sucede con el obsesivo? Él “no tienen noticia del texto de sus propias representaciones obsesivas” (Freud, 1916: 237), por lo cual, es importante orientar al obsesivo a la constitución de su síntoma, es decir, que ya no forme parte del rasgo de carácter. Así, el síntoma será un efecto del dispositivo analítico. Para que ello acontezca debe dirigir su pregunta al Otro y no hacia si mismo, de esa manera podrá comenzar a inscribirse en la cura. En este sentido Lacan dice que en la cura “solo se dan los primeros pasos, cuando se consigue que el sujeto dé a sus síntomas todo su desarrollo, lo cual puede presentarse como un agravamiento clínico” (Lacan, Seminario 5: 478).
Igualmente, es preciso hacerlo reconocer como espectador invisible de la escena, “a quien le une la mediación de la muerte” (Lacan, 1955: 121). No hay que desculpabilizarlo, tampoco realizar comentarios interpretativos adelantados, porque entonces tendríamos que ir más lejos, y nos encontraremos accediendo y concediendo para nuestro prejuicio, al mecanismo a través del cual nos quiere hacer comer, su propio ser, su mierda.(Lacan, Seminario 8, 1960-1).
Además es importante cernir la angustia anal en el obsesivo, la cual se vincula directamente con el borde pulsional. Lacan manifiesta que perseguirlo “hasta la emergencia de esa angustia delimitada en lo somático no ocurre casi nunca, pero cuando ocurre “revela la verdadera dominancia, el carácter de núcleo irreductible y en ciertos casos casi indominable de la aparición de la angustia, al extremo de parecer un punto terminal del análisis” (Seminario 10: 305). Se trata entonces, de histerizar al obsesivo, es decir, de intentar que el síntoma se presente en la dimensión del cuerpo, esto es, ligar el síntoma a los bordes pulsionales (Lombardi) y resituar al sujeto en su posición deseante.


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3 comentarios:

Marisol Sánchez dijo...

Deliro, deliro. Preguntas:
1.- ¿Forcluye en general el obsesivo la realidad o eso no es un rasgo propio de esta estructura?
2.- ¿Soporta el obsesivo la presencia de un Otro - que genera deseo y, por tanto, una falta insoportable - o debe reducirlo siempre a una categoría de objeto casi muerto sobre el cual él sienta que comanda la relación y así rellenar esa falta a toda costa?
3.- Por tanto, ¿podemos decir que el obsesivo no soporta la castración?
Gracias. Me interesa mucho el psicoanálisis y valoro mucho la claridad de tu texto.
Saludos!!

Lic. Veronica Sorbera dijo...

en relacion al deseo y el sintoma: en 1957-1958 Lacan formula un bello planteo, introduciéndolo como “la problemática del deseo y ubicándolo en una polaridad que tiene dos terminales. Por un lado la errancia del deseo que abre un campo enorme en relación a la excentricidad del deseo respecto de la satisfacción. En el otro extremo ubica el dolor de existir como forma pura, sin mascaras. Ubica entre las dos terminales el espacio donde se manifiesta el deseo, mostrando una profunda coalescencia entre el síntoma y el deseo, entre la mascara y lo que aparece en la manifestación del deseo. Se trata de un planteo que no implica solución alguna, solo planta índices que nos dejan seguir el desarrollo de este concepto fundamental y que invita a la investigación. Recomiendo su lectura.

Lic. V Rodriguez dijo...

Coincido con Marisol Sánchez, "al obsesivo la entrada del Otro con su deseo y su evidente falta lo desetabiliza, lo coloca del lado de la angustia, ejercer el control lo mantiene alejado"