1-NUESTRA LECTURA DE LA PRIMERA TEORÍA DE FREUD: EL ORIGEN DE LA HISTERIA ES LA HUELLA PSÍQUICA DE UN TRAUMA
Volvamos ahora a nuestras preguntas iniciales: ¿cómo se hace uno histérico?, ¿cuál es la causa de las manifestaciones histéricas? ¿Cuál es el mecanismo por el que se forma un síntoma histérico? Según la primera teoría freudiana, la neurosis histérica, como además cualquier neurosis, es provocada por la acción patógena de una representación psíquica, de una idea parásita no consciente y fuertemente cargada de afecto. Recordemos que, a finales del siglo XIX , bajo el impulso de Charcot y Janet, quedó establecida y relativamente bien admitida la tesis que hacía de la histeria una "enfermedad por representación". También Freud tomó esta senda, pero pronto se apartó de ella introduciendo una serie de modificaciones; la más decisiva fue considerar la idea parásita, generadora del síntoma histérico, como una idea de contenido esencialmente sexual. Pero, ¿qué es esto de idea sexual? ¿Cómo es posible que una idea inconsciente y sexual baste para provocar una afonía, por ejemplo, una bulimia o hasta una frigidez? Para responder, seguiremos paso a paso el trayecto que se inicia con la aparición de esta representación sexual inconsciente y que culmina con la aparición de un síntoma histérico en el paciente.
En los inicios de su obra, Freud está persuadido —después cambiará de opinión— de que el enfermo histérico sufrió en su infancia una experiencia traumática. El niño, tomado de improviso, fue víctima impotente de una seducción sexual proveniente de un adulto. La violencia de este acontecimiento reside en la irrupción intempestiva de una efusión sexual excesiva, que inunda al niño y de la que no tiene la menor conciencia. El niño, ser inmaduro, queda petrificado, sin voz: no ha tenido tiempo para comprender lo que le sucede ni para experimentar la angustia que. si una efusión tan brutal se hubiese hecho consciente, se habría apoderado de él. La violencia del trauma consiste en el surgimiento de una demasía de afecto sexual, no sentido en la conciencia sino recibido inconscientemente. Trauma quiere decir demasiado afecto inconsciente en ausencia de la angustia necesaria que, al producirse el incidente, hubiese permitido al yo del niño amortiguar y soportar la tensión excesiva. Si hubo trauma, fue precisamente porque la angustia —que debió haber surgido— faltó. De ahí en más, se instala en el inconsciente del niño un exceso de tensión inasimilable y errabunda que no llega a descargarse en una llamada de socorro, por ejemplo o en la acción motriz de la fuga. Esta demasía del afecto subsistirá en el yo a la manera de un quiste, y pasará a constituir el foco mórbido generador de los futuros síntomas histéricos. La excitación brutal provocada por el acto seductor del adulto introdujo en el seno del yo una energía que, transferida de lo exterior a lo interior, se encierra aquí en forma de una intensa tensión sexual a la deriva. Podemos reconocer en semejante exceso de afecto sexual el equivalente de un orgasmo inconsciente en un ser inmaduro. De este modo, comprendemos que el trauma ya no es un acontecimiento exterior sino un violento desarreglo interno, situado en el yo.
Sin embargo, hay otro aspecto más del trauma que debemos destacar. El trauma psíquico no es solamente un exceso de tensión errante; es también una imagen sobre-activada por la acumulación de este exceso de energía sexual. La huella psíquica del trauma, que ahora llamaremos "representación intolerable", comprende, pues, dos elementos inconscientes: una sobrecarga de afecto y una imagen sobreactivada. Acabamos de ver cómo surge la carga sexual: preguntémonos ahora cómo surge la imagen. Para esto, hay que entender primero que el yo del niño, futuro histérico, sobre el que recaerá el impacto traumático de la seducción, es una superficie psíquica compuesta de diferentes imágenes corporales que se organizan como un cuerpo imaginario, verdadera caricatura del cuerpo anatómico. Así pues, el yo histérico es un cuerpo formado a la manera de un traje de arlequín, donde cada rombo corresponde a la imagen deformada de un órgano particular, de un miembro, de un orificio o de cualquier otra parte anatómica. En el momento del trauma, el impacto de la seducción suelta uno de estos rombos, toca puntualmente una de estas imágenes, precisamente la que corresponde a la parte corporal puesta en juego en el accidente traumático. El excedente de tensión psíquica se concentra entonces en esta imagen, y la inviste en tal medida que ésta se desolidariza de las demás imágenes del cuerpo imaginario o, lo que es equivalente, se desolidariza del yo histérico. Precisamente, lo que dimos en llamar representación inconsciente o idea parásita cuando calificamos a la histeria de "enfermedad por representación", es esta misma imagen inconsciente, desconectada del cuerpo imaginario (el yo), remitiendo a la parte del cuerpo que estuvo en juego en la escena traumática y altamente investida por una carga sexual. Un detalle, una postura del cuerpo del adulto seductor o del cuerpo del niño seducido, un olor, una luz, un ruido..., todas estas formas pueden constituir el contenido imaginario de la representación inscrita en lo inconsciente y sobre la cual va a fijarse el exceso del afecto sexual.
Quisiera insistir más sobre el elemento esencial del trauma. Lo que hay que tener presente es esto: el trauma que el niño sufre no es la agresión exterior, sino la huella psíquica que queda de la agresión; lo importante no es la naturaleza del impacto, sino la señal que deja, impresa sobre la superficie del yo. Esta señal, esta imagen altamente investida de afecto, aislada, penosa para el yo, debe ser considerada la fuente del síntoma histérico e incluso, generalizando, la fuente de cualquier síntoma neurótico, sea el que fuere.
El trauma se ha desplazado. Empezamos mencionando un incidente traumático exterior al niño, y ahora nos hallamos con la misma violencia de la efracción enclavada en el interior del yo en forma de una representación inconsciente, sobrecargada de energía sexual y fuente de un dolor intolerable para el yo. Lo recalcamos: la causa de la histeria no es un accidente mecánico exterior y fechable en la historia del paciente, sino la huella psíquica sobre-investida de afecto; lo que opera no es el hecho de la seducción, sino la representación psíquica que es su huella viva.
Organización del material:
1-Nuestra lectura de la primera teoría de Freud: el origen de la histeria es la huella psíquica de un trauma
2-La histeria es provocada por una defensa inadecuada del yo: la represión
3-La histeria es provocada por el fracaso de la represión la conversión
4-El sufrimiento del síntoma de conversión es el equivalente de una satisfacción masturbatoria
5-La elección de órgano, asiento de la conversión
6-El síntoma de conversión desaparece si cobra un valor simbólico, el que produce la escucha del psicoanalista
7-Nuestra lectura de la segunda teoría de Freud: el origen de la histeria es un fantasma inconsciente
En los inicios de su obra, Freud está persuadido —después cambiará de opinión— de que el enfermo histérico sufrió en su infancia una experiencia traumática. El niño, tomado de improviso, fue víctima impotente de una seducción sexual proveniente de un adulto. La violencia de este acontecimiento reside en la irrupción intempestiva de una efusión sexual excesiva, que inunda al niño y de la que no tiene la menor conciencia. El niño, ser inmaduro, queda petrificado, sin voz: no ha tenido tiempo para comprender lo que le sucede ni para experimentar la angustia que. si una efusión tan brutal se hubiese hecho consciente, se habría apoderado de él. La violencia del trauma consiste en el surgimiento de una demasía de afecto sexual, no sentido en la conciencia sino recibido inconscientemente. Trauma quiere decir demasiado afecto inconsciente en ausencia de la angustia necesaria que, al producirse el incidente, hubiese permitido al yo del niño amortiguar y soportar la tensión excesiva. Si hubo trauma, fue precisamente porque la angustia —que debió haber surgido— faltó. De ahí en más, se instala en el inconsciente del niño un exceso de tensión inasimilable y errabunda que no llega a descargarse en una llamada de socorro, por ejemplo o en la acción motriz de la fuga. Esta demasía del afecto subsistirá en el yo a la manera de un quiste, y pasará a constituir el foco mórbido generador de los futuros síntomas histéricos. La excitación brutal provocada por el acto seductor del adulto introdujo en el seno del yo una energía que, transferida de lo exterior a lo interior, se encierra aquí en forma de una intensa tensión sexual a la deriva. Podemos reconocer en semejante exceso de afecto sexual el equivalente de un orgasmo inconsciente en un ser inmaduro. De este modo, comprendemos que el trauma ya no es un acontecimiento exterior sino un violento desarreglo interno, situado en el yo.
Sin embargo, hay otro aspecto más del trauma que debemos destacar. El trauma psíquico no es solamente un exceso de tensión errante; es también una imagen sobre-activada por la acumulación de este exceso de energía sexual. La huella psíquica del trauma, que ahora llamaremos "representación intolerable", comprende, pues, dos elementos inconscientes: una sobrecarga de afecto y una imagen sobreactivada. Acabamos de ver cómo surge la carga sexual: preguntémonos ahora cómo surge la imagen. Para esto, hay que entender primero que el yo del niño, futuro histérico, sobre el que recaerá el impacto traumático de la seducción, es una superficie psíquica compuesta de diferentes imágenes corporales que se organizan como un cuerpo imaginario, verdadera caricatura del cuerpo anatómico. Así pues, el yo histérico es un cuerpo formado a la manera de un traje de arlequín, donde cada rombo corresponde a la imagen deformada de un órgano particular, de un miembro, de un orificio o de cualquier otra parte anatómica. En el momento del trauma, el impacto de la seducción suelta uno de estos rombos, toca puntualmente una de estas imágenes, precisamente la que corresponde a la parte corporal puesta en juego en el accidente traumático. El excedente de tensión psíquica se concentra entonces en esta imagen, y la inviste en tal medida que ésta se desolidariza de las demás imágenes del cuerpo imaginario o, lo que es equivalente, se desolidariza del yo histérico. Precisamente, lo que dimos en llamar representación inconsciente o idea parásita cuando calificamos a la histeria de "enfermedad por representación", es esta misma imagen inconsciente, desconectada del cuerpo imaginario (el yo), remitiendo a la parte del cuerpo que estuvo en juego en la escena traumática y altamente investida por una carga sexual. Un detalle, una postura del cuerpo del adulto seductor o del cuerpo del niño seducido, un olor, una luz, un ruido..., todas estas formas pueden constituir el contenido imaginario de la representación inscrita en lo inconsciente y sobre la cual va a fijarse el exceso del afecto sexual.
Quisiera insistir más sobre el elemento esencial del trauma. Lo que hay que tener presente es esto: el trauma que el niño sufre no es la agresión exterior, sino la huella psíquica que queda de la agresión; lo importante no es la naturaleza del impacto, sino la señal que deja, impresa sobre la superficie del yo. Esta señal, esta imagen altamente investida de afecto, aislada, penosa para el yo, debe ser considerada la fuente del síntoma histérico e incluso, generalizando, la fuente de cualquier síntoma neurótico, sea el que fuere.
El trauma se ha desplazado. Empezamos mencionando un incidente traumático exterior al niño, y ahora nos hallamos con la misma violencia de la efracción enclavada en el interior del yo en forma de una representación inconsciente, sobrecargada de energía sexual y fuente de un dolor intolerable para el yo. Lo recalcamos: la causa de la histeria no es un accidente mecánico exterior y fechable en la historia del paciente, sino la huella psíquica sobre-investida de afecto; lo que opera no es el hecho de la seducción, sino la representación psíquica que es su huella viva.
Organización del material:
1-Nuestra lectura de la primera teoría de Freud: el origen de la histeria es la huella psíquica de un trauma
2-La histeria es provocada por una defensa inadecuada del yo: la represión
3-La histeria es provocada por el fracaso de la represión la conversión
4-El sufrimiento del síntoma de conversión es el equivalente de una satisfacción masturbatoria
5-La elección de órgano, asiento de la conversión
6-El síntoma de conversión desaparece si cobra un valor simbólico, el que produce la escucha del psicoanalista
7-Nuestra lectura de la segunda teoría de Freud: el origen de la histeria es un fantasma inconsciente
2 comentarios:
hola. acabo de entender de donde vienen mis conversiones y puedo recordar el trauma ahora... increible, aun despues de haber dejado terapia hace unos años, gracias... me estoy dando cuenta por donde vino el problema.
Luciana: gracias por pasar y comentar! nos alegra que te hayas entendido ;)saludos
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