miércoles, 9 de julio de 2008

La forclusión Nombre del padre

Publicación realizada por la cátedra de Psicopatología en el aulavirtual
INTRODUCCION

Con el presente ensayo pretendemos enhebrar algunas consideraciones acerca de la psicosis como estructura y sus consecuencias. Frente a la clínica universal del síntoma opondremos la clínica diferencial de la estructura a fin de poder dar cuenta de la utilidad de un diagnóstico diferencial, sus determinantes y consecuentes.
Para ello intentaremos primeramente situar la locura como fenómeno social, su posterior apropiación por parte de la ciencia médica y el tratamiento que hará posteriormente el psicoanálisis de la psicosis. Allí intentaremos poner en relieve los desarrollos tanto de Freud como de Lacan respecto a la génesis y determinación de la posición de los sujetos afectados por estos fenómenos valorando principalmente el mecanismo pensado por Freud pero impuesto por Lacan: la forclusión, que traduce al francés la Verwerfung freudiana, como determinante de la estructura, su alcance y sus consecuencias en la vida de los sujetos.

EL PROBLEMA DE LAS PSICOSIS

Desde tiempos inmemoriales la locura, o la pérdida de la razón, ha sido un fenómeno que no sólo afecta a la subjetividad de quien lo padece sino que por transitividad conmueve profundamente la intimidad de aquellos que asisten al despliegue de síntomas tales como las alucinaciones o los delirios. Pueden incluso resultar, en principio, graciosos y hasta simpáticos, pero pronto transmiten una sensación angustiante que muchos literatos relataron de manera ejemplar tanto en tercera como en primera persona.
Diversas han sido las etiologías adjudicadas (castigo divino, tara congénita, etc.) así como diversos los destinos que le cupieron a estos personajes singulares (desde la STULTIFERA NAVIS descrita por M Foucault en la HISTORIA DE LA LOCURA EN LA EDAD CLÄSICA, pasando por los bufones de la corte, hasta los aislamientos y encadenamientos inmortalizados por el gesto misericordiosos de Pinel) pero ello no ha dejado de imbuir de un halo de misterio y extrañeza esta singular patología.
Su advenimiento al campo de la medicina planteó, más temprano que tarde, la oposición planteada entre una etiología moral y otra de carácter orgánico, no llegando a prevalecer ninguna de ellas.
Uno de los primeros logros en pos de la sistematización del tratamiento fue separar las psicosis de otros trastornos con los que se la conectaba tale como la debilidad mental, la idiocia, o las taras congénitas. Todo ello impulsado por el advenimiento de la Razón cartesiana al cenit de la constitución de la subjetividad. Dicha Razón soporta y estructura tanto el descubrimiento del mundo como el del sujeto en su constitución e interacción con los otros y con el dicho mundo. Este ideal de linealidad de acopio del conocimiento empuja a la ciencia médica a intentar establecer la razón de la locura”: Son entonces las clasificaciones las que toman estado inundando la condición médica de los siglos XVIII y XIX.
Posteriormente será la farmacología la que toma por asalto el bastión de la locura intentando calzar un chaleco de fuerza químico a su expresión .esto alivia, pero al precio de acallar al síntoma y amordazarlo hasta hacerlo desaparecer con el sujeto mismo (alto precio, desde nuestro punto de vista)
En este contexto eufórico de la ilustración, entrelazada a la moral victoriana y al auge de las enfermedades “nerviosas”, surge el psicoanálisis como técnica que toma a su cuenta a los excluidos de la medicina por el carácter no-orgánico de sus afecciones: la histeria y su extraña parafernalia sintomática, aunque paulatinamente va abarcando todo el campo de la psyché y sus patologías.
¿Qué lugar para la locura en el compendio psicoanalítico?

FREUD Y LA LOCURA

La técnica psicoanalítica se desarrolló principalmente en otro campo que el de la locura: el de la histeria. Y la razón de ello se cimenta en que gran parte del efecto de remisión de síntomas se producía por rememoración de eventos afectados por una amnesia patológica.
En los comienzos del psicoanálisis la línea que aislaba la locura era bastante difusa, tanto como para encontrar en algunos escritos freudianos de fines del siglo XIX a la paranoia en serie con la histeria y las obsesiones, así como la hipocondría entre las “neurosis actuales”, y una primera denominación de “neurosis narcisistas” para referirse a las psicosis. Y aunque esto pueda sonar un poco descabellado podemos afirmar que si uno se atiene a la descripción sintomatológica y sindrómica la diferencia entre ciertos casos de neurosis obsesiva y otros de paranoia se torna difusa, al punto de encontrarlas sin solución de continuidad en los manuales más actuales de diagnóstico psiquiátrico. DSM IV y CIE 10, bajo el acápite de “trastorno obsesivo compulsivo”.
Es en 1911 cuando Freud presenta su “Puntuaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito (dementia paranoides)”, más conocido como el caso SCHREBER en memoria del Dr. Daniel Paul Schreber, magistrado alemán ingresado en la clínica de Leipzig a fines de 1893 aquejado de una enfermedad nerviosa que él mismo le achaca “al exceso de trabajo” como consecuencia de su nombramiento como presidente del Superior Tribunal de Sajonia.
La particularidad de este trabajo estriba en que sus elaboraciones se remiten no al contacto directo con el actor sino al análisis de las “Memorias de un enfermo nervioso”, publicado en 1903 y que forman parte del alegato que el mismo Schreber presentó a los tribunales a fin de recuperar su capacidad jurídica, perdida como consecuencia de una sentencia de insanía que pesaba sobre él. Para ello Freud se autoriza en el razonamiento de que en las psicosis no hay posibilidades de vencer las resistencias que sostiene la represión y que por ello el paciente “dice sólo lo que quiere” por lo que no duda en otorgarle la validez de un discurso al texto.
Dado que no es el motivo del presente trabajo no entraremos en consideraciones profundas del análisis del caso, que abunda la literatura analítica, salvo algunas precisiones que nos interesan a fin de cernir el concepto de diagnóstico y estructura en Freud. Lamentablemente no contamos con muchas otras posibilidades de analizar el trabajo de Freud con pacientes psicóticos, a pesar de lo cual se desprende de su obra una actitud dinámica frente a los diagnósticos y a la fijeza de los mismos. Sólo citaremos dos ejemplos que abonan en esta postura:
uno de ellos surge del mismo caso Schreber. Al referirse a una enfermedad previa a la que lo conduce a su reclusión, y por la que estuvo en tratamiento entre 1884 y 1885, Freud dice: “En el curso de este estado, definido como “hipocondría”, que en apariencia se mantuvo dentro de los límites de una neurosis, Flechsig fue su médico”. De ello se desprende que Freud consideraba que un sujeto puede desarrollar una afección neurótica y posteriormente desencadenar una psicosis.
El otro ejemplo es del análisis fragmentario que hace de un caso de neurosis infantil en “De la historia de una neurosis infantil”, más conocido como el caso del “Hombre de los lobos” por lo paradigmático del sueño central de su análisis.
Si bien el análisis de este último caso plantea consistentemente la instauración y las repercusiones en la edad adulta de una neurosis infantil, y coincidentemente con el ejemplo anterior encontramos a Freud intentando poner a prueba sus elaboraciones sobre el complejo de Edipo y la castración, literatura posterior nos informa del desencadenamiento del sujeto, curiosamente a partir de otra afección física, en este caso un “lunar en su nariz”, y de los fenómenos propios de la psicosis que la analista que lleva el caso describe con lujo de detalles, pero que sin embargo al momento de definir un diagnóstico se revuelve contra sus explicaciones y termina justificando el diagnóstico de Freud: neurosis.
Es de este caso de donde posteriormente Jacques Lacan tomará el término de Verwerfung para plantear una relación a la castración distinta de la Verdrangung o represión, tomándose de la posición en que Freud sitúa al sujeto respecto de la castración: “no quería saber nada de ella siguiendo el sentido de la represión ”. Entre los elementos que Freud analiza hay uno que nos sitúa sobre la pista de las psicosis, y es la “alucinación del dedo cortado” que el paciente relata en un “dèja reconté”.
¿Cuál es la intención de plantear dos mecanismos distintos, y los efectos y de la diferenciación?
LENGUAJE, LINGÜÍSTICA Y ESTRUCTURA
Los desarrollos encarados por el Dr. Lacan producen un vuelco sin precedente en la historia del psicoanálisis, no sólo por la subversión de su posición política en la Internacional Psicoanalítica sino por lo atrevido de sus desarrollos teóricos. Basado en la convicción de que si era la palabra el vehículo de la cura analítica urgía entonces recurrir a una formalización del tratamiento que se hace del lenguaje se plantea una reformulación de esta disciplina, para lo cual busca apoyo en los desarrollos que F. Saussure expuso en sus cursos de lingüística general, y que subvirtieron la historicidad de la filología para plantear al lenguaje en un corte sincrónico de una sociedad como una estructura que respeta reglas y relaciones.
Contemporáneo de la generación cultural francesa de post-guerra encontró en el estructuralismo la herramienta eficaz para encarar la complejidad de la realidad psíquica. Real, Simbólico e Imaginario pasaron a formar parte activa del diccionario psicoanalítico, se siga o no sus enseñanzas.
Es este apego a los postulado estructuralistas lo que lo lleva a trabajar las estructuras freudianas de las psicosis en su seminario del año 1956-57 sometiendo al complejo de Edipo y a la castración a un desapego paulatino de la realidad fáctica para elevarlos a la categoría de estructuras. Así dice: “No queremos decir otra cosa cuando decimos que el complejo de Edipo es esencial para que el ser humano pueda acceder a una estructura humanizada de lo real. Todo lo que circula en nuestra literatura, los principios fundamentales sobre lo que estamos de acuerdo, lo implica: para que haya realidad, para que el acceso a la realidad sea suficiente, para que el sentimiento de realidad sea un justo guía, para que la realidad no sea lo que es en la psicosis, es necesario que el complejo de Edipo haya sido vivido. Sin embargo sólo podemos articular este complejo, su cristalización triangular, sus diversas modalidades y consecuencias, su crisis Terminal, llamada su declinar, sancionada por la introducción del sujeto en una nueva dimensión, en la medida en que el sujeto es a la vez él mismo y los otros dos participantes. El término de identificación que ustedes usan a cada momento no significa otra cosa. Hay allí pues intersubjetividad y organización dialéctica. Esto es impensable a menos que el campo que delimitamos con el nombre de Edipo tenga una estructura simbólica”
Retomando el análisis del caso Schreber introduce un planteamiento novedoso al afirmar que los fenómenos propios de la psicosis encuentran su explicación en una defectuosa aprehensión de la estructura simbólica. Dice: “Es en un accidente de este registro [simbólico] y de lo que en él se cumple, a saber la forclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora paterna , donde designamos el defecto que da a la psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa de las neurosis”. Plantea así una ruptura con la posición freudiana de la posibilidad de evolución de una neurosis hacia la psicosis.
Aquí encontramos cristalizado el uso que Lacan hará de aquí en más del término forclusión, que en francés tenía dos acepciones: 1) en derecho: vencimiento de una facultad o derecho no ejercido en los plazos prescriptos; 2) figurativamente exclusión forzada, imposibilidad de entrar, de participar.
Para presentar este mecanismo como determinante de la psicosis Lacan se remite al uso que de él hace Freud, especialmente en el caso ya mencionado del Hombre de los Lobos.
¿Qué es entonces lo que estaría Verdrangen?
LA FORCLUSION DEL NOMBRE-DEL-PADRE
Para dar una exacta dimensión al planteo estructural de la psicosis deberíamos primeramente ordenar algunos elementos que soportan la afirmación del acápite. Si sostenemos la condición de estructura para la neurosis o la psicosis ésta sólo tomará cuerpo en tanto pueda darse cuenta de los fenómenos propios de las mismas, vale decir que la estructura neurótica deberá poder dar cuenta tanto del mecanismo de la represión como de la formación de síntomas mientras que la estructura psicótica deberá hacer otro tanto con la forclusión y los síntomas propios (alucinación, delirio, etc.)
Es en este punto donde deberíamos primeramente someter a consideración un término que a priori pareciera más que acabado, pero que a poco de andar comienza a mostrar sus matices. Nos referimos a la REALIDAD.
¿Hay una sola realidad?
Dar cuenta de la realidad plantea, a poco que se avance en su análisis, un cuestionamiento directo a nuestra capacidad de aprehensión del mundo. Sin restarle el valor que amerita dejamos de lado la cuestión ontológica dada su complejidad así como las posiciones filosóficas frente a ella. Intentaremos centrarnos, por contrapartida, en los desarrollos que el psicoanálisis se ha propuesto del tema, partiendo de la hipótesis de coincidencia entre la realidad material y la representación que como constructo sostenido en nuestra percepción y nuestras elucubraciones nos hacemos de ella.
La primera objeción a esta supuesta unicidad se remonta a los inicios del psicoanálisis y constituye uno de los fundamentos del abandono de la “teoría de la seducción”, postulada por Freud como resultado de la acumulación de relatos de escenas de seducción de las pacientes histéricas , a favor de la “teoría de la fantasía”, cuestionando la existencia material de los episodios que inscribirían traumas infantiles, no obstante la constatación cuasi universal de los mismos. Esto llevaría a plantear el acceso a la sexualidad como un episodio traumático. Si el por qué no se encuentra en la realidad material entonces será necesario revisar que lo hace tomar ese carácter.
Poco a poco irá tomando cuerpo el concepto de “realidad psíquica”, que podrá o no coincidir con la realidad material pero que será el determinante de la vida psíquica de un sujeto. Una acabada muestra de ello es el artículo de 1924 “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis” donde incisivamente Freud plantea que el problema no es la pérdida de la realidad sino “del resorte de lo que se sustituye a ella”.
Veremos a continuación cuales serían estos elementos
Algo más que imaginario
Tal vez motivados por esa debilidad por lo explícito las teorías freudianas desde la década del ’50 hacia acá encontraron confortable refugio en el remanido mecanismo de la “proyección afectiva”, aún y cuando el mismísimo Freud, con esa humildad que lo caracteriza, se encargara de ponerlo en duda unos párrafos más abajo en el caso Schreber. Y si “Introducción al narcisismo” intentó encontrar los elementos estructurales de una regresión del sujeto a un estado anterior, aún así se siguió abonando en la confusión de mecanismos que hacen tan ajenos los celos del alcohólico y los del delirante. Y es que precisamente este juego especular, identificatorio y proyectivo no basta para dar cuenta del desarreglo estructural que pone a cielo abierto el desencadenamiento.
Este será el giro que imponga Lacan en el análisis de la paranoia al buscar la justificación de esa realidad particular de la psicosis en un fallo del ordenamiento simbólico del mundo. Sin extendernos demasiado sobre la temática simbólica en relación a la subjetividad sólo la presentaremos como determinante de la misma en tanto fuente primitiva, aunque no primera, de nuestra aprehensión del mundo. Va un ejemplo: no es lo mismo el valor simbólico de la palabra día que la consecuencia obtenida como experiencia de la alternancia de los ciclos terrestres, por cuanto su utilización en expresiones como ”dentro de diez días” la eleva por encima del fenómeno dotándola de connotaciones ampliadas.
Llegados a este punto de la interrogación de la apropiación de la realidad, y a poco de buscar, encontramos en un artículo de 1918 “La denegación”, corto pero profundo, que parte de la experiencia clínica de la negación que le paciente antepone a su frase asertiva: no es mi madre, para someterla a consideración fundado en el hecho de que la negación no es patrimonio del inconsciente. Allí, para despejar la negación se retrotrae al momento mítico de la aparición del juicio, distinguiendo una primera instancia, o juicio de atribución (Behajung), que establece una primera división entre yo y no-yo, en función de las sensaciones placenteras expulsando lo ajeno a la satisfacción, de una segunda instancia, o juicio de existencia, que se soporta en el reencuentro en el exterior del objeto anterior.
En el caso de la psicosis, y a partir de la suspensión del juicio de existencia dada la característica de los fenómenos, nos queda plantearnos la carencia a nivel de la Behajung, o aceptación de lo simbólico en su conjunto, que consistiría en el rechazo de un significante, y no cualquiera, sino uno de aquellos que constituyen el fundamento de la construcción de la realidad, construcción que describiremos a continuación.
Realidad Simbólico Imaginaria
En este punto es donde comienza a organizarse de un modo novedoso la realidad subjetiva, sostenida en los pilares fundantes del Edipo y la castración, pero ordenada conforme al funcionamiento del aparato simbólico, vehículo de la palabra y matriz de la organización de la subjetividad, cuerpo extraño que parasita y desnaturaliza la relación de el hombre con el mundo.
Las elaboraciones de Lacan sobre la función simbólica del Edipo comienzan en el seminario de 1956/57, dedicado a las psicosis, pero las perfecciona en el curso del 1958/59 sobre las formaciones del inconsciente, y lo plasma en un escrito aparecido en enero de 1958 titulado “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. Basada en la dialéctica de la intersubjetividad, su topología describe el espacio de la realidad como intersección de lo simbólico y lo imaginario, cada uno de ellos organizado por un ternario: Padre, Madre, Ideal del Yo para lo simbólico, siendo estos “los tres significantes en que podemos identificar al Otro en el complejo de Edipo. Bastan para simbolizar las significaciones de la reproducción sexuada, bajo los significantes de la relación del amor y la procreación” , y del yo, del otro especular y de la significación fálica (para lo Imaginario, representativo de un “set de figuras imaginarias, seleccionadas entre las formas innumerables de las relaciones anímicas y cuya elección implica cierta arbitrariedad, puesto que para recubrir homológicamente el ternario simbólico, debe ser numéricamente reducido…” a tres, agreguemos.
Sin embargo encontramos que dada la “topología de cuaternario” del significante “el cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, como tal precluida en el sistema y que sólo bajo el modo del muerto entra en el juego de los significantes, pero que se convierte en el sujeto verdadero a medida que ese juego de los significantes va a hacerle significar” . Dos precisiones agregaríamos a este párrafo: que la entrada en el universo simbólico del sujeto acarrea tanto su muerte como la inmortalidad (el asesinato de la cosa, del que Hegel dio cuenta magistralmente) y que es dable pensar que estas “dos muertes” permitan redefinir la pulsión de muerte, no apuntando a la extinción de la vida sino a esta “otra muerte”, simbólica.
Resulta evidente, asimismo, la ausencia del registro Real, que sólo será localizado ubicando a su única vía de acceso: el objeto a, conforme a desarrollos topológicos posteriores que darán cuenta de una figura denominada “plano proyectivo” o “cross-cap”, obtenida por el pegado de m-M e i-I, obteniendo así una banda de Moebius . Mientras tanto la vía de conexión con la naturaleza viviente se encuentra en la imagen fálica. Lo que hay de viviente en el ser humano, su fuerza vital, la libido freudiana, entra en el sistema por vía de ese término en el que “el sujeto se identifica opuestamente con su ser de vivo,[que] no es otra cosa que la imagen fálica, cuyo develamiento en esa función no es el menor escándalo del descubrimiento freudiano” .
Así planteada entonces la conexión entre castración y Edipo en tanto la “significación del falo, hemos dicho, debe evocarse en lo imaginario del sujeto por la metáfora paterna”, se concreta el entramado ya planteado anteriormente cuando sostenía que la sexualidad humana debe realizarse a través de la ley. Igualmente esta introducción de la sexualidad y la ley se sostienen en un tropo de la lengua, la metáfora, que implica la sustitución de un significante por otro y que libera un más de significación, base de todo aprendizaje.
De esta forma las figuras paternas del Edipo freudiano son sustituidas por elementos significantes, superando así esa primera conjunción oscura del significante (Deseo de la Madre) con el significado (x del objeto de deseo, con el que el niño trata de identificarse) por otra de significante (Nombre del padre, representante de la ley) a significante (Deseo de la madre)
Plantear aquí las consecuencias no de la ausencia del padre real, más que compatible con la presencia del significante, sino la carencia del significante mismo nos introduce en el nudo de la psicosis; ¿qué particularidad rodea a este significante rechazado, que hace de su carencia un desastre para el sujeto, ya que el núcleo del mecanismo de la forclusión se asienta en la respuesta, o mejor dicho en la ausencia de respuesta del sujeto cuando es llamado a este lugar primeramente no simbolizado?
Vacío Simbólico, catástrofe Imaginaria.
El modelo de construcción de la realidad que acabamos de exponer intenta dar cuenta de lo normal a partir de lo patológico, ya que si lo construye Lacan es para intentar dar cuenta de su fallo y de las manifestaciones que veremos después del desencadenamiento. Hasta ese momento el sujeto logra mantener una relación con los otros y con la realidad que poco hacer presagiar la tragedia por venir, tal como ocurre con esos sueños en duermevela que tiene el Presidente Schreber tiempo antes de su primera internación: tiene que ser hermoso ser una mujer sometida al acoplamiento, y que él mismo rechaza moralmente al despertar. Este episodio, que podría pasar inadvertido en su vida sólo tomará su valor por la posterior reinterpretación que del mismo hará en función del aparato delirante que construirá alrededor de su “transformación en mujer” (Verweiblichung) para engendrar junto con Dios una nueva raza, dado que los hombres verdaderos habían desaparecido, no quedando más que hombres hechos a tontas y a locas.
Hemos visto un elemento inicial y la conclusión a la que llega el sujeto después de su elaboración delirante, pero ¿qué ocurre entremedio? ¿Qué hace que un sujeto propuesto para presidir el Superior Tribunal de Dresde ( y muy joven para la gravedad del cargo) termine sus días apilado en un hospicio psiquiátrico, catatónico?
Podemos distinguir dos procesos mórbidos que coronan momentos claves de la historia de Schreber: - el primero con ocasión de una candidatura al Reichstag, y el segundo tras su designación como presidente del Superior Tribunal de Dresde. La simpleza y ejemplaridad de la lectura que el mismo Schreber hace de su caso nos permite despejar imaginerías acerca de lo traumático de su ausencia de descendencia o de su “paternidad legal”, ya que no se trata del padre, o de su carencia, sino que no es sólo de la manera en que la madre se aviene a la persona del padre de lo que convendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, digamos el término, de su autoridad, dicho de otra manera del lugar que ella reserva al Nombre-del-Padre en la promoción de la ley . Es esta función tercera que inaugura lo simbólico la que como Nombre-del-Padre es llamada al lugar del Otro en oposición al sujeto y donde solo encuentra un agujero ya que nunca llegó alli.
Precisamente Lacan indica buscar la “coyuntura dramática” del desencadenamiento de la psicosis en situaciones donde un tercero debe ocupar su lugar simbólico, como en el momento del nacimiento de un hijo.
Es este descalabro de lo simbólico que repercute en lo imaginario ya que la significación fálica, el sentimiento de vida del sujeto, se ve profundamente afectado ., y sólo es posible recuperar un sentido para la vida del sujeto por la vía de una determinación centrada en él, núcleo del delirio, y desde donde se reinterpreta toda la realidad. Esto constituye la “metáfora delirante” que suple a la metáfora paterna.
Finalmente quisiéramos resumir este pequeño recorrido por el mecanismo de la forclusión resaltando que la vida y la posición sexuada del sujeto en la psicosis están en vilo a partir del desencadenamiento y como el defecto de la significación fálica nos muestra su valor de institución del ideal del sexo y de la posición sexuada en la neurosis.
Un comentario final nos llevará a cuestionarnos sobre ciertos elementos ausentes en esta exposición de la postura de Lacan.

LO QUE DEJA AFUERA EL PLANTEO
Hay en el relato de Schreber una mención central a lo que el llama los “rayos divinos” por donde penetran los significantes, pero que también son portadores de la “voluptuosidad femenina” y que operan cambios evidentes en su cuerpo, llegando incluso a provocar varias poluciones en una noche. Esta manifestación que inequívocamente nos lleva al concepto freudiano de libido se ve extrañamente ausente del planteo de Lacan. ¿Por qué? Queda claro que en su intento de imponer la estructura simbólica Lacan desprecia la emergencia de las manifestaciones de la libido al punto de situarlas como “obstáculo transferencial” en el eje imaginario, y solo queda abierta una pequeña puerta en la significación, aunque mortificada también por el significante. Posteriormente deberá reformularlo poniendo como lugar de encuentro, o de inmixión de la heterogeneidad de lo simbólico y la vida al objeto a, que ubicará en su matema del fantasma, para concluir en su planteo topológico del nudo borromeano, todo ello sustentado en sus elaboraciones sobre el goce, un concepto problemático y motivo de otro trabajo.
Otro punto crucial es saber si este planteo vale para toda psicosis. Sobre ello también hay bastante discordancia pero respecto a la transferencia el planteo es válido para ubicar claramente la posición del analista frente al fenómeno. El postulado de “no retroceder frente a la psicosis” tanto denuncia su marca en el orillo de sus orígenes psiquiátricos como su perseverancia en escrutar hasta sus confines el alma humana.


ESTEBAN AGÜERO
21/05/2004


Fuente

1 comentario:

Festival Resonante dijo...

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